El argumentario del fin de ETA I

De la socialización del sufrimiento a la socialización de la responsabilidad

Tras la disolución de ETA asistimos a la difusión de todo un argumentario, es decir un conjunto de ideas, repetidas una y otra vez, que coinciden en ofrecernos una visión distorsionada de los más de cincuenta años de terrorismo. Son ideas aparentemente inocuas o presentadas como bienintencionadas, pero que siembran una peligrosa confusión.

Desmontar ese argumentario, para poder construir desde hoy un relato y una memoria limpia de lo que significó el terror, de sus auténticos responsables, es una batalla decisiva que ahora comenzamos e iremos desarrollando en posteriores números.

Comenzaremos con la que nos presenta la necesidad de un reparto de culpas, intentando convencernos de que el terror no tuvo responsables, sino que fue el resultado de un conflicto que todos alimentaron de una u otra manera.

Bajo la dirección de Josu Ternera, el portavoz del comunicado de disolución y uno de los dirigentes más sanguinarios de la banda, ETA puso en marcha a mediados de los años 90 la extensión del terror a toda la sociedad; lo que acuñaron como la “socialización del sufrimiento” no era más que la aplicación de un terrorismo ciego a toda la sociedad, fuera quien fuera; niños, mujeres, abuelos, profesionales de las fuerzas armadas o trabajadores del comercio se convirtieron en objetivo indiscriminado de las bombas, como única estrategia para tratar de quebrar la voluntad de la sociedad vasca y española.

Su objetivo era quebrar la resistencia de la sociedad vasca y del conjunto de España, que todos se sintieran objetivos del terror.

Ahora, la socialización de la culpa o la socialización de la responsabilidad está en el centro de la batalla por el relato.

En las tertulias, debates y entrevistas sobre el final de ETA se difunde que todos somos de alguna manera responsables de lo ocurrido y tenemos que hacer autocrítica. Tanto el PNV como Bildu coinciden en que si el terrorismo de la banda ha causado dolor, también lo causa el Estado a las familias alejando a los presos en las cárceles.

Equiparan el sufrimiento de las víctimas con el entorno de los asesinos y las víctimas.

De ahí a cuestionar el relato de los hechos solo hay un paso. En un reciente debate en la televisión vasca los representantes de Bildu y PNV se unían para defender los homenajes a los etarras excarcelados como el ofrecido al terrorista que actuó como informador de la banda para asesinar a Joseba Pagazaurtundua.

Nos son homenajes, dicen son ongi etorris, recibimientos. Eso sí, con todos los honores, con pasillos de ikurriñas, pancartas y el aurresku.

El siguiente es pedir a las víctimas y a quienes han estado al otro lado del terrorismo ponerse en la piel del otro y compartir el dolor, como único medio de construir el futuro. ¡Es el momento de la conciliación!

Pero la socialización de la culpa no solo se extiende al pasado, también al presente.

Lo ocurrido en Alsasua es indicativo.

María José, la novia del guardia civil agredido con otra pareja en un bar por 8 abertzales, ha tenido que abandonar su pueblo, sus padres siguen recibiendo amenazas para que se marchen (asaltos al bar que regentan, ataques a su vehículo…), pero la presidenta de Navarra, Uxue Barkos, de la coalición Geroa Bai donde está integrada con el PNV, no va al pueblo a visitar a los atacados, ni a sus padres amenazados, sino a mostrar su apoyo como institución a los familiares de los agresores que están siendo juzgados.

Maria José y su novio y sus padres son responsables por ser guardias civiles y querer tomarse unas copas en el bar del pueblo y no compartir el nacionalismo excluyente.

Todos somos responsables… o sea que los auténticos responsables del terror no tienen que responder de nada. Ese el resultado de esta idea difundida bajo el falso manto de la “reconciliación”.

¿Se imaginan que tras la IIª Guerra Mundial alguien hubiera intentado repartir la culpa entre los nazis y las víctimas de sus genocidios?

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