Selección de prensa internacional

Brasil recurre a China

El Wall Street Journal da hoy la noticia en portada. Con motivo de la llegada de Lula a Pekí­n para una visita de Estado de 48 horas, el gigante petrolero brasileño estatal Petrobras -que a lo largo de los dos últimos años ha hecho una serie de descubrimientos que pueden colocar a Brasil como una de las grandes potencias petrolí­feras del mundo -ha anunciado que tiene avanzadas negociaciones con el gobierno chino para que éste financie la explotación de sus gigantescas reservas petroleras.

La noticia tiene mucho más calado que el simlemente económico. Al poner de manifiesto tres cuestiones geopolíticas de especial relevancia para entender la realidad del mundo actual y sus perspectivas de desarrollo en el futuro inmediato. En primer lugar, y como ya adelantamos en esta sección hace un par de semanas, en el primer trimestre de 2009 China acaba de desbancar la histórica preponderancia de más de medio siglo de EEUU como principal socio comercial de Brasil. Como recordaran los lectores, en aquella ocasión reproducíamos un artículo del diario paulista O Globo –órgano de expresión por excelencia de la oligarquía financiera e industrial de Sao Paulo, el corazón económico del país– en el que se criticaba a Lula por dedicar tan poco tiempo a la visita al gigante asiático, exigiéndole una mayor profundidad estratégica en las relaciones políticas y diplomáticas que abrieran paso a una relación más amplia en el terreno económico, financiero, industrial y comercial entre dos de los grandes mercados emergentes del mundo. En segundo lugar, es absolutamente sintomático que, ante las necesidades urgentes de una amplia financiación para desarrollar sus ambiciosos proyectos estratégicos, Petrobras recurre a China, dejando de lado los tradicionales mercados financieros norteamericanos y europeos. Sintomático no sólo porque expresa la realidad actual de que únicamente en el país asiático se encuentran hoy en día los recursos de capital y financiación necesarios para acometer grandes proyectos, sino sobre todo porque revela, en medio de la crisis económica mundial, quién está tomando ventaja para adquirir la delantera en distintos terrenos y, por tanto, las sustanciales variaciones de las líneas maestras del nuevo tablero geopolítico que empieza a dibujarse para el futuro inmediato. En tercer lugar, porque como dice el propio Wall Street Journal, estamos asistiendo, con la irrupción de China y las naciones emergentes en ese mercado una “nueva geopolítica del petróleo, donde los acuerdos se generan a partir de un entendimiento político y dejan a un lado a las petroleras internacionales”. El crédito de China a Petrobras –que no incluye sólo la financiación, sino también el intercambio de maquinaria y servicios por suministro asegurado de petróleo brasileño– se suma a acuerdos de similares características realizados recientemente también por Pekín con gigantes energéticos como Rusia, Irán o Kazajistán. EEUU. The Wall Street Journal EN TEMPOS DE CRISIS, BRASIL RECURRE A CHINA John Lyons La industria petrolera de Brasil ha acudido a China como fuente de financiamiento en lo que constituye el último indicio de cómo la influencia del país asiático está creciendo en medio de la crisis económica. El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva se dispone a arribar hoy a Beijing para reunirse con el presidente chino Hu Jintao, que se estaría aprestando a liberar miles de millones de dólares de crédito para ayudar a Brasil a explotar sus gigantescas reservas petroleras. Brasil, a cambio, garantizará el envío de petróleo a firmas chinas. La crisis financiero ha acercado a los dos países. El gigante petrolero estatal Petróleo Brasileiro SA, Petrobras, quiere invertir US$174.000 millones en los próximos cinco años para elevar a Brasil a las grandes ligas de los países productores de crudo. Ahora que los mercados internacionales de capital están con respirador artificial, China es una de las pocas fuentes de efectivo disponibles. Petrobras recurre a China en un momento en que el apetito de Beijing por las materias primas ha amortiguado el impacto de la crisis en América Latina, una región donde abundan los recursos naturales. En marzo, China superó a Estados Unidos como el mayor socio comercial de Brasil. Aún se negociaban los términos del acuerdo antes de la partida del mandatario brasileño, dijo un ejecutivo de Petrobras, aunque la petrolera ya divulgó los grandes lineamientos. Sobre la mesa está un plan para intercambiar un préstamo de US$10.000 millones por hasta 200.000 barriles diarios de crudo. El objetivo principal de China, sin embargo, es usar los préstamos para adjudicarse contratos para proveer servicios y maquinaria en momentos en que Brasil está endureciendo su postura al negociar con empresas extranjeras, dijeron expertos de la industria. Incluso antes de que se cierre un acuerdo, los meses de negociación entre funcionarios chinos y brasileños ilustran la ventaja competitiva para las firmas chinas que cuentan con el respaldo estatal cuando es muy difícil acceder al crédito. Brasil se acercó a China a pesar de que muchos de sus anteriores proyectos de inversión bilaterales han resultado decepcionantes, algo que pone de relieve la importancia de China como prestamista de última instancia. "EE.UU. tiene un problema", dijo hace poco Sergio Gabrielli, el presidente ejecutivo de Petrobras, cuando se le consultó sobre las negociaciones con Beijing. "No hay nadie en el gobierno de EE.UU. con quien nos podamos sentar a conversar sobre este tipo de