Cinco años después de Ermua

El principal objetivo que me ha unido a la política durante los últimos años no es sólo recuperar la memoria y la dignidad de todas las víctimas, sino también la libertad de los ciudadanos y ciudadanas perseguidas por ETA.

Agosto 2002

Recordarlas como lo que fueron, los primeros defensores de la libertad, y sobre todo, dejar bien claro que ETA y HB son los únicos responsables del odio, del dolor y de la crispación que se viven en el País Vasco. ETA debe tener presente, y así lo demuestra la historia, que no hay balas suficientes para matar las ideas.

Quienes no somos nacionalistas y mantenemos el respeto más escrupuloso hacia los demás, somos perseguidos en nombre del derecho a una nación libre y diferente, pero que nos niega a los ciudadanos el derecho a la libertad y a la diferencia.

En este país criticar lo políticamente correcto, es decir, al nacionalismo —que apoya las tesis de que ETA y HB son un proyecto político— o apoyar la Constitución Española, supone ser un radical que crispa e impide la libertad del pueblo vasco. Así como defender la libertad de pensamiento y de expresión, defender ideologías perfectamente democráticas como las del PSOE o del PP, o señalar que el principal conflicto es la existencia de ETA y que todo lo demás son reivindicaciones perfectamente resolubles en democracia. Estos argumentos, en Euskadi, te sitúan en la muerte civil ante un nacionalismo excluyente y ante la muerte posible por un asesinato de ETA.

Son las posiciones abiertamente enfrentadas en lo político las que debilitan a ETA y a su entorno, y no las que deslegitiman la Constitución como no democrática. Estas posiciones de PNV, EA e IU pactando en Lizarra dieron oxígeno a ETA; la proposición unilateral del Parlamento Vasco rompiendo el consenso estatutario da legitimidad y fortaleza a ETA; en definitiva, una política basada en el chantaje al Gobierno de España por el Gobierno vasco formado por: PNV, EA e Izquierda Unida que da el rol necesario a la existencia de ETA.

Pero gracias al debate político e ideológico que comenzó en Ermua hace cinco años, ETA está perdiendo la batalla, no sólo la militar gracias a la reducción de su base operativa a nivel internacional, así como a las brillantes operaciones del juez Baltasar Garzón y las extradiciones sin cortapisas, debilitándola realmente; además de perder también la batalla política, lo que ha posibilitado la aprobación de la Ley de Partidos para avanzar hacia el final de la impunidad, la pérdida la mitad de sus votos y la pérdida de buena parte de su capacidad de movilización y agresión. Motivos todos ellos para la esperanza. Esperanza que muchos no hemos perdido, sino todo lo contrario.

El fascismo en Euskadi, tiene los días contados.

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