SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Del caos polí­tico al apocalipsis de Blesa

El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, presentó unos presupuestos voluntaristas en los que confía que 2015 sea un poco mejor que 2014. Pero el Presupuesto no tiene en cuenta la consulta catalana ni la inestabilidad política que puede producirse si el PP pierde, en los comicios municipales, la mayoría en grandes ciudades como Madrid o Valencia, capitales para el triunfo en las legislativas, o el frenazo económico europeo.

Montoro presentó unos Presupuestos creíbles en líneas generales. Pero hay dos aspectos cogidas con pinzas, que deslucen el esfuerzo conjunto. Nadie sabe cómo va a lograr que la recaudación de IVA suba el 7,2 por ciento por término medio si el consumo crece sólo el 2 por ciento y los precios siguen congelados. O cómo hará para que el Impuesto de Sociedades suba el 20,5 por ciento, como si la economía fuera como un cohete.

Hacienda confía en cuadrar el déficit, que debería pasar del 5,4 al 4,2 por ciento, gracias a la mejora del consumo, tanto público como privado, así como al incremento de los efectivos para luchar contra la economía sumergida, que representa alrededor de uno de cada cuatro euros. Montoro vuelve a sacarse un conejo de la chistera para cuadrar los números. Hace un par de años, fueron las cuentas opacas en paraísos fiscales. Todo con tal de no recortar el gasto público, que crece el 4,2 por ciento, en vísperas electorales.

Con métodos tan heterodoxos para cumplir el déficit, no extraña que el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, haya provocado un terremoto de desconfianza en los mercados al anteponer las reformas estructurales de los países miembros a las adquisiciones de deuda empresarial.

El segundo factor que preocupa es la inestabilidad política. El director de la Vanguardia, Màrius Carol, estuvo esta semana en Madrid, para celebrar visitas off the record con políticos y empresarios en las que advirtió del polvorín en que se está convirtiendo Cataluña. Se le vio en un conocido restaurante de la capital en compañía de su editor, el conde de Godó, almorzando con el nuevo responsable del PSOE, Pedro Sánchez, y su secretario general, César Luena, para trasladarles su inquietud.

Por cierto, Sánchez decepcionó al empresariado en su comparecencia pública en unos desayunos informativos, al pedir que los políticos no puedan pasar a la actividad privada cuando dejan sus cargos y tras amenazar veladamente con gravar la riqueza patrimonial. Sánchez predica justo lo contrario de la costumbre en el mundo desarrollado, en el que los hombres de empresa enriquecen la vida política y viceversa. El meteórico ascenso de Podemos hace perder los papeles a los socialistas, que siguen completamente desnortados.

Volviendo al tema catalán, Màrius Carol advirtió a una docena de directores de comunicación de grandes empresas que Cataluña había caído en un «agujero negro» del que nadie sabe como salir. Lo que no dijo es que fue La Vanguardia, que recibe decenas de millones en subvenciones de la Generalitat, la que empujó al líder catalán hacia el abismo.

El conde de Godó retrocedió tras recibir una llamada del Rey Don Juan Carlos, que le dijo textualmente que se arrepentía del título de noble que le había entregado, porque estaba conduciendo a España a la desintegración.

La bronca del monarca, que esta semana fue homenajeado con ocasión del 25 aniversario de la Confederación Empresarial de América Latina (CEAL), provocó el cambio de línea editorial del diario y la llegada de Carol en sustitución de José Antic, enviado al exilio de París.

Mas lamenta su error en privado, pero nada puede hacer ya para enderezar el rumbo, por lo que conducirá a su partido y a él mismo al suicidio político, después de que ERC rechazara la creación de una coalición para concurrir a unas elecciones anticipadas y Rajoy se mantenga cerrado a cal y canto a una reforma de la Constitución.

El Estado intentó enfríar el conflicto filtrando el dossier sobre Jordi Pujol. Pero su efecto se diluyó como un azucarillo. Para más inri, Pujol dejó caer en su comparecencia en el Parlament que él era sólo una rama caída del árbol. Todos se preguntan ahora qué pasaría si cae el árbol entero. La siguiente rama podría ser la del mismo presidente de la Generalitat.

El problema no sólo está en Artur Mas, sino en el Gobierno, que lejos de buscar el diálogo en la trastienda, atiza todos los días el fuego con las palabras de su lideresa, Alicia Sánchez Camacho.

A Rajoy no le salen las cuentas. Si cede en Cataluña, corre el riesgo de agrandar la sangría de votos en el resto de España. El inconveniente es que de aquí a las próximas elecciones generales, previstas para noviembre de 2015, es un período demasiado largo para contener las manifestaciones en la calle.

Muchos empresarios han comenzado a realizar la mudanza a Madrid en silencio o tienen preparado un plan B para abandonar Cataluña en caso de conflicto, ya que nadie garantiza que la autonomía siga dentro de la Unión Europea y mucho menos del euro.

Hay un plan B con el que flirtean algunos políticos: provocar una fuga de depósitos en una entidad financiera de origen catalán para que comiencen a verle las orejas al lobo. Una idea descabellada, que puede acarrear nerviosismo en los mercados.

Falta cintura política y diálogo para encontrar una solución. Rajoy está acostumbrado a no mover un dedo por nada ni por nadie. Su inseguridad le lleva, además, a echar por la borda a todo el político que le haga sombra. El dimisionario ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, se lanzó a la campaña contra el aborto con permiso del presidente, que luego cambió de opinión cuando las encuestas le dieron la espalda. Rajoy pasó meses sin dirigir la palabra a Gallardón. Incluso, lo interrumpía cuando éste intentaba exponer sus tesis en el Consejo de Ministros. La tensión se cortaba con cuchillo. Algo parecido ocurre con Miguel Arias Cañete. Le pidió que fuera candidato a Europa y luego el Gobierno se conformó con la Consejería de Energía, a sabiendas de que era la más problemática para el exministro español, por sus intereses en empresas petroleras. Aparentemente, aguantó las presiones para colocar a una mujer, pero dejó a Cañete en pañales ante la jauría.

La designación de Isabel Tejerina por Cañete o de Rafael Catalá por Gallardón, unido a la confianza que Rajoy deposita en personas sin experiencia política hasta ahora, como el jefe de la Oficina Económica, Álvaro Nadal, o la propia vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaria, está conformando un Gobierno de técnicos en lugar de políticos. Desde dentro se empiezan a cantar las loas de un Ejecutivo de tecnócratas para sacar al país del lodo. Eso está bien, pero se echa en falta hombres de Estado para situaciones difíciles como la actual.

A la Fiscalía le faltó tiempo para filtrar el primer dossier mortífero contra el expresidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, en cuanto cayó Gallardón, como auguró elEconomista. Con la marcha de éste y de Botella, los dos grandes protectores de Blesa, se pasará la página del aznarismo.

El informe sobre el uso de las tarjetas en negro es sólo la punta del iceberg de lo que le espera a Blesa. El caso del Banco de Miami, en el que fuentes judiciales apuntan a la implicación de personas próximas al clan Aznar, puede salpicar al propio exministro Gallardón y a la familia del expresidente. El ministro de Justicia puso todo tipo de pegas para frenar la investigación puesta en marcha por el FBI en Estados Unidos para rastrear el uso de dinero negro en la compra del Banco de Florida.

Es chocante comprobar cómo toda la prensa se lanza a degüello contra el exbanquero de Caja Madrid ahora que está caído. Ningún periódico, con excepción de elEconomista, movió un dedo contra él cuando estaba en el poder. Vamos a tener un otoño movido, tanto económico como político. El panorama se complica.

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