Selección de prensa internacional

Desafí­os en Nepal

La dimisión del primer ministro nepalí­, el dirigente del Partido Comunista Maoí­sta de Nepal, Prachanda, abre una nueva coyuntura en lo que cada vez más se adivina como una tormentosa transición en Nepal desde la monarquí­a semifeudal hacia una república democrática.

Frente a la visión suerficial de que esta dimisión significa un duro golpe para los maoístas, ganadores de las pasadas elecciones democráticas, el diario Times of India indica perspicazmente cómo, por el contrario, puede reforzar la autoridad moral y el prestigio político de los maoístas, una fuerza política capaz de abandonar el poder por no renunciar a una cuestión de principios. En este caso, la integración, pactada en los acuerdos de transición, de sus 19.000 guerrilleros en el ejército regular nepalí, medida que había sido postergada indefinidamente por unos jefes militares que hasta hace sólo unos meses eran el principal sostén de la monarquía semifeudal. En México, a las turbulencias de la epidemia de la gripe porcina le siguen ahora las previsibles turbulencias políticas provocadas por las drásticas medidas tomadas por el gobierno para atajar la epidemia. Y cuyas consecuencias para los sectores más pobres de la población se están revelando ahora como catastróficas. la paralización de toda actividad productiva o comercial durante cerca de una semana en todo el Distrito Federal ha dejado a millones de personas ante la perspectiva de una depauperación mayor de sus ya empobrecidas economías domésticas. El diario La Jornada exige en su editorial de ayer que el Estado ponga todos sus recursos –al igual que hizo tiempo atrás para salvar al sistema financiero del país– al servicio de “auxiliar a la población y disponer cuanto antes, en consecuencia, de la proporción necesaria y suficiente de ese “blindaje” para hacer frente a la problemática actual, tanto en el orden sanitario como en el económico, y rescatar a pequeñas y medianas empresas, a asalariados, a comerciantes a deudores, estudiantes, desempleados y, en general, al conjunto de damnificados por la actual crisis sanitaria”. India. The Times of India NEPAL, LOS DESAFÍOS DE LA TRANSICIÓN La dimisión dramática aunque no totalmente inesperada del primer ministro nepalés Pushpa Kamal Dahal más conocido como Prachanda el lunes después de una tensa reunión con el presidente Ram Baran Yadav sobre la destitución del principal general Rukmangad Katuwal del ejército, señala los desafíos complejos de cara a la transición de Nepal desde una monarquía tradicional a una democracia naciente pero viable. Simultáneamente la localización geográfica de Nepal entre los dos gigantes asiáticos, la India y China, también introduce un elemento subterráneo en el juego de poder. Ambos están interesados en los asuntos internos de Nepal. Esto se complica aún más por la larga duración del conflicto de baja intensidad contra la monarquía dirigida por los maoístas, que comenzó en 1994 con la formación del Partido Comunista de Nepal (Maoísta), dirigido por Prachanda. En este interregno de 15 años que llevó a la actual crisis, los poderes residentes en Katmandú intentaron sin éxito machacar a los maoístas con la ayuda del real ejército nepalés de entonces. En el nivel sociopolítico, el descontento cada vez mayor con el régimen dictatorial de rey Gyanendra dio lugar a que los maoístas decretaran un alto el fuego y tendieran su mano a los partidos políticos, de tal modo que forzaron la expulsión del monarca en abril de 2006. Durante los tres años siguientes, Nepal, uno de los países más pobres del mundo, dio un salto enorme celebrando una elección histórica en abril de 2008, que los maoístas ganaron (…) Este fervor democrático dio lugar a la abolición formal de la monarquía al mes siguiente. Nepal se convirtió en una república. Pero ese cambio tectónico también marcó en gran medida el principio de un complejo arreglo en la distribución del poder. Los maoístas, llevados por Prachanda, formaron un gobierno de coalición al que le fue confiada la tarea de dirigir la nave del Estado y de elaborar una constitución para anclar Nepal en un firme