SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

De tiranos, déspotas y democracia

Se atribuye a Shakespeare una frase prodigiosa que encaja perfectamente con la figura de Draghi y el resto de banqueros centrales: “Excelente cosa es tener la fuerza de un gigante, pero usar de ella como un gigante es propio de un tirano”.Y sin duda que el BCE y sus dos socios de la troika -ese nuevo Gobierno en la sombra- cometerían un error histórico si en aras de sostener el euro rompen la Unión Europea en dos con políticas de ajuste más allá de las que (sin duda) necesita la economía. Una Europa, la del norte, rica y competitiva que capta inversiones del exterior y disfruta de mano de obra barata en la periferia; y otra, la del sur, sofocada con ajustes permanentes que ahogan el crecimiento económico. Una Europa de acreedores y otra de deudores con plomo en las alas.Este es, en realidad, el principal peligro que se deriva de lo decidido por el BCE este jueves. Un banco central que, por naturaleza, no es democrático, tendrá poderes ilimitados para intervenir en los mercados cuando lo estime oportuno. Sin encomendarse a dios o al diablo.O dicho de otra manera, como admitió Draghi, si algún Gobierno se desvía de la senda establecida, sufrirá los rigores del mercado. No habrá compra de bonos y estará condenado a vivir a la intemperie.

No hay duda de que se trata de un planteamiento profundamente antidemocrático debido a que los banqueros del BCE -por fortuna- sólo responden ante sí mismos, por lo que carece de sentido que ellos tengan un papel tan relevante en el control de las finanzas públicas. Una cosa es gobernar la política monetaria y otra bien distinta es decir a los gobiernos -elegidos por los ciudadanos- cómo deben gastar el dinero de los contribuyentes.El hecho de que el FMI -otro organismo no democrático- forme parte también de la troika es más de lo mismo. Se dirá que es lo que sucede en EEUU y nadie, en la cuna de la democracia, se escandaliza, pero no es lo mismo. La Reserva Federal diseña la política monetaria en un solo país, pero la Unión Europea, guste o no, todavía responde a intereses nacionales, lo que le ha obligado a edificar una arquitectura institucional más compleja en la que conviven intereses contrapuestos.Las diferencias entre los Estados de California y de Nueva York son infinitamente menores que las que puedan existir entre Alemania y España. Como ha escrito recientemente Trichet, Europa es “una sociedad de Estados”, pero no es un Estado. Y aunque haya saltado por los aires el esquema de soberanía nacional diseñado en la paz de Westfalia, los Estados continúan siendo soberanos.Es cierto que la transmisión de la política monetaria para asegurar el canal del crédito se ha roto y el BCE debe intervenir, pero sin que pueda exceder los límites de su mandato. Simplemente por una cuestión de responsabilidad política. Los gobiernos son responsables del gasto público y nadie más que ellos.Cuando de manera un tanto frívola se reclama que el BCE compre bonos públicos se olvida que se trata de una patada en la espinilla de la democracia, al margen de su impacto sobre la economía y, en particular, sobre los agregados monetarios y la inflación. Siempre ha resultado chocante que quienes recelan de los mercados son, precisamente, quienes con más insistencia reclaman la creación artificial de dinero para engordar, precisamente, la actividad de los especuladores, cuyo negocio es directamente proporcional a la cantidad de dinero en circulación.La monetización de la deuda escapa del control presupuestario. Y eso es, precisamente, lo que ha pasado en España desde 2008. El sector público se ha endeudado hasta las cejas -más de 350.000 millones de euros- acudiendo a los mercados o, incluso, pidiendo dinero directamente a los bancos. Pero no para invertir y crear riqueza utilizando de forma eficiente los multiplicadores, sino para financiar gasto corriente.

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