Crisis griega: esto no es más que el primer acto

«Esto no es el fin de las crisis para Europa, dado que ha puesto en marcha un engranaje que podrí­a serle fatal. Si los paí­ses de la zona euro pueden hoy levantar bastante capital para financiar el plan de ayuda a Grecia, serí­a otra cosa completamente distinta si quisieran acudir en socorro del Tesoro portugués o español. No tenemos los medios de garantizar a todos los eslabones débiles de la zona euro que el mecanismo puesto en marcha para Grecia lo será puesto también para ellos. O la crisis griega cede rápidamente, o no será mas que el primer acto de una debacle que afecte a toda la zona euro.» (LES ECHOS)

THE WASHINGTON POST.- Lo que tiene sentido, en teoría, es dejar que los griegos quiebren or sus deudas, se desvinculen de la unión monetaria europea durante el tiempo suficiente para reestructurar su economía, y luego vuelvan a unirse. Los inversores siempre había considerado al euro como un marco alemán de iure, pero lo que ahora se vislumbra en el mundo es que se está convirtiendo, de facto, en un dracma griego. Pero una moratoria griega, en realidad, podría desencadenar un proceso de contagio y pánico como pasó en Wall Street en 2008, tras el colapso de Lehman Brothers. Cada una de las otras economías débiles en Europa se convertirían en sospechosas, y los inversores evitarían los bonos de España, Portugal e Irlanda. Si los tenedores de bonos se vieran obligados a admitir una recorte, el resultado podría ser una retirada de fondos de los grandes bancos europeos que poseen esta deuda tóxica. Una crisis de la deuda soberana podría convertirse en una crisis bancaria. THE NEW YORK TIMES.- Durante los años de dinero fácil, los salarios y precios en los países hoy en crisis subieron mucho más rápido que en el resto de Europa. Ahora que el dinero ya no está rodando en estos países, lo necesitan más que nadie para mantener el nivel de vida creado de forma rápida. Pero eso es una cosa mucho más difícil de controlar ahora, que cuando cada nación europea tenía su propia moneda. Ahora que Grecia y Alemania comparten la misma moneda la única manera de reducir los costos relativos de la producción griega es a través de una combinación de inflación alemana y deflación griega. Y ya que Alemania no aceptará la inflación, la deflación sería la solución. El problema es que la deflación (caída de los salarios y los precios) es siempre y en todas partes un proceso profundamente doloroso. Invariablemente implica una depresión prolongada, con un elevado desempleo. Y también agrava los problemas de la deuda, tanto pública como privada, porque los ingresos caen mientras que la carga de la deuda no lo hace o sube. Francia. Les Echos Crisis griega: esto no es más que el primer acto Nicolas Barré Los países de la zona euro están cerca de alcanzar un acuerdo sobre el plan de ayuda a Grecia. ¿Fin de la crisis? Es poco probable. Ciertamente, el plan es un alivio para Atenas. El Estado griego necesita esta ayuda para asegurar sus próximos vencimientos: en lo inmediato debe rembolsar 8.500 millones de deuda el 19 de mayo y no tiene dinero en caja. Sin ayuda, entrara en suspensión de pagos, El plan europeo le permite superar este plazo. Pero tiene otros vencimientos por venir, del orden de 120 a 140.000 millones de euros en tres años. El plan conjunto zona euro-FMI no prevé por el momento más que 45.000 millones de euros: el riesgo de quiebra de Grecia ha sido aplazado, pero no descartado. Esto no es el fin de las crisis para Europa, dado que ha puesto en marcha un engranaje que podría serle fatal. Si los países de la zona euro pueden hoy levantar bastante capital para financiar el plan de ayuda a Grecia, sería otra cosa completamente distinta si quisieran acudir en socorro del Tesoro portugués o español. No tenemos los medios de garantizar a todos los eslabones débiles de la zona euro que el mecanismo puesto en marcha para Grecia lo será puesto también para ellos. O la crisis griega cede rápidamente, o no será mas que el primer acto de una debacle que afecte a toda la zona euro. La credibilidad del plan europeo descansa sobre