marco político-legislativo que tratara sus diversidades e injusticias innumerables. Muchos de los controles y equilibrios constitucionales todavía están en un estado de cambio, posiblemente la más perceptible la gestión de las herramientas de la ‘legítima’ violencia, representada por el ejército nepalés (…) y los 19.000 cuadros maoístas que lo habían mantenido a raya durante una década. Un plan de integración había considerado la introducción gradual de los maoístas en el ejército profesional y se supone que Prachanda estaba descontento con la manera en que el jefe del ejército retrasaba el proceso. Incidentes específicos de las divergencias civiles-militares incluyeron el reclutamiento de tropas frescas en el ejército, mientras que los cuadros maoístas permanecían en campos no supervisados. El incendio final vino a principios de esta semana, culminando en la crisis del 4 de mayo, cuando el jefe del ejército fue despedido por el primer ministro, aparentemente sin consenso dentro de la coalición en el poder. Con la dimisión de Prachanda el actual callejón sin salida exige una considerable sagacidad político-militar, que hasta ahora ha brillado por su ausencia. A partir de ahora, los maoístas se beneficiarán de la alta base moral que les proporciona abandonar el poder por una cuestión de principios y pueden así ahora alimentar el sentimiento nacionalista. Pero no han amenazado regresar a la violencia todavía, y esto ofrece un atisbo de esperanza. En el marco política que prevalece en Nepal, los maoístas tienen que lidiar con el Partido del Congreso Nepali (NC), el Partido Comunista de Nepal (CPN) UML y los dos partidos ‘madhesi’, que pueden formar una inestable coalición con los maoístas sentados en la oposición. Es oportuno que el CPN-UML, que era parte de la coalición de gobierno Maoísta, se distanciara de la decisión de Prachanda para dimitir al jefe del ejército. Lo que es indicativo de la ansiedad en muchos distritos electorales de Nepal sobre la constitución de un ejército de orientación ideológica maoísta. Como en muchos países en desarrollo que tienen un pasado autoritario, el ejército es la institución más creíble y de mayor alcance y su colocación en el edificio democrático es crítica. En una forma de gobierno parlamentario, el contrapeso institucional entre el legislativo, el ejecutivo y la judicatura se afirma sobre la naturaleza totalmente apolítica de los militares y de su aceptación implícita del control civil. Esto no se alcanza fácilmente en un Estado que hace la transición de la dominación colonial o de un régimen monárquico/feudal tradicional, como demuestra la experiencia del sur de Asia. La India es en gran medida la excepción a la regla. Pakistán, Myanmar, Bangladesh y Nepal son ilustrativos en la actualidad de la naturaleza ardua, como de Sísifo, de esta transición sociopolítica. En la situación actual, la opinión no infundada que los maoístas son más comprensivos con China ha causado una cierta preocupación dentro de Nepal y ésta se amplifica más en la India. El espectro de tener que lidiar con unos militares paquistaníes que ha interiorizado el apoyo al terror y al radicalismo religioso en un frente, mientras que se está formando otro nuevo ejército para incluir a maoístas tiene todas las papeletas para ser el peor escenario posible para la seguridad india. Y para aumentar la intranquilidad de Nueva Delhi, el hecho de que ambas instituciones tengan el apoyo tácito de Pekín no puede ser ignorado. Las clases política y militar de Nepal están en un período de aprendizaje. Ahora tienen que ocuparse de la parte difícil de encontrar un gobierno equitativo, armonioso y sostenible. La dimisión de Prachanda bien podría servir como antídoto que permita introducir la maleabilidad necesaria en el cuerpo político de Nepal. THE TIMES OF INDIA. 