Del eje franco-alemán al eclipse total

«El lí­der socialista aprovechó su primera cumbre europea, en junio de 2004, para retirar el veto español al proyecto de Constitución europea y dejar claro que España renunciaba a sus coqueteos con Londres y Washington y volví­a a situarse en la órbita del eje franco-alemán. La apuesta, sin embargo, no darí­a los réditos esperados y España ha acabado descolocada en una Unión multipolar que gira en torno a Berlí­n y en la que Zapatero no ha logrado brillar.»

La residencia semestral como la recta final de Zapatero en Bruselas ha estado marcada por una crisis en la que España empezó como alumno aventajado (con superávit fiscal, una deuda pública del 40% y unos bancos limpios de productos tóxicos estadounidenses) y acabó bajo la tutela de Alemania. Zapatero entendió en la cumbre del 7 de mayo de 2010 que la bonanza había terminado. Y aquella noche del viernes al sábado, cuando anunció en Bruselas a altas horas de la madrugada, un repentino y brusco recorte del déficit, quedó claro que Europa, a la que había descuidado, acababa de apagar su estrella. (CINCO DÍAS) LA VANGUARDIA.- El PSOE se adentra en una ardua competición por el liderazgo, sin freno de mano capaz de retener el debate y aplazarlo hasta después de las elecciones autonómicas y municipales del 22 de mayo. Esos frenos de mano ya no se fabrican. En la era de la aceleración y achatamiento del tiempo histórico, y en medio de la extraordinaria confusión que vive España, dejar en blanco el liderazgo del primer partido político del país y pretender que no haya lucha hasta dentro de tres meses es de una ingenuidad desarmante. Es imposible. Es una quimera propia del Partido Comunista de Bulgaria en tiempos de la siderurgia pesada. Ayer, 24 horas después del renuncio de José Luis Rodríguez Zapatero, quedó perfectamente demostrado. Hay sed de competición y algarabía. ABC.- La resultante de las cifras de nuestro PIB, nuestra inflación, nuestro desempleo, era que habíamos «tocado fondo, pero lo que no se puede hacer es quedarse en el fondo y no moverse, porque si no, se seguirá bajando». Más he aquí que efectivamente nos encontrábamos en el fondo al concluir 2010 e iniciar 2011, con sólo un avance del PIB del 0’6%, con una inflación que en febrero de 2011 se situó en el 3’6% y con un paro superior al 20% de la población activa. Y, en ese momento, tuvo lugar en nuestra hundida economía algo análogo a lo sucedido frente a Japón, esto es, un choque de placas violentísimo, que se transformó en un maremoto aterrador. Opinión. Cinco Días Del eje franco-alemán al eclipse total Bernardo de Miguel José Luis Rodríguez Zapatero fue aceptado en Bruselas como una bocanada de aire fresco tras el deterioro de la relación entre José María Aznar y las principales capitales europeas. El líder socialista aprovechó su primera cumbre europea, en junio de 2004, para retirar el veto español al proyecto de Constitución europea y dejar claro que España renunciaba a sus coqueteos con Londres y Washington y volvía a situarse en la órbita del eje franco-alemán. La apuesta, sin embargo, no daría los réditos esperados y España ha acabado descolocada en una Unión multipolar que gira en torno a Berlín y en la que Zapatero no ha logrado brillar. En la primera legislatura, el presidente del Gobierno se volcó en la agenda nacional, forzado tal vez por la feroz oposición del PP. Europa quedó en segundo plano, con las negociaciones de los presupuestos (2007-2013) como único interés. Y Zapatero logró su objetivo de evitar que España se convirtiese en contribuyente neto. Pero el descarrilamiento de la Constitución y la renovación del eje París-Berlín (con la llegada al poder de Sarkozy y Merkel) reclamaba de Zapatero un esfuerzo de recolocación que no parecía dispuesto a hacer. Los continuos tropiezos en la relación con la canciller alemana (con la opa de Eon sobre Endesa como punto más bajo) dejaron a Zapatero entregado a una relación casi exclusiva con el presidente francés, aliado imprescindible en la lucha antiterrorista. La progresiva ausencia de España de los foros de decisión culminó en el primer semestre de 2010, cuando el país asumió por cuarta vez la presidencia rotatoria de la UE. Los precedentes anteriores auguraban una presidencia fuerte, con la premisa, además, de que en su segunda legislatura