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China-Rusia: una geopolí­tica delicada

Un sistema internacional volátil y en rápida transición plantea retos enormes a todos los países. A pesar de hablar de un proceso de «ganar todos» por los resultados y los beneficios de la globalización, la realidad es que el mundo se está convirtiendo en un lugar mucho más competitivo y encarnizado. La geopolítica, que muchos consideraron superflua con el fin de la Guerra Fría, está viva y floreciente en la actualidad. Podemos estar más interconectados y ser más interdependientes que nunca, pero vivimos en una era de crecientes rivalidades regionales e internacionales.La asociación estratégica entre China y Rusia destaca esta cruda dicotomía. Por un lado, su desarrollo en los últimos 20 años ha sido uno de los grandes éxitos en la política exterior rusa y china. Cuando Vladimir Putin y Hu Jintao describieron las relaciones como las mejores en la historia de los dos países, lo hacen con considerable justificación. Por otro lado, no hay interacción que no plantee otras tantas preguntas geopolíticas críticas. A pesar del impresionante crecimiento de las relaciones bilaterales, se trata de una relación cuya forma viene dada de principio a fin por la geopolítica. La geopolítica de las relaciones sino-rusas es evidente en varios niveles. En primer lugar, se trata de un fenómeno global centrado en la interacción entre China, Rusia y Estados Unidos. Una triangulación clásica del tipo de la perseguida durante la Guerra Fría pero que dejó de existir después de la caída de la Unión Soviética. Sin embargo, bajo Boris Yeltsin en la década de 1990 y más tarde con Putin, Rusia ha seguido viendo la asociación con China como el principal medio para contrarrestar el poder de EEUU, y de maximizar la influencia de Rusia y su Estado en el sistema internacional.Los acontecimientos recientes sólo han reforzado esa forma de pensar. Las dificultades de EEUU en el interior y en el extranjero, la crisis de la zona euro y el ascenso espectacular de China – son todos factores que refuerzan la convicción del Kremlin de que una estrecha relación con Beijing es esencial para una Rusia que aspira a ser un polo independiente e igual en un nuevo orden multipolar. Moscú considera a China no sólo como un activo estratégico por derecho propio, sino también como el actor central de una mayor coalición no occidental – concretada por los países BRICS. A pesar de algunas preocupaciones de que una China muy poderosa podría amenazar los intereses rusos en el largo plazo, la prioridad inmediata de Putin es desafiar la preeminencia estratégica de los Estados Unidos y el liderazgo normativo de Occidente.Beijing valora la noción de Rusia como contrapeso estratégico para Estados Unidos como absurda, dadas sus capacidades muy diferentes. Asimismo, considera que un crudo equilibrio geopolítico no es útil para los intereses chinos. A pesar de las crecientes tensiones con Washington, la relación con Estados Unidos sigue siendo mucho más importante para Pekín que la altisonante «cooperación estratégica y la colaboración integral » con Moscú. Sin embargo, Zhongnanhai [sede del gobierno de la República Popular China] reconoce que el desarrollo de las relaciones de asociación sino-rusa ha sido muy beneficiosa. Salvaguarda la «retaguardia estratégica» de China en el noreste de Asia y Asia Central. Proporciona un apoyo diplomático valioso en unos momentos en que China se enfrenta a una creciente presión de Estados Unidos, las grandes potencias europeas y muchos países de la región Asia-Pacífico. Y la coordinación con Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU refuerza su capacidad para defender la primacía de la soberanía nacional y la doctrina de la «no injerencia» en contra del intervencionismo moral liderado por Occidente.

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