6-6-2009 México. La Jornada RESCATAR A LA POBLACIÓN La crisis de salud pública que enfrenta el país ha tenido, además de las irreparables pérdidas humanas hasta ahora, y de las afectaciones conocidas en la vida cotidiana de la población, un desastroso efecto colateral en el agravamiento de la situación económica que enfrentan cientos de miles de mexicanos, consecuencia de la aplicación de las medidas sanitarias adoptadas por las autoridades de los distintos niveles de gobierno. En los últimos 11 días, miles de establecimientos han sufrido grandes pérdidas económicas, en tanto, centenares de miles de personas que viven con los ingresos del día y no cuentan con ahorros –como ocurre con la mayoría de la población– se ven imposibilitadas de satisfacer sus necesidades más básicas. Son los damnificados por la epidemia. Detrás de esta catástrofe se encuentran incontables historias de sufrimiento humano. Sin embargo, los funcionarios del gobierno federal encargados de manejar la crisis suman a su deplorable manejo de la información propiamente epidemiológica un ostensible desconocimiento del impacto que la enfermedad, y las medidas para contenerla, están causando en las posibilidades de subsistencia de los sectores depauperados por dos décadas de neoliberalismo y por varios meses de crisis financiera mundial. Ante la gravedad de esta situación, y habida cuenta de que sería absurdo suspender, con base en consideraciones distintas a las científicas y médicas –atenuar el descontento social, por ejemplo–, las medidas de prevención adoptadas hasta ahora, el gobierno federal debe asumir sus responsabilidades y emprender acciones orientadas a garantizar la preservación de un mínimo nivel de vida de los mexicanos. Las acciones de cerco epidemiológico deben seguir su curso por el tiempo que sea necesario pero, al mismo tiempo, debe impedirse que sigan causando estragos en la población de menores ingresos. Por ello, es impostergable que las autoridades empleen a fondo los recursos económicos, humanos y logísticos de los que disponen en la detección de los puntos del territorio nacional más afectados por la presente emergencia sanitaria y económica. No sería una tarea imposible y ni siquiera difícil: en lo que hace al sector formal, por ejemplo, si el Servicio de Administración tributaria (SAT) tiene perfectamente localizados a los causantes del país, bien podrían emplearse ahora las bases de datos correspondientes para acudir en auxilio de las personas físicas y morales más perjudicadas por la crisis sanitaria. Al mismo tiempo, es urgente que se elabore y aplique un plan coherente de rescate a la ciudadanía que incluya la entrega de apoyos a las familias en problemas, la derogación de cobros en los hospitales públicos –que, reglamentarios o no, resultan del todo improcedentes en la situación actual– y la ampliación de la cobertura de los servicios de salud a cargo del gobierno. Actualmente el país cuenta con un “blindaje financiero” –así lo han llamado los encargados de manejar la economía nacional– que asciende a alrededor de 157 mil millones de dólares, y que está integrado por las reservas internacionales del Banco de México (80 mil millones), el préstamo recientemente otorgado a México por el Fondo Monetario Internacional (47 mil millones) y la línea de crédito aprobada por la Reserva Federal de Estados Unidos (30 mil millones), además de otros 10 mil millones de dólares disponibles en virtud de los créditos contratados con el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Tales recursos, cabe recordarlo, no son propiedad de los funcionarios gubernamentales que los administran, ni mucho menos de los empresarios y los dueños de los capitales especulativos que se han beneficiado de la aplicación de las directrices económicas vigentes, sino del conjunto de la sociedad, y deben, por tanto, ser empleados en beneficio de ésta. No está de más recordar que la coalición bipartidista que ostenta el poder y que durante muchos años ha venido imponiendo la política económica oficial destinó, hace poco más de una década, cerca de 70 mil millones de dólares de dinero público para rescatar a quienes entonces ostentaban la propiedad de los bancos de su propia ineficacia y de su inmoralidad financiera. Hasta la fecha, la sociedad sigue cargando con el peso de la astronómica deuda resultante de aquella inescrupulosa socialización de pasivos incobrables. Ahora, lo menos que puede hacer el grupo gobernante es emprender el rescate de la