“El Cid” llega a las series

Cuando tuvimos nuestro “far west”

Las series de las plataformas de televisión son hoy el más eficaz y moderno vehículo de difusión cultural y social, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Cuando la sección española de uno de esos gigantes, Amazon Prime, presentó su serie de referencia para la nueva temporada, muchos se sorprendieron. Estaba dedicada a una figura aparentemente “trasnochada” como Rodrigo Díaz de Vivar, “el Cid”, pero que vuelve a ser hoy centro de atención.

Al éxito de “Sidi, un relato de frontera”, de Pérez-Reverte, se le añade ahora la apuesta de Amazon Prime, bajo la forma de una superproducción, y con Jaime Lorente, el español con más seguidores en instragram y uno de los actores de moda tras su aparición en “La casa de papel” o “Élite”, encarnando a el Cid.

¿Por qué la figura de el Cid sigue siendo en pleno siglo XXI noticia de actualidad?

Responder exige desembarazarse de fardos pesados: los estereotipos y clichés con los que los sectores más reaccionarios secuestraron -y siguen intentándolo- al Cid, deformándolo hasta volverlo irreconocible.

Pocos saben que lo más avanzado de la cultura española nos ha dado una visión del Cid muy alejada de la “tradición casposa”. Desde Rubén Darío o Antonio Machado hasta la generación del 27. Lorca dirigió su mirada a la figura femenina, Doña Jimena, para engrandecerla, y en “Vientos del pueblo”, de Miguel Hernández, el Cid aparece como símbolo de lucha. Y, para expresar el dolor del exilio, Rafael Alberti se identificará con el Cid injustamente desterrado, dedicándole todo un capítulo de uno de sus libros más combativos -“Entre el clavel y la espada”-.

El Cid histórico, el real, caudillo victorioso pero también desterrado y vilipendiado por el Rey, y no el espantajo de inexistentes esencias patrias inmutables al que algunos han querido reducirlo, es el que hoy sigue siendo actual.

Y el acierto de la serie de Amazon Prime es el de beber de la historia y no del mito. Presentándonos un siglo XI peninsular donde cristianos y musulmanes luchan y pactan. Donde en la batalla de Graus el cristiano rey de León y Castilla acude a socorrer a la taifa de Zaragoza frente al ataque de Aragón para proteger las parias -tributos- que recibe del rico enclave musulmán. Dibujando una corte en León donde corren las intrigas de nobles e Iglesia contra el Rey -encabezadas por el conde de León y el obispo, interpretados por Carlos Bardem y Juan Echanove-. Y en la que poderosas mujeres, como la reina Sancha o la infanta Urraca, juegan un papel nada subalterno.

Este es el caldo de cultivo que permite la aparición de una figura como la del Cid.

El Cid, un héroe que nunca debió existir

La fuerza del Cid es que supone una anomalía. Su figura histórica nunca debió haber irrumpido, partiendo de la lógica imperante en la época. Un noble desterrado jamás debió haber podido imponer un principado independiente en Valencia, colocándose a la par con el rey que lo envió al exilio. Y sin embargo, ese aparente imposible sucedió.

La explicación está en el “far west”. No el que nos ha llegado a través de Hollywood, sino el que se vivió en amplias zonas peninsulares durante una parte de la llamada reconquista. La frontera entre los reinos cristianos y musulmanes no fue durante siglos una línea clara, sino un territorio convulso e inseguro. Allí, los rígidos límites feudales no desaparecían pero se difuminaban en aspectos nodulares. La autoridad del Rey, del Estado, era menor, y los pobladores de esas tierras disfrutaban de una autonomía impensable en otros lugares. A través de las razzias de las milicias en los ricos reinos de taifa musulmanes se podía ganar fortuna y escalar posiciones sociales.

Es aquí donde la figura del Cid se convierte en símbolo de esperanzas y valores. Y, paradójicamente, incluso algunas mentiras nos revelan una parte importante de la verdad.

En el Cantar del Mio Cid se presenta al héroe como un infanzón perteneciente a la baja nobleza. Sabemos que no era así, el Cid estaba emparentado con importantes familias de la alta nobleza, y participó en la corte real, un privilegio al que pocos podían acceder. Contrariamente a lo que sucede en casi todos los otros cantares de gesta, aquí para ensalzar al héroe se le sitúa en un escalón social más bajo. 

Lo entendemos cuando comprobamos el abierto desprecio de El Cantar hacia los “ricos hombres”, la aristocracia tradicional. Al convertir al Cid en un infanzón que, por sus méritos y esfuerzos y no por la cuna escala a la categoría de príncipe, se ensalza una movilidad social que, frente al inmutable orden feudal, solo podía existir en ese “far west” de frontera que era la extremadura castellana del siglo XI.

Un universo que vuelve a aparecer en el romance de la Jura de Santa Gadea. Es imposible que un caballero pudiera haber obligado a jurar al Rey, Alfonso VI, que no había participado en el asesinato de su hermano, Sancho II de Castilla. Pero en esa poderosa imagen del romancero está el Cid que se independiza como príncipe de Valencia de la autoridad del Rey, o resuena la máxima de las milicias de Salamanca, “todos somos príncipes y caudillos de nuestras propias personas”.

Aquí está el Cid de carne y hueso, que conectaba con los deseos y anhelos de esa gente de frontera de la reconquista o que fascinó a la generación del 27. Un Cid también irremediablemente mestizo. Solo pudo agigantarse en territorio musulmán, y no en ninguna corte cristiana. Apoyándose no solo en tropas musulmanas -que formaban la mayoría de soldados de su mesnada-, sino también en los conocimientos militares, políticos o científicos de los reinos de taifas.

La serie dedicada al Cid es una oportunidad para, liberándose de lastres, adentrarse en lo mucho que queda por descubrir sobre esta figura histórica.

One thought on “Cuando tuvimos nuestro “far west””

  • Muy, muy buen analisis historico. Si, es que como bien cuenta Pierre Vilar, desde el materialismo historico, ya que era marxista, en «historia de Espanya «,coincidiendo con otros pensadores como Bueno, en Espanya nunca hubo feudalismo, como en Francia o Alemania, aqui habia una mezcolanza con los arabes que daba lugar al far-west que dices,a figuras como el Cid o incluso al proletariado moderno, que si es echado para adelante, es porque desciende del campesinado de las lindes con los moros, no sabiendo si al dia siguiente iba a seguir vivo de las razzias. …El Cid, interesante,mercenario,rey de Valencia, todo un personaje. .. como anecdota comentar, que en el museo de armas de Zaragoza esta la barra de hierro con la que entrenaba fuerza y no la levantan ni entre 2 tios. Vaya fuerza tenia el «tiparraco»

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