La nueva polí­tica de EE UU para Afganistán.

Contener, disuadir y formar coaliciones

En Afganistán, la violencia ha alcanzado su máximo nivel desde que las fuerzas lideradas por Estados Unidos derrocaran al gobierno talibán en 2001, y Obama ha admitido incluso que las fuerzas internacionales no están ganando en este paí­s.

El residente estadounidense, Barack Obama, perfiló ayer la que será su nueva polí­tica para Afganistán, donde defendió la necesidad de una «estrategia de salida» y prometió que pondrá un mayor énfasis en el desarrollo económico del paí­s, la diplomacia con el vecino Pakistán y una mejor coordinación con los socios internacionales. Para ello, el enviado estadounidense para Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke, informó hoy a los aliados de la OTAN de la nueva estrategia.En opinión de Obama, la fuerza militar por sí­ sola no pondrá fin a la guerra. «Lo que no podemos hacer es pensar que un enfoque únicamente militar en Afganistán va a ser la solución a nuestros problemas», subrayó en una entrevista concedida al programa de la cadena CBS ’60 Minutes’.Esta estrategia es lo que trató de explicar este lunes en Bruselas el enviado especial de Estados Unidos para Afganistán y Pakistán, quien se reunió con el secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, y luego informó a los 26 embajadores de los paí­ses aliados.Holbrooke destacó la necesidad de aplicar un enfoque regional que incluya a Pakistán para solucionar los problemas de Afganistán, así­ como de incrementar los esfuerzos tanto civiles como militares, según precisó un portavoz de la OTAN. También incidió en la importancia de aumentar de forma significativa el número de efectivos de la Policí­a afgana.Asimismo, el enviado especial declaró a la cadena británica BBC que la prioridad será ocuparse de la situación de las regiones tribales situadas a lo largo de la frontera con Pakistán, donde se refugian los milicianos talibán y de Al Qaeda y desde donde planean los ataques que perpetran en Afganistán. «í‰ste es el principal mensaje que queremos hacer entender. No se puede separar Afganistán de Pakistán», subrayó.Los bombardeos que la aviación militar estadounidense lleva a cabo de vez en cuando sobre el lado paquistaní­ de la frontera han aumentado las tensiones con el Gobierno paquistaní­, mientras que, en Afganistán, las fuerzas extranjeras tampoco gozan de la simpatí­a de una gran parte la población, harta de que mueran civiles a causa de las operaciones militares.En Afganistán, la violencia ha alcanzado su máximo nivel desde que las fuerzas lideradas por Estados Unidos derrocaran al gobierno talibán en 2001, y Obama ha admitido incluso que las fuerzas internacionales no están ganando en este paí­s.Por ello, ha ordenado el enví­o de 17.000 soldados adicionales a Afganistán que se añadirí­an a los 38.000 que ya están allí­ con el fin de dominar la insurgencia talibán y estabilizar el paí­s. Los demás paí­ses, bajo el mando de la OTAN o de Estados Unidos, suman entre todos unos 30.000 soldados, pero en su mayorí­a se han mostrado reacios a aumentar su presencia militar.Los comentarios de Obama fueron el preludio al nuevo plan para Afganistán, que se espera que el presidente anuncie esta misma semana. Según fuentes conocedoras de la nueva estrategia, el plan cubrirá los próximos tres o cinco años y pondrá el foco en contener la insurgencia para evitar que un golpe pueda derribar el frágil Gobierno central. Para ello, se hará necesario establecer nuevas guarniciones militares en bastiones actualmente bajo dominio talibán.Desde principios de enero, las fuerzas de la OTAN en Afganistán han perdido más de 60 hombres, el triple que en el mismo perí­odo de 2008, y se han encendido las alarmas en todos los paí­ses implicados. En Washington, donde Obama insiste en colocar a ese paí­s asiático en el epicentro de su acción exterior, se multiplican los informes, las revisiones estratégicas, los comentarios y los rumores sobre un conflicto lejano pero endiablado que se extiende ya a Pakistán, un Estado de frágiles cimientos, que algunos reputan fallido, pero con un ejército poderoso que dispone de la bomba nuclear, infiltrado por el fanatismo religioso y la corrupción.En un artí­culo en The New York Times, titulado Cómo salir de Afganistán, Leslie H. Gelb, presidente emérito del Council of Foreign Relations, argumenta que una victoria militar en Afganistán exigirí­a unos recursos y unos sacrificios que la opinión norteamericana no está dispuesta a consentir. Por lo tanto, además de mantener la ayuda económica y militar, propone otra estrategia que resalte lo que EEUU hace bien»contener y disuadir, forjar coaliciones» y desista de lo que hace mal «construcción de naciones y guerras interminables». La retirada se completarí­a, como hicieron Nixon y Kissinger en Vietnam, con una virtuosa ofensiva diplomática que explotó la rivalidad chino-soviética y mitigó los efectos del abandono. Y no se cumplió la temible teorí­a del dominó.Los vientos realistas que soplan en Washington insuflan recelo a esa retirada, que expondrí­a a Obama al reproche del derrotismo, y propician el aumento de tropas, de manera similar a lo ocurrido en Irak bajo el mando del general David Petraeus, o la extensión del conflicto a Pakistán y el diálogo con el último hallazgo ideológico: unos talibanes supuestamente moderados. Henry Kissinger bendice esa estrategia, pero centrada en parte del territorio y dedicada a impedir la emergencia de bastiones terroristas, en cooperación con los jefes tribales y sus milicias. Una afganización de la guerra, el reconocimiento de que el combate clásico contra la insurrección «está abocado al fracaso» y la búsqueda de un acomodo con los vecinos.Obama llegara de visita a Europa en abril, presumiblemente después de haber decidido un viraje estratégico en cuya elaboración no participan los aliados de la OTAN. Para obtener el consenso y el aumento de tropas, los estrategas norteamericanos esgrimirán el argumento problemático de que la amenaza del terrorismo islamista es más apremiante en Europa que en EEUU.

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