Zapatero intentaría dejar su impronta en la escena internacional. No fue así. El semestre estuvo marcado por la falta de iniciativa, con la brillante excepción de la propuesta para realizar tests de estrés al sector bancario. El perfil tan bajo se achacó al nuevo esquema institucional (con el nombramiento de un presidente permanente del Consejo Europeo). Pero la excusa quedó en entredicho tan pronto como España pasó el relevo a Bélgica. La presidencia semestral como la recta final de Zapatero en Bruselas ha estado marcada por una crisis en la que España empezó como alumno aventajado (con superávit fiscal, una deuda pública del 40% y unos bancos limpios de productos tóxicos estadounidenses) y acabó bajo la tutela de Alemania. Zapatero entendió en la cumbre del 7 de mayo de 2010 que la bonanza había terminado. Y aquella noche del viernes al sábado, cuando anunció en Bruselas a altas horas de la madrugada, un repentino y brusco recorte del déficit, quedó claro que Europa, a la que había descuidado, acababa de apagar su estrella. Durante estos siete años, Zapatero ha sido un líder popular en muchos países, en particular en Italia. Se le vio, sobre todo al principio, como el representante de una nueva escuela política, centrada en los derechos sociales y las libertades individuales. Durante la campaña para las presidenciales francesas, tanto el candidato conservador, Sarkozy, como la candidata socialista, Segolène Royal, llegaron reclamar como propios el ideario zapaterista. El presidente del Gobierno, sin embargo, no ha rentabilizado a nivel institucional ese carisma. A menudo se ha atribuido esa falta de protagonismo en Bruselas al hecho de que no hable inglés, aunque se olvida que esa carencia no impidió a Aznar, que en su etapa como presidente tampoco lo hablaba, convertirse en una pieza a tener en cuenta en cada reunión. Zapatero, más bien, se ha conformado con ejercer de europeísta sin percatarse de que en la capital europea la partida se juega en clave de intereses nacionales aunque se busque un objetivo común. La agenda de Bruselas no ha sido su prioridad y prefirió dejarla en manos de la vieja guardia del PSOE (Javier Solana, hasta finales de 2009, y Joaquín Almunia). CINCO DÍAS. 4-4-2011 Opinión. La Vanguardia Competición interna sin freno en el PSOE Enric Juliana El PSOE se adentra en una ardua competición por el liderazgo, sin freno de mano capaz de retener el debate y aplazarlo hasta después de las elecciones autonómicas y municipales del 22 de mayo. Esos frenos de mano ya no se fabrican. En la era de la aceleración y achatamiento del tiempo histórico, en el tiempo de la información instantánea y del plasma insomne que arrastra noticias sin parar, en el interior de las redes de Facebook y de las compulsiones de Twitter, en la época en que la información política se transforma en crónica deportiva, y en medio de la extraordinaria confusión que vive España, dejar en blanco el liderazgo del primer partido político del país y pretender que no haya lucha hasta dentro de tres meses es de una ingenuidad desarmante. Es imposible. Es una quimera propia del Partido Comunista de Bulgaria en tiempos de la siderurgia pesada. Ayer, 24 horas después del renuncio de José Luis Rodríguez Zapatero, quedó perfectamente demostrado. Hay sed de competición y algarabía. El PSOE se aproxima a unas elecciones locales, que le pueden dejar baldado, con unas elecciones en su interior. Es la ballena de Jonás en alta mar. Arrecia el temporal y en su estómago hay gente orando –y peleando– para que se haga el milagro y de la boca del pez salga el Salvador. El candidato que evite un definitivo desplome. Hay, en estas horas, una alegría nerviosa en el Partido Socialista. Un cosquilleo y un temblor de piernas. Un súbito deseo de no estarse quietos para evitar lo peor. Ayer se vio. José Luis Rodríguez Zapatero fue aclamado como presidente en Murcia. Alfredo Pérez Rubalcaba fue recibido con gritos de “¡presidente, presidente!”, en Palma de Mallorca, y a Carme Chacón la vitorearon como presidenta, por primera vez en su vida, en Elx. No hay tres facciones distintas en Murcia, Palma y Elx. Hay un mismo nerviosismo, una misma incertidumbre y un mismo deseo de participar en el juego. La competición vivifica. Lo mejor de la decisión de Zapatero es el impulso democrático que conlleva. Los