Freud, Jung y Reich: la encrucijada del psicoanálisis

Con el sexo hemos topado

Las distintas escuelas psicoanalí­ticas han debido enfrentarse a una encrucijada primordial: el papel de la sexualidad en la formación de la psique. Y no puede hacerse sin enfrentarse a la castradora moral dominante.

Freud abre una uerta revolucionariaA veces, la inmensa máquina propagandística de Hollywood tiene la virtud de colocar en boca de todos un tema candente. En noviembre se estrenará una superproducción, protagonizada por Vigo Mortensen -cabeza de cartel de la exitosa trilogía sobre “El señor de los anillos” y convincente capital Alatriste en la adaptación de Díaz Yanes- y dirigida por David Cronenberg -uno de los referentes del cine fantástico-. En ella se hurgará en el enfrentamiento, y posterior ruptura, entre Freud y Jung, dos de las cabezas del movimiento psicoanalítico.Es difícil que esté a la altura de “Freud, pasión secreta” -la imprescindible cinta de John Huston, con Montgomery Clift en el papel del padre del psicoanálisis-, o de los fascinantes viajes a los misterios y conflictos del inconsciente que Hitchcock nos propone en muchas de sus películas -Psicosis, Recuerda, Vértigo, Marine la ladrona…-.Pero, conforme esté más cerca la fecha del estreno, la promoción de la pelicula va a convertir, una vez más, al psicoanálisis en foco de atención de los grandes medios. Una excusa perfecta para adentrarnos en el revolucionario mundo que Freud abrió a principios del siglo XX.La aportación de Sigmund Freud al conocimiento humano es de un valor incalculable. Luchando a contracorriente de las ideas y la moral dominante, Freud abre todo un nuevo continente científico cuyo objeto de estudio es la mente humana; la psique.Su descubrimiento de que la mente humana es una unidad de contrarios, formada por dos instancias psíquicas diferentes, el consciente y el inconsciente, en permanente oposición y lucha, y que esa tensión se constituye como uno de los motores esenciales del desarrollo de cada individuo le abre las puertas para penetrar en uno de los últimos secretos de la existencia humana.El armonioso mundo burgués, dominado por la razón, cuyo impulso conduce hacia un progreso lineal e ilimitado, se resquebraja. La conciencia, la “Razón” burguesa con mayúsculas, es sólo una minúscula parte de nuestra mente, y no la más importante. El inconsciente -albergando conflictos no resueltos y enmascarados- irrumpe poderoso en permanente lucha con nuestro yo consciente.Y, como combustible de ese conflicto que dirige nuestra psique, la represión que impone la moral dominante, castrando nuestros deseos más íntimos, prohibiendo su manifestación pública y relegándolos a los cajones del inconsciente.Una represión que se convierte en autocensura. Mayo del 68 popularizó la consigna “¡Mata al policía que llevas dentro!”. Freud ya había descubierto a ese “policía interior”, el Super-Yo, la interiorización de los principios morales y éticos dominantes, que constriñe permanentemente al Ello -las pulsiones o deseos más íntimos y primigenios-, y mediatiza al Yo -la instancia intermedia entre el deseo y la realidad-, a través de prohibiciones y censuras.La inmensa mayoría de las restricciones impuestas guardan relación con el deseo sexual, la más poderosa pulsión de la humanidad, y por ello mismo la más reprimida.Para desarrollar la teoría del psicoanálisis, Freud debe sostener un arduo combate contra la ciencia y la moral dominantes, que le lleva a afirmar que, con sus descubrimientos, había pasado a formar parte de «aquellos que han perturbado el sueño de la humanidad». Y que, por ello mismo, ya «no podía esperar objetividad ni tolerancia». La intolerancia oficial hacia el psicoanálisisNo podía explicarlo Freud de manera más acertada. Desde el primer momento, la ciencia oficial manifiesta una visceral intolerancia hacia la profunda carga revolucionaria que alberga el psicoanálisis.Freud tiene que asistir impávido a las críticas de la comunidad científica cuando presenta el análisis de un caso de histeria en un hombre. Para la ciencia oficial, sólo las mujeres podían ser histéricas -histeria proviene que la palabra griega que designa al útero-.Pero cuando se manifiesta la auténtica animadversión es cuando Freud presenta a la sexualidad como el principal motor de la