los esfuerzos reclamados a Grecia. Y son hercúleos: el país está conminado a reducir su déficit en 10 puntos del PIB en dos años. Esto quiere decir: subida del IVA, dos meses de salarios reducidos en el sector público, reducción de efectivos e incluso un retraso en la edad media de entrada en la jubilación desde …los 53 años en que está actualmente ¡hasta los 67! Con sólo enunciarlo, se ve con caridad que este plan no es realista. Que es exactamente lo que dicen muchos inversores hoy: esto no ocurrirá. Quedan entonces dos opciones de las que los europeos no quieren hablar. La primera es la reestructuración de la deuda griega. Opción muy costosa para os acreedores, empezando por los banqueros franceses, pero en última instancia, parece poco realista que el esfuerzo de rigor no vaya acompañado de alguna forma de reestructuración de la deuda a fin de aligerar los vencimientos inmediatos. Y después está la última opción, la opción de último recurso que consistiría en que el Banco Central Europea compre directamente las obligaciones de Estado griego. Esto exigiría volver a poner en marcha la máquina de hacer billetes. Estados Unidos y Gran Bretaña lo han hecho durante esta crisis. El BCE se negó a hacerlo categóricamente. Y hará todo lo posible para evitarlo. Lo que no quieren decir que no llegará un día… LES ECHOS. 30-4-2010 EEUU. The Washington Post La crisis de la deuda griega tensiona la unidad europea David Ignatius Cuando los líderes europeos sentaron las bases de la Unión Europea con el Tratado de Roma de 1957, se habló con optimismo de una "unión cada vez más estrecha", una puesta en común de recursos y una "acción concertada" de naciones diversas. El problema es que los europeos nunca, hasta hoy, se han mostrado dispuestos a aceptar las consecuencias de esta afirmación de unidad. Ellos querían una moneda única, pero se negaron a una política fiscal común que podría permitir una contabilidad equilibrada, querían una bandera común, pero rechazaron una constitución a nivel europeo, desean los beneficios de la comunidad pero no sus limitaciones o responsabilidades. Este tapiz de la integración europea, tejidos tan noblemente por la generación posterior a la Segunda Guerra Mundial, se ha deshilachado en la última década. La semana pasada se podía oír como empiezan a rasgarse las costuras a medida que Alemania y otros países económicamente fuertes aducen problemas para decidir si rescatan a Grecia, el miembro más débil y derrochador. La gravedad de la crisis europea la ilustra el hecho de que no hay buenas soluciones para el lío griego. Las soluciones a corto plazo que los inversores están pidiendo a gritos representan mayores costes a largo plazo. Lo peor es que las instituciones que podrían crear un marco de estabilidad a largo plazo no existen y no es probable que se creen ahora. Lo que tiene sentido, en teoría, es dejar que los griegos quiebren por sus deudas, se desvinculen de la unión monetaria europea durante el tiempo suficiente para reestructurar su economía, y luego vuelvan a unirse sobre una base más honesta y sostenible. Como un administrador de fondos de cobertura advierte: "Los inversores siempre había considerado al euro como un marco alemán de iure, pero lo que ahora se vislumbra en el mundo es que se está convirtiendo, de facto, en un dracma griego." Obviamente el euro de un mismo valor no sirve para todos los miembros. Pero una moratoria griega, en realidad, podría desencadenar un proceso de contagio y pánico como pasó en Wall Street en 2008, tras el colapso de Lehman Brothers. Cada una de las otras economías débiles en Europa se convertirían en sospechosas, y los inversores evitarían los bonos de España, Portugal e Irlanda. Si los tenedores de bonos se vieran obligados a admitir una recorte, el resultado podría ser una retirada de fondos de los grandes bancos europeos que poseen esta deuda tóxica. Una crisis de la deuda soberana podría convertirse en una crisis bancaria. Los ministros de finanzas europeos están inclinados a aprobar un paquete de rescate el fin de semana, pero los números son realmente aterradores. El monto del rescate