sociedad. En suma, por más que ello transite en contra de sus propia ideología, la actual administración debe reconocer que, en una circunstancia como la presente, el Estado tiene la obligación irrenunciable de auxiliar a la población y disponer cuanto antes, en consecuencia, de la proporción necesaria y suficiente de ese “blindaje” para hacer frente a la problemática actual, tanto en el orden sanitario como en el económico, y rescatar a pequeñas y medianas empresas, a asalariados, a comerciantes –tanto del sector formal como del informal—, a deudores, estudiantes, desempleados y, en general, al conjunto de damnificados por la actual crisis sanitaria. Ello debe hacerse, por añadidura, con total transparencia, sin sesgos electoreros o clientelares y con una fiscalización estricta que impida el enriquecimiento corrupto de quienes siempre están dispuestos a medrar con el sufrimiento ajeno. LA JORNADA. 5-5-2009 EEUU.The New York Times NACIÓN INFLACIONARIA Allan H. Meltzer En la década de 1970, con el aumento de la inflación, a menudo describí cómo la Reserva Federal sólo conocía dos velocidades: demasiado rápido y demasiado lento. En aquel momento, la idea de la Reserva Federal era luchar contra la recesión promoviendo la expansión, la impresión de dinero y haciendo más fácil a empresas y hogares solicitar préstamos, y sólo más tarde se preocupó acerca de la inflación a que dio lugar. Esta estrategia produjo una deprimente década de lento crecimiento de la productividad, el aumento del desempleo y, sí, el crecimiento de la inflación. Si el Presidente Obama y la Fed continúan su trayectoria actual, podríamos ver una repetición de los terribles años de inflación. En aquel entonces, como ahora, los miembros de la Fed eran muy conscientes de los efectos nocivos de la inflación. En privado, prometían no permitir que se les fuera de las manos y en varias ocasiones, incluso empezaron a hacer algo al respecto. Pero cuando su lucha contra la inflación causó que la tasa de desempleo aumentará al 6,5 o el 7%, se olvidaron de sus promesas y de nuevo se inició la ampliación de la oferta monetaria y la reducción de los tipos de interés. En 1979, las tasas de inflación, agravadas por la crisis del petróleo, llegaron a los dos dígitos. Las encuestas de opinión mostraron que el público ahora consideraba la inflación como el principal problema económico. El presidente Jimmy Carter, al elegir como presidente de la Reserva Federal a Paul Volcker, dijo que combatiría la inflación más decididamente que sus predecesores (…) Con la aceptación pública de la importancia de una baja inflación, el apoyo en la administración y en el Congreso, y un presidente comprometido con la tarea, la Reserva Federal finalmente estableció límites para corregir lo que había sido descuidado durante demasiado tiempo. En lugar de trabajar sólo para evitar el desempleo, la Reserva Federal trató de poner nuevamente la inflación bajo control. En vez de inundar el mercado y los bancos con dinero, la Reserva Federal reforzó sus reservas. Y en lugar de mantener los tipos de interés en una estrecha gama relativamente baja, el Sr. Volcker dejó que el mercado dictara el tipo de interés, permitiendo que el tipo preferencial subiera tan alto como al 21,5%. Estas políticas antiinflacionistas continuaron en serio con la elección en 1980 de Ronald Reagan (…) El dolor no terminó. Y la política de lucha contra la inflación se mantuvo incluso cuando la tasa de desempleo aumentó por encima del 10%, muchas instituciones de ahorro y crédito se enfrentaron a la bancarrota, y la mayoría de los países de América Latina entraron en mora de la deuda (…) Paul Volcker es ahora el jefe de la Junta Consultiva de recuperación económica del presidente Obama. El Sr. Volcker y muchos asesores económicos de la administración son plenamente conscientes de los peligros inflacionistas que tenemos delante. Al igual que el actual Presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke. Y, sin embargo, la tasa de interés de la Reserva Federal es de casi cero, y el enorme aumento de las reservas de los bancos -causada por la compra de bonos e hipotecas de la Reserva