psique, y la represión de los deseos sexuales como la madre de todos los conflictos internos. Su atrevimiento al investigar la sexualidad infantil, y su trascendencia en la formación de la psique, indigna a la puritana sociedad burguesa.Con la ascensión del nazismo, la oposición se transforma en un ataque frontal. En 1938, tras la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi Freud, en su condición de judío y fundador de la escuela psicoanalítica, fue considerado enemigo del Tercer Reich. Sus libros fueron quemados públicamente y tanto él como su familia sufrieron un intenso acoso. En un allanamiento de la casa donde operaba la editorial psicoanalítica y de su vivienda, su hijo Martin fue detenido durante todo un día. Una semana más tarde su hija Anna fue interrogada en el cuartel general de la Gestapo. Sus hermanas fueran apresadas más tarde y murieron en campos de concentración. Freud consigue huir y refugiarse en Londres. En el momento de partir se le exigió que firmara una declaración donde se aseguraba que había sido tratado con respeto por el régimen nazi. Freud consintió en firmarla pero añadió el siguiente comentario sarcástico: “Recomiendo calurosamente la Gestapo a cualquiera”.No fue Freud la única figura del psicoanálisis en sufrir la persecución oficial, ni los nazis el único régimen que la practicó.Wilhelm Reich fue uno de los primeros colaboradores de Freud, hacia 1922. De hecho, fue descrito por éste como su “discípulo más brillante”. Como veremos más adelante, Reich desarrolló la importancia de la sexualidad en nuestra vida psíquica.Reich fue, además, un destacado militante comunista. En 1927, se afilió al Partido Comunista de Austria, y creó organizaciones (centros de orientación y consejería sexual) de la juventud obrera por una política sexual (SEXPOL), las cuales tuvieron un importante crecimiento, llegando a superar los 40.000 miembros.Reich debe huir de la barbarie nazi, y se refugia en EEUU. Pero también las “potencias democráticas” se unieron a la caza de brujas contra el psicoanálisis. Los radicales planteamientos de Reich eran excesivos para la puritana sociedad norteamericana.A las dos de la madrugada del 12 de diciembre de 1941, Reich fue sacado de la cama por agentes de la FBI, y llevado a la prisión de Ellis Island. Hasta el 5 de enero de 1942 no se dictó su libertad condicional.Sus trabajos fueron prohibidos en EEUU, y fueron quemados -como hicieron los nazis- bajo la supervisión de la “Food and Drugg Administration”, que exigió la destrucción de prácticametne todos los libros, artículos, escritos y aparatos creados por Reich.Y aquí es donde aparece la primera gran diferencia entre Jung y la trayectoria de las otras dos grandes figuras del psicoanálisis, Freud y Reich.Jung no sólo no se enfrentó a los nazis, sino que aceptó ser presidente honorario de la Sociedad médica de psicoterapia y director de la Revista de psicoterapia, ambas de raíz hitleriana.Primero cohabitó con los nazis, y cuando el desarrollo de la guerra apuntaba hacia el triunfo norteamericano, se apuntó al carro de los vencedores.Documentos norteamericanos recientemente desclasificados, demuestran que Allen Dulles -futuro creador de la CIA- entró en contacto con Jung en su visita a Berna a finales de 1.942, y le convención para que recogiera informaciones útiles para EEUU, convirtiéndose en el agente nº 488 de la Agencia Central de Inteligencia Americana. La sexualidad: La madre de todos los conflictos Pero esta es todavía una diferencia superficial. La divergencia entre los caminos propuestos por Freud o Reich y Jung sobrepasa el de sus posiciones políticas. Reich era marxista, mientras que el pensamiento político de Freud era bastante conservador.Donde se produce la ruptura fundamental entre Jung y el psicoanálisis es en torno a la importancia de la sexualidad en los conflictos de la psique. No es un “enfrentamiento personal” -como presumiblemente nos planteará la superproducción de Hollywood- sino la lucha entre dos concepciones antagónicas.Y no es casual que gire, principalmente, en torno al sexo. La represión de los deseos sexuales es la mayor arma de poder. La carne debe permanecer encerrado en una cárcel de pecado y represión. El cuerpo humano no puede ser libre porque alberga la mercancía más valiosa, la fuerza de