50º aniversario de Mayo del 68 (3)

De Vietnam a París

Eliminar a los pueblos del Tercer Mundo y la lucha antiimperialista de las conmemoraciones del 68 es recortar la parte más revolucionaria y perdurable de aquellos hechos

Y los pueblos derrotaron al imperio

El 1 de enero de 1968, en Saigón, entonces capital de Vietnam del Sur, la embajada norteamericana es atacada por guerrilleros del Vietcong. Así comienza aquel año mitificado hasta la saciedad pero de cuyo recuerdo se borran permanentemente los hechos más revolucionarios.

Aquel golpe de efecto (ni más ni menos que un golpe contra el centro de mando estadounidense) evidenció que el Vietcong no solo podía resistir, sino que estaba ya en condiciones de pasar a la ofensiva.

La entonces invicta superpotencia norteamericana desplegó todo su enorme potencial de destrucción. EEUU arrojó siete millones de toneladas de bombas sobre Indochina, el triple de la suma total durante toda la Segunda Guerra Mundial. Destruyó el 70% de la infraestructura industrial de Vietnam, provocó 5,7 millones de muertos…

Pero perdió la guerra. El mundo pudo contemplar cómo todo el poder militar del imperio nada podía hacer ante la voluntad de un pueblo que lucha por su independencia.

Aquel 1968 fue el principio de la humillante derrota norteamericana en Vietnam, materializada de forma completa siete años después. Y con ello cambió la historia.

Desde el final de la IIª Guerra Mundial una gigantesca oleada descolonizadora había dado origen al Tercer Mundo. A través de luchas persistentes y enconadas, dirigidas muchas veces por partidos comunistas, los pueblos del mundo enviaban al basurero de la historia el colonialismo, conquistando sus propios Estados.«La correlación de fuerzas en el mundo estaba cambiando a favor de los pueblos. Vietnam fue la confirmación más evidente»

La correlación de fuerzas en el mundo estaba cambiando a favor de los pueblos, y Vietnam fue la confirmación de aquel irresistible y decisivo proceso histórico.

Un pequeño país atrasado del sudeste asiático, cuya rebelión debía haber sido aplastada con facilidad, derrotaba de forma completa al mayor imperio que había conocido la humanidad.

No fue un traspiés momentáneo. EEUU, que desde el final de la Segunda Guerra Mundial desplegaba una ofensiva en todo el planeta para imponer su hegemonía global, pasó a estar colocado a la defensiva estratégica. Y fue la lucha de los pueblos, y no la oposición de otra potencia rival, como la URSS, lo que lo colocó en esa situación.

El principio del fin de los nuevos zares

El 20 de agosto de 1968 la URSS invadía Checoslovaquia. Hasta 200.000 soldados y 5.000 tanques del Pacto de Varsovia ocupaban el país. Brezhnev imponía la doctrina de la “soberanía limitada”, que en realidad suponía la liquidación de los últimos restos de soberanía nacional en los países dominados por Moscú.

El carácter socialfascista y socialimperialista -socialista de nombre pero fascista e imperialista en los hechos- de los nuevos zares de Moscú quedaba claro a los ojos del mundo.

El “socialismo de rostro humano” de Alexander Dubcek planteó un amplio programa democrático en el terreno político (libre creación de partidos siempre que aceptaran el modelo socialista, igualdad nacional entre checos y eslovacos, liberación de presos políticos) y social (derecho de huelga, sindicatos independientes, libertad religiosa).«El impulso revolucionario que se vivió en 1968 iba dirigido contra el dominio de las grandes potencias, y su motor principal fue la lucha de los pueblos del Tercer Mundo»

Un ambiente de euforia recorrió el país. Era la Primavera de Praga, donde el pueblo checoslovaco luchaba por decidir libremente su destino, renegociando una posición autónoma dentro del área de influencia de la URSS.

Fue aplastada por la invasión soviética. Pero aquel golpe de fuerza le pasó factura a la nueva superpotencia. Quedaba claro que los pueblos iban a rebelarse contra el yugo de Moscú.

Poco más de treinta años después, esa lucha de los pueblos, como sucedió en Vietnam, se alzaba victoriosa, y quien era liquidada, hasta desaparecer, era la superpotencia que se erguía amenazante sobre el mundo.

Y el mascarón llegó a París

Lorca anunciaba que el mascarón -representación poética de los pueblos oprimidos del mundo, de los negros, de las colonias…- llegaría a Nueva York. Y entonces… “¡Ay, Wall Street!”.

En 1968, el mismo mascarón llegó hasta París. La oleada de luchas antiimperialistas impulsó de forma decisiva las revueltas francesas.

El Movimiento 22 de Marzo, que dirigirá las movilizaciones, se define desde su mismo nacimiento como antiimperialista, solidario con los pueblos vietnamita y cubano, antiburocrático, uniéndose con la Primavera de Praga frente al dominio soviético y anticapitalista.

Reducir el 68 a una rebelión contra los convencionalismos protagonizada por jóvenes contestatarios es subvertir la realidad con el objeto de hacerla asimilable para el poder.

El impulso revolucionario que se vivió en 1968 iba dirigido contra el dominio de las grandes potencias, y su motor principal fue la lucha de los pueblos del Tercer Mundo.

Si se intenta borrar de la memoria, cuando celebramos el 50 aniversario del Mayo del 68, es porque esta sigue siendo la cuestión central en el presente.

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