Denunciar, aislar y combatir el nazifascismo de Arzallus

Un grupo de destacados intelectuales vascos de izquierdas anunciaban, en un artículo firmado colectivamente, «en Euskadi se está formando una cruz gamada». Entonces, a la mayor parte de la sociedad española nos costaba verlo. Hoy, aunque esto es aceptado por todos, todavía cuesta, sin embargo, señalar con claridad donde está la cabeza de esa cruz gamada. ¿Por qué en la España democrática del siglo XXI puede aparecer una línea nazi-fascista de estas características? ¿Qué condiciones políticas hacen posible su existencia? ¿Qué intereses materiales de clase la sostienen y empujan su desarrollo?

Entre el racismo y la mimetización

Desde sus orígenes, los núcleos dirigentes del PNV han tenido un marcado carácter racista. El racismo propio de quienes se consideran a sí mismos los etxekojauntxos (el señor del caserío) de Euskadi, que necesitan señalar y aislar a los de fuera, cuando los trabajadores inmigrantes empiezan a crear sus propias organizaciones sindicales y políticas de clase cuestionando su histórico dominio sobre la sociedad vasca.

Pero este racismo originario siempre ha estado subordinado a la vinculación de la dirección peneuvista con una u otra potencia imperialista en cada período histórico. Uno de los rasgos estructurales del PNV consiste en su capacidad de mimetizar las formas ideológicas y políticas del imperialismo de turno con el que se alinea. Del vínculo vaticano adquirió la doctrina social-cristiana que dio origen a ELA-STV [sindicato del PNV]. De los largos períodos de vinculación con los imperios anglosajones (Inglaterra hasta la IIª Guerra Mundial, EEUU tras ella) la línea dominante en el PNV mimetizó las formas democrático-parlamentarias, hasta el punto de oponerse a la sublevación franquista. Aunque eso no le impediría, años después, trabajar para la CIA en Iberoamérica.

Sin embargo, existe un sector de la dirección del PNV dispuesto a apostar radicalmente por la independencia y que, de acuerdo con ello, dependiendo de la situación internacional va cambiando de alianzas y de alineamiento con las potencias imperialistas, poniéndose al servicio de aquellas que más puedan favorecer sus objetivos y mimetizando en cada cambio las formas ideológicas y políticas de la nueva potencia en que buscan cobijo.

La línea nazi-fascista que hoy domina la dirección del PNV no es sino el reflejo del alineamiento de este sector con lo que podemos llamar el sector bávaro del hegemonismo emergente alemán, la fracción de la burguesía monopolista alemana gracias a la cual son posibles en Europa personajes como Haider o Arzallus.

Kosovizar Euskadi para balcanizar España

Si hoy un sector del empresariado y la iglesia vasca puede encabezar una alternativa nazi-fascista que pone en grave peligro la unidad de España, es porque Arzallus ha visto la ocasión de lanzarse a aprovechar las contradicciones existentes entre los dos hegemonismos que tienen intereses de dominio sobre nuestro país.

Mientras España se mantenga como un peón inactivo en el tablero mundial y la política española de alianzas esté fija, en lo principal, en la órbita de Washington, EEUU no optará por el fraccionamiento ni estará interesado en impulsar y sostener el proyecto de división y enfrentamiento étnico de Arzallus.

Precisamente por ello la línea capitaneada por Arzallus ha buscado la connivencia, el alineamiento y la vinculación con el emergente hegemonismo alemán. Particularmente con la fracción de la burguesía monopolista alemana más voraz, agresiva y expansionista, que no ha dudado en la última década, para avanzar en su proyecto de hegemonía sobre Europa, en provocar la interminable guerra en Yugoslavia o la partición de Checoslovaquia. Un sector bávaro del hegemonismo alemán que ha desempolvado el viejo proyecto de la Alemania de Hitler de la «Europa de los pueblos», con formas distintas adaptadas a las nuevas condiciones y al nuevo tiempo histórico pero idéntico en cuanto a su naturaleza y contenido. La idea básica de la «Europa de los pueblos» consiste en la creación de múltiples grupos tribales, de múltiples comunidades étnicas fragmentadas y enfrentadas entre sí y, consecuentemente, guiadas y sometidas por la «etnia superior» que posee un proyecto de conjunto y la capacidad material para llevarlo adelante: la nación étnica alemana. Como acostumbra a decir Arzallus: “Alemania es una nación homogénea, porque étnicamente es una sola nación., pero Francia no es una nación, hay alsacianos, bretones, corsos y, en los tiempos que se avecinan, ¿no puede suceder que esos núcleos, partiendo de su propia sensibilidad étnica, prefieran estar con otras etnias emparentadas? ¿Qué quedará entonces de Francia? (…) ¿Y qué diablos es España?”