trabajo, aquella que al ser explotada genera toda la riqueza, es la fuente de todas las ganancias capitalistas.Al esclarecer el papel primordial de la sexualidad, negado durante milenios, y desentrañar la maraña de represiones que atenazan el deseo, Freud -a pesar de ser un hombre conservador en lo político- se enfrentó abiertamente con la moral dominante. Tras recibir el primer reconocimiento oficial en 1.902, el nombramiento imperial como Profesor extraordinario, Freud ironizaba señalando que “es como si de pronto el papel de la sexualidad fuera reconocido oficialmente por su Majestad”.Aquí es donde se produce la ruptura. Jung consideraba la tesis freudiana de que todos los conflictos de la psique tenían, en última instancia, un fundamento sexual como un “reduccionismo biológico”, y manifestó su rechazo hacia lo que consideraba “un prejuicio materialista que remitía al absurdo”.En una carta fechada en 1.910, Freud le advertía: “Mi querido Jung, prométame que nunca desechará la teoría sexual. Es lo más importante de todo. Vea usted, debemos hacer de ello un dogma, un bastión inexpugnable contra la negra avalancha del ocultismo”.Pero la ruptura ya era inevitable. El 25 de febrero de 1.912, Jung funda la Sociedad de intereses psicoanalíticos, presentando oficialmente sus diferencias con Freud.Según Jung, “la represión no da cuenta de todos los estados de la mente”, y extrapoló el concepto de líbido más allá de las cuestiones meramente sexuales, aludiendo más bien a una idea de energía psíquica en abstracto, cuyo origen y destino no son exclusivamente sexuales.A partir de este momento, Jung viaja hacia caminos idealistas y metafísicos, que le llevan hacia el ocultismo y el gnosticismo. Pero el corazón de la “nueva teoría” elaborada por Jung está en suavizar el conflicto, erosionar las aristas más punzantes de la represión, dar una visión edulcorada de la tensión entre los deseos más íntimos del individuo y las exigencias sociales, enmascarar la castración de nuestras pulsiones más íntimas que la moral dominante exige como trofeo sobre el que asentar su poder.Todos estos conflictos, que Freud presentó valientemente a la luz del día, y que constituyen, no sólo un gigantesco salto en el conocimiento humano, sino también un arma revolucionaria para conquistar un mayor grado de libertad, se diluyen o desaparecen en las concepciones de Jung.Y no es casual que el corazón de la ruptura gire en torno al papel de la sexualidad. Es aquí donde se produce un mayor ataque de la moral dominante hacia el psicoanálisis En este encrucijada candente, Jung se pasó al otro lado, abandonando los fundamentos del psicoanálisis En el otro extremo se sitúa Wilhelm Reich. Conoce a Freud y se adhiere a su forma de ver las cosas y a sus principales enunciados: la libido, o energía sexual, como fuente del desarrollo vital; la idea de que el niño nace con sexualidad; la neurosis como disturbio fruto de la represión sexual en las distintas fases infantiles; la idea del inconsciente; y a su visión terapéutica.Para Reich la mayor parte de la población sufre patologías mentales y vive en condiciones de fuerte represión sexual. Considera que el dominio de una clase social sobre otra necesita que la mayor parte de la población sufra una atrofia en su vida sexual, pues eso garantiza a las clases dominantes individuos pasivos y que acaten la autoridad sin cuestionamientos. De esta manera, Reich concluye que el capitalismo es incompatible con la salud mental de la población.Frente a la idea de que hay que superar la neurosis mediante la adaptación del paciente al principio de realidad, los postulados de Reich implicaban necesariamente que la superación de la neurosis (al menos considerando a la población neurótica en su conjunto) estaría estrechamente ligada a la transformación de la realidad.Los postulados de Reich no sólo suponen un desarrollo del psicoanálisis, sino que también tuvieron una profunda incidencia en las costumbres. Reich fue uno de los precursores de la revolución sexual, aportando ideas como mejora de métodos anticonceptivos, promover uso de anticonceptivos para prevenir abortos, y sobre todo una constante lucha para poder expresar y disfrutar la sexualidad líbremente, al margen de las imposiciones dominantes.

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