socialistas se han embarcado en un viaje inédito en los treinta años de Restauración democrática: se dirigen a una casi segura derrota electoral (en mayo) desfilando en bulliciosa y desordenada procesión. O se salvan, o se pegan un castañazo sin precedentes. Las últimas encuestas que maneja la dirección socialista no son nada halagüeñas. El 22 de mayo del 2011, el PSOE puede convertirse en el partido menor de la democracia española. Los socialistas exhiben sus entrañas en un momento de escaso apego popular a la política partidaria. Hay mucha gente irritada por las intrigas y las retóricas de la política politizada. Las consecuencias prácticas de ese contraste no son fáciles de prever. Anteayer, el mayor problema del PSOE era la abstención como válvula de escape y mecanismo de castigo a Zapatero. La bofetada al presidente en la mejilla de los alcaldes y presidentes regionales socialistas. Por eso, el manchego Barreda y el extremeño Fernández Vara pedían al de León que se quitase de en medio. Una vez que el presidente ha anunciado que se va –yéndose poco a poco–, los deseos de castigo puede que disminuyan, pero nadie está en condiciones de aclarar cuál será la actitud del electorado ante la bulliciosa competición que se avecina. La escuela clásica dice que los partidos con falta de cohesión lo pagan en las urnas. Los dos principales contendientes se mostraron ayer en público. Salido de un cuadro de Doménikos Theotokópoulos, el Greco, Alfredo Pérez Rubalcaba transmitió en Mallorca voluntad de poder. Ni una palabra de más. Rubalcaba se propone al PSOE como el estilete mejor afilado para evitar la humillación a manos de la derecha. Aconsejada por Miguel Barroso, uno de los mejores especialistas españoles en comunicación política, Carme Chacón derramó una lágrima en Elx. Una lágrima genuina, sin duda alguna. Una lágrima que brotó al agradecer a Zapatero que le hubiese dado la oportunidad de trabajar a su lado. La continuidad de una generación. Ese es el programa de Chacón. La continuidad de lo más vivo y dinámico del denominado zapaterismo: la promoción de la mujer y una política de costumbres liberista. Retóricas de igualdad, ninguna cortapisa a la libertad sexual, divorcio exprés, atención continua a la comunidad gay y un anticlericalismo más cosmético que radical. Almodóvar, Amenábar y Marie-Claire frente a Federico Jiménez Losantos y el grupo Intereconomía. Progres contra azules con un crecimiento económico del 3,5% como red de protección. Ese ha sido el repertorio del zapaterismo hasta que la crisis económica y el Directorio Europeo lo han trastocado todo. La candidatura de Chacón tiene como gran reto hallar una nueva síntesis entre el aliento progresista y una áspera realidad que convoca todo tipo de malhumores. La gente no está para estilismos. La paleta emocional, sin embargo, siempre ofrece interesantes recursos. Chacón juega fuerte para no ser cancelada. “Tuvieron que volver los mayores para evitar que el Partido Socialista se descalabrara”. Este es el epitafio contra el que se rebela, presumiblemente con la ayuda de varios dirigentes que acompañaron a Zapatero en la aventura del 2000, incluidos los que el presidente apartó, orilló y dejó en segundo plano (Jordi Sevilla, Jesús Caldera, Juan Fernando López Aguilar…). Hay una generación política que dentro de unos años no quiere pasar vergüenza cuando diga que trabajó en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Carme Chacón se ha erigido en su capitana. El presidente ha anunciado su renuncia antes del 22-M muy condicionado por los reiterados deseos de su esposa de abandonar cuanto antes la claustrofóbica nave espacial de la Moncloa y huir de la sartén de aceite hirviendo que es el Madrid político. Prueba irrefutable de que la dimensión personal sigue siendo determinante en política. En este plano insoslayable hay que consignar que las relaciones personales entre Rubalcaba y Chacón no son óptimas. Ese es hoy un dato relevante. Y queda por ver cuál será la actitud del Partido Popular ante el súbito cambio de tablero. El PP será gran elector en las primarias socialistas. Con una ventaja de entre 13 y 15 puntos en las encuestas, el PP puede primar a uno u otro candidato según dónde ponga el foco. Hasta ayer, el cañón de la derecha iluminaba con luz cegadora y acusadora a Rubalcaba. Veremos esta semana. LA VANGUARDIA. 