Subvenciones cinematográficas

De sanguijuelas y otros gusanos

El dogal del cine español empieza por la hegemoní­a de las majors norteamericanas y el techo impuesto sobre las copias que pueden distribuirse de las pelí­culas españolas. Pero para imponer este dominio sobre una industria con un potencial creativo más que demostrado y un mercado de 500 millones de personas, es necesario desangrarlo.

¿Cómo es posible que un sector formado por un grupo tan amplio de profesionales, de calidad demostrada dentro y fuera de nuestras fronteras, no acabe de despegar como industria? Hablar solo del peso de las majors sería un error. Como también lo es limitarnos a la estrategia de mercado que se sigue y que también hemos abordado desde estas páginas con profesionales como Antonio Saura.

La misma alternativa de la SGAE surgió inicialmente con el objetivo de hacer frente a la industria norteamericana, haciendo fuerte al cine español y a sus profesionales. Empezamos a conocer qué es lo que ha pasado en la SGAE, y podemos empezar a hacerlo también con el cine español; cómo a un cuerpo sano y lleno de vida se le ha extraído, y se le extrae, toda la sangre, gota a gota, para hacer imposible su despegue.

Como en las viejas estrategias de contrainsurgencia, el cine español se ha ido sembrando de sanguijuelas y otros gusanos, que absorben, sin descanso, todo el patrimonio que sale de nuestros bolsillos, destinado a financiar el cine nacional.

En el 2008 Alfredo Landa publicó su biografía, y en ella podía leerse este extracto:

“Para que entiendas por qué he perdido la ilusión te voy a contar cómo funciona el cine español. Aquí lo dice, en el periódico de hoy: «El beneficio industrial para el productor de una película es de un 15 por ciento declarado, con independencia de que llegue o no llegue a estrenarse en salas comerciales o de lo que recaude en ellas»…En plata: que les da igual la película, porque el negocio ya lo han hecho. […] Tú presentas tu proyecto a una comisión. Con un poco de suerte y algún que otro contacto, lo más seguro es que te lo aprueben. Luego te vas al ICAA y sabes que te puede caer una subvención que te cubre el 33 por ciento del presupuesto a condición de que recuperes en taquilla trescientos mil euros, unos cincuenta millones de pesetas. Esto vale tanto para una superproducción como para una película medianeja. No tiene sentido, pero es así. Naturalmente, hinchas la burra todo lo que puedes. Tantos exteriores, una carrera de coches, tres helicópteros, ese actor que arrasa porque está en una serie y que luego, claro, no hará la película porque sigue estando en la serie, en fin, metes en el plan todas las locuras que se te ocurran.” Sigamos la pista de Alfredo Landa:«Las productoras compran las entradas a través de una red de salas en diferentes ciudades.»

El siguiente paso es el de acudir a las cadenas de televisión, que pueden dar hasta cuatrocientos mil euros en subvención. Las cadenas están obligadas a otorgar el 5% de sus beneficios en financiación de películas. Lógicamente esta obligación no pasa por la emisión de la película, que luego puede quedarse acumulando polvo en un cajón. Si le sumamos a esto otros 300 mil euros de las distribuidoras, tenemos un buen “pellizco”. Y después se acude al ICO que da préstamos a un interés del 2%.

La mayoría de las películas españolas o no llegan a estrenarse o no duran más de dos semanas en cartel, lo que hace un poco complicado recuperar los 300 mil euros necesarios para no tener que devolver la subvención. Pero, ¿cómo es posible que ese dinero sí se recaude?, porque se recauda. Y se hace sin ni si quiera tener el número de copias necesarias para que puedan considerarse unos ingresos razonables con ese limitadísimo tiempo de exposición al público.

Sencillamente, las productoras compran las entradas a través de una red de salas en diferentes ciudades.

Estas productoras ocultan los presupuestos a los directores de las películas, presentan presupuestos inflados para cobrar el 33% en subvenciones, y después gastarse la mitad de lo anunciado. Se organizan estrenos “fantasma” en algún pequeño cine y oficialmente la película está en marcha. Después se compran las entradas para cubrir el mínimo legal de recaudación, y la diferencia son los beneficios.

48 cineastas

El verano pasado, un grupo de 48 cineastas, entre los que se encontraban Manuel Huerga, Eduard Fernández, Cesc Gai, Albert Solé, María Ripoll, Sergi Casamitjana, Manuel Martín Cuenca, Verónica Font y Roser Aguilar, dirigieron una carta a Ministerio de Cultura denunciando la situación:

“Muchos productores y cineastas que no participamos de este sistema, a todas luces injusto y pernicioso tanto para la propia industria como por la imagen que proyecta del cine español, nos sentimos engañados y estafados, y con la presente carta queremos decir basta. Basta de dilapidar dinero público en películas que son montadas como estrategias de estafa, hinchando presupuestos y comprando entradas en taquilla para falsificar sus cifras de recaudación. Y basta también de hipocresía de una industria cómplice.

A esto se le llama estafa basada en el engaño (hacer creer en la existencia de algo que en realidad no existe, en este caso los supuestos espectadores), siendo la propia ley la que incentiva esta práctica, ante la mirada cómplice del instituto que dirige, y de una parte significativa de las productoras españolas que siguen las reglas de este juego, algunas por querer recuperar su inversión, otras ya como estrategia concebida desde la gestación de su película.«No es que a la gente no le guste el cine español, sino que lo bueno no tiene salida ni distribución»Aquellos que intentamos levantar nuestras producciones desde la honestidad, el trabajo y el respeto a las leyes y a la ética más fundamental lo tenemos cada vez más difícil para abrirnos hueco en este mundo. Es por ello que pedimos una profunda reflexión sobre los hechos que denunciamos y un sistema más justo y transparente en la concesión de ayudas, con un reparto de las mismas más equitativo en función de parámetros de calidad y de mercado real.En realidad, de eso trata el fondo de esta carta: de proponer un cambio de modelo. Porque cuando una medida se convierte en un objetivo, cesa de ser una buena medida, se corrompe. Los verdaderos responsables de los males del cine español no son las pequeñas sanguijuelas que se reparten pequeños bocados, sino las grandes productoras y distribuidoras que se reparten el gran pastel de las subvenciones destinadas al cine, y que para ello, ningunean a los profesionales y nos estafan a todos.

No ocurre solo que el cine español se quiebra en el cuello de botella de la distribución, ya que unas pocas copias son incapaces de competir con las cientos de copias de las producciones norteamericanas, sino que se corrompe todo el proceso para exprimir el máximo de beneficio, sin importar que muchos de los productos que ven la luz sean auténticos esperpentos, tal y como denunciaba Tinieblas González el pasado 13 de Septiembre. Le arrebataron su película y estrenaron un bodrio porque lo único que le importó a la productora fue cumplir los mínimos para cobrar las subvenciones.

Otra vuelta de tuerca más. No es que a la gente no le guste el cine español, visto el éxito de muchas cintas de los últimos años, sino que lo bueno no tiene salida ni distribución, ya no para competir con Hollywood, sino para existir como industria. De tal manera que muchos de los mediocres productos que se nos ofrecen no son obra de nuestros artistas, sino de las sanguijuelas y de otros gusanos.

Deja una respuesta