El Observatorio

Dalí­

Evidentemente cada uno puede hacer de su capa un sayo. Lo que ya no es legí­timo es que se nos intente vender como «capa» lo que realmente es un «sayo». En su edición de hoy, el diario EL PAÍS, buque insignia de la prensa española, y prúrito y espejo de la información cultural, publica un artí­culo -en realidad toda una página, la primera de su amplia sección de cultura de los viernes- sobre los 20 años de la muerte de Dalí­, que ya desde el tí­tulo (Dalí­ o el eterno sonido de la máquina registradora) anuncia y desvela la intención de vendernos como capa (es decir, como «información cultural») lo que no es sino un sayo andrajoso (la elevación del peor tópico sobre Dalí­ a la categorí­a de cuestión esencial).

No menos de tres veces, el artículo reconoce que Dalí "es ya una figura clave de la historia del arte del siglo XX", que "cada vez se le discute menos en su estricta dimensión artística" y hasta menciona "el reconocimiento de su genio como icono del surrealismo". Pero estas tres areciaciones -que, por otra parte, no se merecen, al parecer, ningún desarrollo ni comentario- no son más que un prólogo "obligado" -y casi se podría decir, a regañadientes- para dar paso inmediato a lo que el título anuncia y el artículo corrobora: que la verdadera importancia de Dalí sigue residiendo en su condición de -utilizando el fantástico acróstico de Breton- "ávida dollars". Las "pruebas" que se esgrimen para ello, y que consumen el 90% del artículo, son cuantiosas e irrefutables. Veamos alguna muestra: – "Fue un precursor de la autopropaganda y un genio incomparable de la mercadotecnia". – "Puede ser visto como un roquero en el mundo del arte, pero también como una inacabable máquina de fabricar dinero". – "La marca Dalí generó el año pasado 14 millones de euros en concepto de derechos de autor". -Dalí sigue "siendo una imparable máquina registradora a prueba de crisis y un verdadero mercado ambulante". – "… cada vez genera más beneficios". – Fue cómplice de "la falsificación de su obra seriada". – "Es un nombre indiscutible en el panorama mundial del mercado del arte". – "Su peculiar universo y mundo de símbolos son un negocio en ascenso". – "A medida que se va depurando la imagen del artista aumentan las posibilidades del negocio". Y como colofón podemos extraer este: "… la verdad es que el propio interesado tuvo mucho que ver en su día con este incesante circo" (la cursiva es de la autora). Nada de lo que se dice aquí es probablemente falso. No se trata por tanto de que se mienta o se intente engañar a alguien. No, es otra cosa. El arte de la caricatura se basa en captar el rasgo más destacado de la fisonomía de un personaje y destacarlo de tal modo y en tal proporción que domine la imagen y le imprima carácter. Lo que hace el artículo de EL PAÍS es exactamente eso: caricaturiza a Dalí. Toma un rasgo "daliniano" y, a partir de ahí, dándole unas proporciones gigantescas, nos ofrece un dibujo del personaje. Lo "objetable" de este proceder es triple: por un lado, que se pretenda pasar por "información cultural" lo que es una pura y burda caricatura; por otro, que la caricatura no atine ni de lejos a captar lo esencial de Dalí, sino el tópico más banal y ramplón sobre él; y tercero, que el artículo ni siquiera sea capaz de decir lo obvio: que Dalí -un personaje al que robó y estafó todo el que quiso- es muy posible que en toda su vida supiera cúal es "el valor del dinero". Repito: cada uno puede hacer de su capa un sayo, pero ¿qué concepto cultural prevalece en un medio que ofrece caricaturas de saldo en sus páginas más destacadas y nada menos que para abordar la figura de uno de los genios más complejos del arte español del siglo XX?

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