4-4-2011 Opinión. ABC Viaje al centro de la Tierra Juan Velarde Fuertes La resultante de las cifras de nuestro PIB, nuestra inflación, nuestro desempleo —como dijo Blas Calzada, presidente del Comité de Expertos del Ibex 35, según se recoge del debate sobre coyuntura económica titulado «Los tres caminos hacia la recuperación: reformas, competitividad y transparencia», sintetizado en «Bolsa», 4º trimestre de 2010—, era que habíamos «tocado fondo, pero lo que no se puede hacer es quedarse en el fondo y no moverse, porque si no, se seguirá bajando». Más he aquí que efectivamente nos encontrábamos en el fondo al concluir 2010 e iniciar 2011, con sólo un avance del PIB del 0’6%, con una inflación que en febrero de 2011 se situó en el 3’6% y con un paro superior al 20% de la población activa. Y, en ese momento, para seguir, con permiso de don Pío Baroja, el tropo, tuvo lugar en nuestra hundida economía algo análogo a lo sucedido frente a Japón, esto es, un choque de placas violentísimo, que se transformó en un maremoto aterrador. Y lo es porque han surgido cinco conmociones nuevas. La primera, la energética. A trancas y barrancas, se había logrado que la presión social consiguiese presionar al Ejecutivo y que éste aceptase que no había salida para nuestros costes sin rebajas en los energéticos a través de la energía nuclear. El accidente de Fukushima ha dado nuevas alas a quienes, frente a ésta, ya se batían en retirada. La reacción, a causa de un motivo electoral que políticamente la ha retratado para siempre, de Angela Merkel, contrasta con la firme actitud británica, anunciada por George Osborne, ministro de Economía y Hacienda, quien ha ratificado el 23 de marzo de 2011, al presentar el proyecto de presupuesto, que se relanzará el proyecto nuclear, sencillamente, como glosa la noticia de corresponsal en Londres de «Le Monde», Marc Roche, «porque la electricidad del Reino Unido ha pasado a ser demasiado cara». El que haya surgido la tentación alemana en España es la primera conmoción complementaria muy grave, y el contraste es la subida del precio de la gasolina, el butano, el gas y la electricidad anunciada el 31 de marzo de 2011. La segunda es lo que sucede en los mercados mundiales de alimentos, materias primas y energía. Los datos son cada vez más alarmantes. Los correspondientes a mediados de marzo de 2011, nos evidencia que en un año los precios de las materias primas básicas objeto de negociación en las Bolsas de productos —en cabeza, Londres y Nueva York— , han aumentado, sus precios, en dólares, nada menos que en un 42’4%, correspondiendo a las alimenticias una subida del 42’1%%; a las agrarias no alimenticias, un 89’3%; a las metálicas, un 22’7%, y al petróleo West Texas Intermediate, un 27’9%. Y nosotros somos importadores de todo eso. La tercera ha procedido de la tremenda sacudida generada, en claro proceso de reorganización de las Cajas de Ahorros, por la difusión de rumores en la prensa financiera internacional de que sobre ellas se deslizaba una sombra irlandesa. Véase, sin ir más lejos, la polémica sobre esto expuesta por Marcus Walker y Jonathan House en su artículo «Neighbor’s woes turn a spotlight on Spain», aparecido en «The Wall Street Journal» de 25-27 marzo 2011. Un resultado ha sido la reciente dura valoración de Moody’s a nuestro sistema crediticio y la polémica sobre CAM. La cuarta se denomina Portugal. Como resultado de una pésima política económica, se ha derrumbado el gobierno socialista de José Sócrates, mostrando obligadamente serios nuevos problemas para nuestra economía, tanto en el aspecto real —Portugal es uno de nuestros mayores compradores de bienes y servicios— como en el financiero, en relación con filiales, bonos y otros valores lusitanos. Se suma a todo esto la agitación creciente del vecino mediterráneo islámico, de Marruecos a Siria, sin olvidar a Arabia Saudí o a Yemen. El resultado —quinta conmoción— afectó negativamente a nuestra renta de situación, que había recibido un impulso derivado de un Mediterráneo pacífico y, por fuerza, a nuestro gasto público, a causa de las exigencias de la defensa, salvo que tengamos vocación suicida. Esas cinco sacudidas se producen cuando ya estábamos en el fondo ¿Se inicia, pues, un viaje al centro de la Tierra? ABC. 4-4-2011 Opinión. El País La economía vence a la