La reaparición en Europa de la división y el odio racial, los éxodos y genocidios étnicos, el enfrentamiento civil y la fragmentación de los Estados nacionales son indisociables de la nueva fuerza recobrada por este viejo proyecto.

Para esta línea de la clase dominante alemana no se pueden dar saltos cualitativos en la hegemonía germánica sobre Europa sin alterar sustancialmente el orden político, la cadena de alianzas y dependencias y el sistema de estructuras estatales y políticas europeas heredadas de la Guerra Fría, pensadas y diseñadas para preservar y fortalecer la hegemonía yanqui sobre el Viejo Continente.

Kosovizar Euskadi para balcanizar España. En esta imagen se encierra la naturaleza de los planes de penetración, intervención y dominio sobre nuestro país del sector bávaro de la burguesía monopolista alemana que ha apostado decididamente por la Europa de los Pueblos.

La singularidad vasca

Llevar adelante un proyecto de este alcance exige, al buscar la fractura y la división, imponer una línea de fragmentación social, de división étnica, de enfrentamiento cívico. Pero si, como en el caso de España, la unidad se asienta en sólidos lazos creados durante siglos de convivencia, cruce y mestizaje, entonces se hace necesario multiplicar la ferocidad para provocar el desgarro. Y obliga, al mismo tiempo a apoyarse en un brazo armado como complemento indispensable de la estrategia política. En tanto que sólo puede imponerse por la fuerza y el terror sobre la parte de la población que se opone a ella, es preciso utilizar métodos nazis, inculcando en la sociedad una ideología y una cultura nazis. Esto es lo que está ocurriendo hoy en Euskadi.

Pero, a diferencia de lo ocurrido en los años 30 en Alemania, donde la enorme presión provocada por los Tratados de Versalles permitió la confluencia de la plutocracia alemana y las masas obreras en un mismo partido con una alternativa nacional y un programa socialista, al nazismo en Euskadi le está imposibilitado actuar del mismo modo. Las bases de Batasuna, esencialmente revolucionarias y anticapitalistas, no pueden confluir en una misma organización con el sector del empresariado y del Vaticano que representa Arzallus. La fusión del programa nacional con el contenido socialista en un mismo partido se hace por ello imposible en Euskadi, lo cual es un factor de debilidad para la línea de Arzallus. Y obliga también al ala nazi de la dirección de Batasuna a mantener en un grado de desmovilización importante a sus bases, pues activarlas significa, de una u otra manera, que éstas entren inmediatamente en contradicción con los intereses que representa Arzallus. En la alianza de la línea nazi-fascista, ETA y la dirección de Batasuna juegan el papel, respectivamente, de brazo armado y brazo «izquierdo» de Arzallus. Pero no es Arzallus el cómplice de ETA, sino ETA y la dirección de Batasuna quienes ocupan un papel subordinado y complementario, aunque decisivo, en la estrategia de Arzallus. Papel que, de conquistar Arzallus sus objetivos, no tiene otro futuro, como ocurrió en Alemania con la parte socialista del partido nazi, que el de acabar en una nueva «noche de los cuchillos largos».

Aislar a la línea nazi-fascista de Arzallus uniendo a todas las fuerzas susceptibles de ser unidas contra ella. Juzgar a sus máximos responsables para que no pueda, nunca más, volver a levantar cabeza el nazi-fascismo en nuestro país. Y liquidar los planes del hegemonismo por fragmentar y dividir España. Esta es la tarea y el reto más urgente que tiene ante sí el pueblo vasco y del resto de las nacionalidades y regiones de España.

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