Bermejo anuncia por sorpresa su dimisión

Cazador cazado

No habí­an pasado casi ni 72 horas desde que escuchamos a Zapatero defender encendidamente en el Congreso la gestión de su ministro de Justicia y al propio Bermejo rechazar airadamente las peticiones de dimisión por parte del PP, cuando esta mañana, el mismo ya ex ministro convocaba de forma sorpresiva una rueda de prensa urgente para anunciar su dimisión. ¿Qué ha pasado en este breve espacio de tiempo para un cambio tan radical?

Todavía están frescas en la retina las imágenes del asado miércoles en la sesión de control al gobierno. En ella, Zapatero respaldó abiertamente a Bermejo, negó con rotundidad que lo fuera a cesar y acusó al PP de “estar más preocupados por sus problemas que por los de los españoles” al reclamar insistentemente su dimisión. Unos minutos después, un Bermejo exultante –que en su caso equivale a decir insultante– se ratificaba en lo dicho por el presidente del Gobierno, “claro que no dimito, porque tengo que trabajar por este país”. No han pasado ni cinco días de aquello y Zapatero, por lo visto, ha cambiado de opinión y ahora él también está “más preocupado por los problemas” del PP que por otra cosa. Y el “claro que no dimito” de Bermejo se ha tornado en un fulgurante “claro que dimito”. No es posible entender un cambio tan radical de valoración sin que entre medias hayan ocurrido cosas importantes. Para nadie es un secreto que, con la dimisión de Bermejo, el PP se apunta un tanto político, mientras que el PSOE muestra un síntoma evidente de debilidad, algo que en medio de una campaña electoral de tanta importancia como las que se celebran este domingo en Euskadi y Galicia constituye una anomalía política. Al forzar la dimisión de Bermejo en estas condiciones, el PSOE pone de manifiesto que tiene bastante más que perder que ganar en el asunto. ¿Qué es lo que gana, o busca no perder, Zapatero con esto? En primer lugar, resulta evidente que la dimisión de Bermejo está directamente relacionada con la campaña electoral. Nadie hace un movimiento político de esta dimensión sin echar antes cálculos electorales en las vísperas de una cita con las urnas. Las encuestas que ayer publicaban todos los medios de comunicación eran prácticamente unánimes en un punto: el PSOE se estanca, cuando no retrocede, y el cambio en Euskadi parece desvanecerse a la misma velocidad que aumentan las posibilidades de un cambio en Galicia. Lo que hace sólo un mes se daba prácticamente por seguro, que Patxi López sería el nuevo lendakari y que Touriño repetiría fácilmente la victoria, hoy, a seis días de las elecciones, está en el aire. Y en el estancamiento del PSOE juegan dos factores de peso. Por un lado los efectos de la crisis y por el otro lo que podríamos resumir con la imagen de Bermejo de cacería. Evidentemente, el factor decisivo es el primero. Pero ante él poco puede hacer el gobierno para cambiar la decisión de los votantes. Por lo que han decidido actuar radicalmente sobre el segundo. Que en términos de correlación de fuerzas política general significa doblar la rodilla ante el PP, pero que coyunturalmente han valorado que pueden utilizar como argumento electoral. La rápida reacción del gobierno ante algo que pueda oler mínimamente no ya a corrupción sino a conducta inadecuada, frente al atrincheramiento del PP ante sus casos de corrupción. Argumento que de hecho han empezado hoy mismo a utilizar públicamente. Muy mal, mucho peor de lo aparecido ayer, tienen que estar las encuestas para el PSOE para que se hayan visto obligados a tomar una decisión así. Otra hipótesis pensable –y que no es necesariamente contradictoria con la anterior– tiene más calado y está relacionada con la cruenta batalla desatada en torno a la trama de corrupción del PP. Nadie desconoce que el sumo valedor de Zapatero, Botín, se está tropezando con un rosario de problemas y dificultades en los últimos 6 meses. De ser un personaje intratable –en el sentido de intocable–, su figura y su gestión ha empezado a ser cuestionada abiertamente en los medios de comunicación. Ayer mismo, sin ir más lejos, dos crónicas publicadas en medios tan distintos como El Confidencial de Jesús Cacho y el grupo Vocento –que no publicó el artículo en su diario de referencia, ABC, pero sí en casi toda su cadena de periódicos regionales– hablaban del ocaso de Botín, abiertamente el primero, implícitamente el segundo. Pero en ambos casos, su lectura dejaba en el aire la incógnita de si la situación del Santander es realmente tan seria y delicada como para hablar en esos términos. O si lo que estaban haciendo era lanzar una severa advertencia. En el sentido de que seguir hurgando sin piedad en las tramas de corrupción del PP sólo puede conducir a una auténtica guerra sin cuartel, en la que el otro bando también está en condiciones de utilizar munición de grueso calibre. Tan grueso como para apuntar directamente al gran protector de Zapatero, su política y su gestión durante todos estos años. Hipótesis que, de ser cierta, casaría a la perfección con la radical decisión de hoy. Que se convertiría en algo así como la firma de una tregua momentánea antes de que la cosa pase todavía a mayores. Lo comprobaremos los próximos días y semanas. Primero con los resultados del 1-M. Posteriormente con la evolución del caso sobre la trama de corrupción del PP.

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