La sorprendente huida de Puigdemont

Causar el mayor daño posible

Aunque el relato de Puigdemont no se corresponda con la realidad, sí cumple un papel: degradar la imagen exterior de España.

El anuncio de la huida a Bruselas de Puigdemont y cinco de los ex consellers de su cesado govern ha causado estupefacción e indignación en buena parte de la sociedad catalana y en el resto de España.

Algunos lo explican como una desesperada maniobra para enfrentar el incierto horizonte judicial abierto tras la presentación por parte de la fiscalía de una querella que puede llevarlos a prisión. Otros hablan de la “improvisación” de la cúpula de un procés que ha sido poco menos que desarticulada.

Cometeríamos un grave error si pensáramos así. No nos enfrentamos a delincuentes comunes que huyen de la justicia, ni a un grupo de individuos sin apoyos ni influencia. Puigdemont representa a las élites capaces de impulsar un proyecto que está comprometiendo gravemente la integridad territorial de la 14ª potencia mundial.

Con su viaje a Bruselas, Puigdemont no esperaba pedir un asilo político que el gobierno belga no iba a conceder. Tampoco formar un “gobierno en el exilio”, mientras el PDeCAT y ERC ya han anunciado que comparecerán a las elecciones del 21-D.

Lo que sí perseguía Puigdemont era causar el mayor daño posible a España, contribuyendo a su degradación en el concierto de naciones, en una plaza internacional con tanta proyección como la capital de la UE.

En la rueda de prensa ofrecida en la capital belga -y en la que solo admitió preguntas de los medios internacionales- Puigdemont se esforzó por presentar a España como un estado autoritario, que persigue a los independentistas por sus ideas, que ejerce una violenta represión contra la población, y donde la justicia no ofrece garantías.

Aunque ese relato no se corresponda con la realidad, sí cumple un papel: degradar la imagen exterior de España.

¿Al servicio de quién y de qué?

Aunque a los grandes centros de poder mundiales -EEUU o la UE- no les interese ahora respaldar la fragmentación de España, sí utilizan la degradación política del país como medio para aumentar su intervención, con el objetivo de perpetuar el saqueo de nuestras riquezas.

Puigdemont juega esa carta y -presentándose en una web como “presidente en el exilio”- se ofrece como ariete, esperando obtener recompensas con ello. Aunque suponga empujar a Cataluña, y al resto de España, a un abismo que pagaríamos todos.

Al cierre de esta edición no sabemos todavía si Puigdemont comparecerá ante la justicia, o si permanecerá en Bruselas, obligando al gobierno español a detenerlo.

No hay que descartar ninguna opción. Y, pase lo que pase, no debemos bajar la guardia ante quienes ya han demostrado estar dispuestos a todo para causar el mayor daño posible.

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