política Joaquín Estefanía Ha habido dos ideas que se han repetido de modo recurrente en los sondeos realizados a los ciudadanos españoles: que existe un nuevo poder fáctico -los mercados- que mandan más que el Gobierno, sea del signo que sea, a quien imponen sus calendarios y reformas; y que el presidente del Ejecutivo, Rodríguez Zapatero, ya no era creíble hiciese lo que hiciese y dijera lo que dijera; de ahí el extraordinario desgaste que ha acabado con su carrera para el futuro. Ambas tesis se concatenaron en una fecha y en un lugar muy determinado: Bruselas, el pasado 9 de mayo, cuando en una noche dramática para el futuro del euro como moneda común de los europeos se impuso a los países periféricos (fundamentalmente España y Portugal) una política de ajuste duro que, al menos en el caso de nuestro país, significaba un giro copernicano con lo que se estaba diciendo y practicando. A cambio de crear un mecanismo de auxilio a los países con problemas (un fondo de rescate y un modo heterodoxo de actuar del Banco Central Europeo), España, entre otros, debería aplicar un plan de ajuste duro de su economía que en esencia significaba que los ciudadanos deberían vivir con más sacrificios de los que habían soportado hasta entonces. Incluso el presidente Obama telefoneó a Zapatero para convencerle de esa necesidad, ante el riesgo de la crisis de la deuda soberana europea contagiase a los EE UU. Por necesidad política, o por incapacidad, Zapatero no fue capaz de explicar a la ciudadanía, con el dramatismo imprescindible, esos cambios que significaban una reducción casi imposible del déficit público en los términos y plazos comprometidos, y las reformas estructurales (sistema financiero, mercado laboral, pensiones, comunidades autónomas, panorama energético,…) que le exigían imperativamente sus socios con el objeto de tranquilizar a unos mercados altamente especulativos. El presidente se hizo reformista por necesidad con la misma vehemencia con la que hasta entonces había intentado aplicar los planes de estímulo, y la gente no le creyó ni lo entendió. ¿Quién era Zapatero, el de la reforma laboral cuyo eje fundamental ha sido abaratar el despido y que le costó una huelga general, o aquel que decía que no se haría ninguna reforma sin contar previamente con el consenso de los agentes? Por otra parte, la gestión de la crisis económica devino prácticamente en la única agenda política, y el viraje que hubo de dar de forma imperativa a la política económica ocultó la mayor parte del sustrato ideológico, basado en la ampliación de los derechos civiles (por los que pasará a la Historia), de su primera legislatura. No es el momento para hacer un balance de los ocho años de Gobierno de Rodríguez Zapatero, en el caso de que logre acabar este segundo mandato (para el cual parece contar con el apoyo parlamentario suficiente), pero para su convicción socialdemócrata pesará como una losa no tanto si es capaz o no de finalizar las reformas pendientes sino si puede paliar el verdadero efecto diferencial de la economía española respecto de las de nuestro entorno: el porcentaje de paro general (superior al 20% de la población activa); el de desempleo juvenil (42%), con la generación mejor preparada de la historia de España; el que se hayan superado por primera vez desde 1996 los dos millones de parados de larga duración (más de un año buscando trabajo), de los cuales casi la mitad llevan dos años o más en paro; o que el número de hogares en el que nadie de los que buscan trabajo lo haya conseguido supere los 1,3 millones. Además, tres años después de los primeros efectos de la crisis económica sobre nuestro país se empiezan a cuantificar con precisión las consecuencias que ella está teniendo en las condiciones de vida de la gente y en la distribución de la renta y la riqueza, de carácter muy regresivo: los grupos más vulnerables están perdiendo de forma acelerada los estándares de bienestar conseguidos durante la larga etapa de crecimiento anterior, y las políticas públicas no parecen adecuarse a la nueva situación ni a los riesgos que implica. Zapatero tiene poco más de un año para revertir, en lo que sea posible, estas tendencias duales que desfigurarán cualquier balance que se pretenda con intenciones positivas. EL PAÍS. 4-4-2011

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