La pérdida del poder, después de 30 años de tener en sus manos el Gobierno, ha provocado en el PNV la necesidad de cambiar la línea representada por Ibarretxe, Arzallus, Egibar y compañía, el alma etnicista, profundamente reaccionaria, que le ha llevado «triunfalmente» a la derrota. La lucha entre las dos almas del PNV vuelve a salir a la superficie. La línea «posibilista» de Urkullu y del defenestrado Imaz, una vez se han deshecho del lastre de Ibarretxe, se ha atrevido a hinchar el pecho. Después de los ataques sufridos por el anterior presidente del PNV, Imaz, provenientes de la otra alma y dirigidos por el mismo Arzallus, Urkullu no se atrevió a enfrentarse a Ibarretxe. Las inminentes elecciones autonómicas, donde el PNV corría serio riesgo de perder el poder, como ha ocurrido, obligaban a las dos almas del nacionalismo vasco a fundirse para conservar el mando del régimen construido en base al control del poder autonómico. El PNV necesitaba una «perestroika» que debían encabezar los sectores que representan Imaz o Urkullu. Pero para que eso fuera posible era imprescindible enviar al PNV a la oposición.
El alma rofundamente reaccionaria encarnada en Arzalluz e Ibarretxe había vencido anteriormente al alma “posibilista”. ¿Se atreverán estos sectores del PNV a enfrentarse consecuentemente y a romper con el “alma” reaccionaria; se atreverán a abandonar su tradicional “pragmatismo” y su “mirar hacia otro lado”, para acabar con fuerza de la línea etnicista excluyente? O sus intereses en la reconquista del poder autonómico, que comparten con el otro “alma”, pesarán más, y preferirán seguir conviviendo con su negra sombra.