Hace mucho ya que multitud de juristas -dentro y fuera de Brasil- vienen denunciando que el escandaloso cúmulo de irregularides del juicio que ha llevado al expresidente brasileño Lula da Silva a la cárcel de Curitiba es un ejemplo puro de lo que se conoce como ‘lawfare’: la mala utilización y el abuso de las leyes del procedimiento jurídico con fines políticos.
Ahora, un extenso reportaje publicado por el prestigioso periódico de investigación The Intercept pone luz y taquígrafos a una flagrante prevaricación, revelando decenas de conversaciones privadas del entonces juez instructor Sergio Moro -hoy ministro de Justicia de Bolsonaro- con el fiscal del caso Lava Jato, Deltan Dallagnol.
Un reportaje en el Intercept Brasil, del periodista norteamericano Glenn Greenwald, ha aportado pruebas incontestables de lo que para millones de brasileños hace mucho que es evidente: que el proceso judicial que ha llevado a la cárcel a Lula da Silva es una farsa jurídica diseñada para impedir a toda costa el retorno del Partido de los Trabajadores al gobierno de Brasil.
El diario «revela años de conversaciones, audios y videos, donde se constatan una enorme cantidad de irregularidades”, afirma Greenwald. Este prestigioso periodista neoyorquino residente en Rio de Janeiro recibió el Premio Pulitzer 2014 por hacer públicas las revelaciones de Edward Snowden sobre el programa de vigilancia PRISM y otros programas de la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU clasificados como de alto secreto.
Las conversaciones evidencian hasta qué punto el juez Moro y el fiscal Dallagnol, intercambiaron mensajes de texto durante la investigación del caso para coordinar su estrategia contra Lula, algo prohibido por la Constitución y el Código Penal brasileño. Y cómo fue el hoy ministro de Justicia de Bolsonaro el que espoleó todo el proceso, liquidando cualquier apariencia de imparcialidad entre los argumentos de la acusación y la defensa. «Moro recomendó al fiscal que cambiara el orden de unas etapas de la investigación, dio consejos estratégicos y pistas informales de investigación y sugirió recursos al Ministerio Público como si él fuera un superior jerárquico de los fiscales y de la Policía Federal”, dice el reportaje.
En un momento del proceso, las transcripciones revelan que los fiscales están inquietos. Son perfectamente conscientes de que carecen de pruebas sólidas sobre el papel de Lula como “máximo comandante” de la red de corrupción. Moro le traquiliza: «Siga firme».
En otro momento, los mensajes revelan que su labor nada tiene que ver con la investigación de un delito: tienen objetivos plenamente políticos. “Ando muy preocupado por una posible vuelta del PT pero he rezado mucho para que Dios ilumine a nuestra población y que un milagro nos salve”, dice el fiscal Dallagnol, feligrés, al igual que Bolsonaro, de una de las numerosas iglesias evangélicas brasileñas que promueven el odio contra la izquierda petista.
La información obtenida por The Intercept esclarece la conspiración de Moro y Dallagnol. Pero juez y fiscal no son sino los brazos ejecutores de una trama mucho más profunda, que hunde sus raíces en las entrañas del Estado brasileño y que tiene su fuente más profunda en las negros proyectos de la superpotencia norteamericana.