griego se calcula en un total de 159 mil millones dólares. De acuerdo con el analista financiero David Smick, si paquetes de rescate similares se ofrecieran para España, Portugal e Irlanda, el costo podría ser un adicional de 660 mil millones. El coste total, en otras palabras, podría aproximarse a un billón de dólares si el rescate griego sienta un precedente. El problema central es que la visión de una Europa unida no ha sido igualada por las instituciones o reglas que podrían mantener el orden fiscal. Los europeos en cambio se encuentran atrapados en sus propias estructuras ilusorias. Bruselas tiene una ciudad llena de funcionarios ocupados en dar directrices, pero no hay un ministerio de finanzas común. El Banco Central Europeo en Frankfurt carece de herramientas para un momento de crisis: no puede emitir deuda en nombre de sus países miembros o conducir operaciones de creatividad monetaria como hizo la Reserva Federal durante la crisis financiera de 2008. Durante años, los analistas temieron que el proyecto europeo se desharía por las tensiones Este-Oeste. La primera amenaza fue la Unión Soviética y sus aliados de Europa del Este, luego vino la lucha para absorber a las naciones del bloque del Este en la Unión Europea. Pero resulta que la línea de falla real es Norte-Sur. Las naciones financieramente disciplinadas del norte de Europa, como Alemania, se resienten de las relajadas formas financieras de los sureños, que han tratado el euro como una tarjeta de crédito cuyo saldo no había que pagar. El sueño de una UE "cada vez más amplia, cada vez más profunda" ha sido una fórmula europea de "corrección política" en los últimos años, con los euro-escépticos acusados de retrógrados, nacionalistas y cosas peores. Pero las señales de advertencia del descontento público han estado ahí, con mayor claridad en Francia, la nación que defendió el sueño de una Europa: los franceses en 1992 apenas ratificaron, por un escaso 51 por ciento, el Tratado de Maastricht, que estableció la moneda común, y los votantes franceses en 2005 rechazaron de plano la constitución europea que había sido obra de su ex presidente, Valéry Giscard d’Estaing. La Unión Europea ha sido un logro definido por la generación posterior a 1945. Se reconciliaron antiguos enemigos, desmantelado las barreras comerciales, ayudó a derrocar el comunismo y creó una prosperidad inimaginable. Pero no estableció la única cosa que implícitamente prometió –una unión real– y ahora está pagando el precio. THE WASHINGTON POST. 2-5-2010 EEUU. The New York Times La trampa del euro Paul Krugman No hace mucho tiempo, los economistas europeos solían burlarse de sus homólogos norteamericanos por haber cuestionado la sabiduría de la marcha de Europa hacia la unión monetaria. "En general", declaró un artículo publicado justo este pasado mes de enero, "el euro, hasta ahora, ha ido mucho mejor de lo que muchos economistas de EEUU habían pronosticado". Decían "No puede suceder, es una mala idea, no va a durar", y bueno, no fue así, pero ahora mismo parece haber sido una mala idea exactamente por las razones de los escépticos citados. Y en cuanto a si va a durar, de momento, parece una pregunta sin respuesta. Para entender el lío del euro y sus lecciones para el resto de nosotros es necesario ver más allá de los titulares. En este momento todo el mundo está centrado en la deuda pública, que puede hacer que parezca que se trata de una sencilla historia de gobiernos que no podían controlar sus gastos. Pero eso es sólo parte de los problemas de Grecia, mucho menos para Portugal y no el asunto que afecta a España. El hecho cierto es que hace sólo tres años ninguno de los países actualmente en crisis o cerca de ella, parecían estar en profundos problemas fiscales. En 2007 incluso Grecia tenía un déficit presupuestario que no era mayor, en proporción del PIB, que el déficit que los Estados Unidos tenía a mediados de los años 1980, mientras que España en realidad tuvo un superávit. Y para atraer grandes entradas de capital extranjero, en gran parte porque los mercados confiaban en la pertenencia a la zona del euro, los gobiernos