Federal- traerá seguramente una severa inflación si se les permite mantenerlas. Sin embargo, todos nos aseguran que pueden reducir las reservas lo suficiente como para evitar la inflación y se han comprometido a hacerlo. No dudo de sus conocimientos o capacidad técnica. Lo que dudo es del compromiso de la administración y de la autonomía de la Reserva Federal. El Sr. Volcker fue un presidente muy independiente. Sin embargo, bajo la dirección del Sr. Bernanke, la Fed ha sacrificado su independencia monetaria para convertirse en el brazo de la Tesorería: rescate de AIG, toma de valores ilíquidos de Bear Stearns y ofrecimiento de proporcionar tanto como 700 mil millones de dólares de reservas para comprar hipotecas. Los bancos centrales independientes no hacen lo que esta Fed ha realizado. Dejan tales medidas fiscales al poder legislativo (…) El banco central independiente se creó expresamente para que pudiera negarse a financiar el déficit. ¿Pero hay consenso político para que el mucho más elevado déficit de Obama no presione a la Fed en el sentido de ampliar sus reservas para comprar bonos del Tesoro? No ayuda que el programa de estímulo de la administración sea un obstáculo para una buena política. Se crean puestos de trabajo a costa de un enorme incremento en la deuda pública que tiene que ser financiado. Y hace muy poco para aumentar la productividad, que es el principal motor del crecimiento económico. De hecho, muy rara vez los grandes programas subvencionados conducen a una buena productividad. Una mejor atención de la salud proyecta en la opinión pública la sensación de bienestar, pero sólo añade un poco a la productividad. Subvencionar proyectos de energía limpia puede producir puestos de trabajo, pero no añade mucho a la productividad nacional. Mientras tanto, el aumento de las tasas de impuesto sobre el carbono aumenta los costes de producción y los precios, pero no aumenta la productividad. Todas estas acciones pueden frenar la inversión productiva y la tasa de crecimiento subyacente de la economía, que, a su vez, aumenta la tasa de inflación. Algunos de mis colegas economistas, muchos de ellos en la Reserva Federal, dicen que el gran objetivo de la política monetaria es evitar la deflación. Señalan la disminución de menos del 1% en el índice de precios al consumidor para el año que terminó en marzo como prueba de que la deflación es una amenaza. Sin embargo, esta estadística es engañosa: la alimentación y la inestabilidad de los precios de la energía pueden reducir el índice de precios de unos pocos meses, pero la deflación (o la inflación) se refiere a una sostenida tasa de variación de los precios, no el nivel de precios. Tenemos que mirar a un lugar menos volátil del índice de precios, el deflactor del Producto Interior Bruto. En este primer trimestre del año, aumentó 2,9%, un signo de inflación. Además, ningún país que se enfrente a enormes déficits presupuestarios, un rápido crecimiento de la oferta monetaria y la perspectiva de una sostenida devaluación de la moneda como nosotros ha experimentado nunca una deflación. Estos factores son precursores de la inflación. ¿Cuándo va a venir? Seguramente no de inmediato. Pero más tarde o más temprano, veremos que la Reserva Federal, bajo la presión del Congreso, la administración y las empresas, tratar de evitar el aumento de los tipos de interés. Los partidarios de tasas más bajas se apuntan a la cifras de desempleo y la lenta recuperación. Es por eso que la Reserva Federal debe empezar a demostrar el tipo de valentía y la independencia que no ha demostrado recientemente. Milton Friedman dijo a menudo que "la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario". Los miembros de la Reserva Federal parecen descartar esta teoría porque se concentran excesivamente en el corto plazo y casi nunca hablan de las consecuencias de sus acciones en el medio y largo plazo. Eso es un gran error. Necesitan pensar más allá de presiones políticas y de índices de desempleo actuales. Para los próximos años, no pueden descuidar la creciente inflación. THE NEW YORK TIMES. 3-5-2009

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