griego, portugués y español hicieron bonos de inversiones seguras. Luego vino la crisis financiera mundial. Los flujos de capital se secaron, los ingresos se desplomaron y se disparó el déficit, y la pertenencia al euro, que había alentado a los mercados interiores de los países en crisis, se convirtió en una trampa. ¿Cuál es la naturaleza de la trampa? Durante los años de dinero fácil, los salarios y precios en los países hoy en crisis subieron mucho más rápido que en el resto de Europa. Ahora que el dinero ya no está rodando en estos países, lo necesitan más que nadie para mantener el nivel de vida creado de forma rápida. Pero eso es una cosa mucho más difícil de controlar ahora, que cuando cada nación europea tenía su propia moneda. En ese entonces, los costos podrían ser armonizados mediante el ajuste de los tipos de cambio, por ejemplo, Grecia podría bajar todos sus salarios en relación con los salarios alemanes simplemente devaluando el dracma sobre el marco. Ahora que Grecia y Alemania comparten la misma moneda, sin embargo, la única manera de reducir los costos relativos de la producción griega es a través de una combinación de inflación alemana y deflación griega. Y ya que Alemania no aceptará la inflación, la deflación sería la solución. El problema es que la deflación (caída de los salarios y los precios) es siempre y en todas partes un proceso profundamente doloroso. Invariablemente implica una depresión prolongada, con un elevado desempleo. Y también agrava los problemas de la deuda, tanto pública como privada, porque los ingresos caen mientras que la carga de la deuda no lo hace o sube. De ahí la crisis. Los problemas fiscales de Grecia serían graves, pero probablemente manejables si las perspectivas de la economía griega para los próximos años parecieran aún moderadamente favorables. Pero no lo son. A principios de esta semana, cuando se degradó la deuda griega, Standard & Poor’s sugirió que el valor en euros del PIB griego no podría volver a su nivel de 2008 hasta el 2017, lo que significa que Grecia no tiene esperanzas de crecimiento para salir de sus problemas. Todo esto es exactamente lo que los euroescépticos temían. Renunciar a la posibilidad de ajustar los tipos de cambio, advirtieron, invitaría a crisis futuras. Y ha sucedido. Entonces, ¿qué va a pasar con el euro? Hasta hace poco, la mayoría de los analistas, incluido yo mismo, consideraban la ruptura de la zona euro básicamente imposible, ya que cualquier gobierno, incluso alguno mencionó que estaba considerando dejar el euro, sería invitar a una carrera catastrófica en sus orillas. Pero si los países en crisis se ven obligados a dejar de pagar la deuda, probablemente se enfrentarán a graves problemas de todos modos, obligándolos a medidas de emergencia, como restricciones temporales a los retiros bancarios internos. Esto abriría la puerta a la salida del euro de esos países. ¿También el propio euro esta peligro? En una palabra, sí. Si los líderes europeos no comienzan a actuar con mucha más fuerza, proporcionando a Grecia la ayuda suficiente para evitar lo peor, se ve muy posible una reacción en cadena que comience con una moratoria griega y termina causando estragos mucho más amplios. Mientras tanto, ¿cuáles son las lecciones para el resto de nosotros? Los halcones del déficit ya están tratando de apropiarse de la crisis europea, presentándola como una lección objetiva sobre los males de un gobierno con tintes socialistas. Lo que realmente demuestra la crisis, sin embargo, es el peligro de ponerse una camisa de fuerza política. Cuando se incorporaron al euro, a los gobiernos de Grecia, Portugal y España se les negó la posibilidad de hacer algunas cosas mal, como imprimir demasiado dinero, pero ahora también se les niega la capacidad de responder con flexibilidad a los acontecimientos. Y cuando la crisis golpea, los gobiernos deben ser capaces de actuar. Eso es lo que los arquitectos de la unión económica por el euro se olvidaron de hacer y que el resto de nosotros necesitamos recordar ahora. THE NEW YORK TIMES. 29-4-2010

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