temas que estamos tratando con China". Gabrielli se refería al hecho de que los bancos estatales chinos están dispuestos a conceder grandes préstamos para ayudar a cumplir los objetivos energéticos del país a largo plazo: asegurar fuentes globales de suministro diversas y lograr el ingreso de sus petroleras a regiones clave. Una reciente ola de préstamos petroleros a Rusia, Kazajstán y otros países ha contribuido a elevar los préstamos totales por encima de los US$45.000 millones. Este tipo de préstamos directos del gobierno son una herramienta cada vez más potente en una era en la que tres cuartas partes de las reservas petroleras del mundo están en manos de compañías estatales. Al tratar directamente con los gobiernos de los países productores, China puede usar su riqueza para reducir el rol de las grandes petroleras privadas, los intermediarios tradicionales entre productores y consumidores de petróleo. "Lo que estamos viendo es la nueva geopolítica del petróleo, donde los acuerdos se generan a partir de un entendimiento político y dejan a un lado a las petroleras internacionales", dice Roger Diwan, socio de la consultora estadounidense PFC Energy. Sin duda, petroleras de la talla de Exxon Mobil Corp. y Royal Dutch Shell tienen importantes ventajas en tecnología y pericia en gestión empresarial en comparación con compañías estatales, algo que las hace esenciales para la industria. Las reservas petroleras más prometedoras de Brasil están a varios kilómetros por debajo del océano, rocas y capas inestables de sal y extraerlas seguramente demandará la experiencia y conocimiento de las principales firmas de la industria. Petrobras, que es controlada por el gobierno pero opera con una lógica de libre mercado y cuyas acciones se cotizan en la Bolsa de Nueva York, está en una posición inusual en la industria global, tras realizar importantes hallazgos de gas y petróleo. Sus reservas superan con creces el personal y los recursos de la compañía para extraerlas. Brasil lanzó un ambicioso plan para cambiar todo eso, y ha prometido cumplirlo a pesar de la crisis global. THE WALL STREET JOURNAL. 18-5-2009 China. Diario del Pueblo EL NÚCLEO INVARIABLE El Departamento de Estado de los Estados Unidos publicó días atrás un informe, en el cual sigue poniendo a Cuba, Irán, Siria y Sudán en la lista de “países de apoyo al terrorismo”. El canciller cubano reaccionó inmediatamente y denominó al redactor del informe de la parte estadounidense como delincuente internacional. El gobierno estadounidense mostró un espíritu “reformista” en numerosos temas diplomáticos y una práctica moderada y práctica. Esta lista que parece no llevar el compás con la “reforma” refleja el núcleo invariable de la diplomacia estadounidense. Ante todo, el cambio es un medio para hacer realidad el objetivo, y lo invariable es el objetivo estratégico. El vicepresidente estadounidense Biden resumió las tácticas diplomáticas del gobierno estadounidense en “contacto”, “escuchar atentamente” y “consulta”. Pero Obama manifestó que “renunciar a la posición líder de Estados Unidos en el mundo es un error que no debemos cometer en absoluto”. Lo que quiere cambiar Washington no es más que “el modo de dirigir el mundo”. Aunque mostró una postura de diálogo con Cuba y otros países en el período anterior, Estados Unidos sigue considerando a estos países como rivales en el aspecto estratégico. La lista de “apoyo al terrorismo” demuestra las preocupaciones de Estados Unidos por las “amenazas reales y latentes”. En segundo lugar, lo que cambia es el estilo de actuación y lo invariable es la tradición diplomática. El gobierno estadounidense no ha renunciado definitivamente al núcleo de la tradición diplomática estadounidense como la búsqueda de fuerza dura y la seguridad tradicional, sino que ha puesto énfasis en las formas y habilidades para poner en práctica estas tradiciones y apoyarse en mayor grado en el empleo de “fuerza hábil” para satisfacer las necesidades de intereses de los Estados Unidos. Mantener a Cuba y otros países en la lista de “apoyo al terrorismo” conserva el contenido de la tradición diplomática estadounidense y, al mismo tiempo, integra la “presión moral” y el relajamiento en las sanciones, con miras a utilizar esta fuerza integrada para alcanzar su objetivo. La “lucha antiterrorista” siegue siendo un énfasis de la diplomática estadounidense; al subrayar la cooperación internacional y el traslado estratégico, EEUU procura más bien el compartimiento del costo antiterrorista por otros países y la elevación de la eficiencia antiterrorista, y no significa que Estados Unidos se vea obligado a pasar a la defensiva en el problema antiterrorista por la presión de la crisis financiera interna. En esta lista de “apoyo al terrorismo”, algunos países no tienen muchos vínculos con los principales campos de batalla de Estados Unidos en la lucha antiterrorista, pues mantenerlos en la lista refleja desde un lado el intento estadounidense de continuar predominando en el derecho de palabra en la arena internacional. En tercer lugar, lo que cambia es la idea administrativa del gobierno estadounidense y lo invariable es el procedimiento complejo de toma de decisiones diplomáticas y la prueba de fuerza por intereses. Aunque el reajuste diplomático ha sido objeto de muchos elogios, ha atraído también dentro del país crítica de los conservadores y ataque de las fuerzas duras. Ciertos grupos poderosos estadounidenses no tienen buena gana de aceptar conciliación y negociaciones. Ellos recurren al Congreso y los medios de comunicación para ejercer presión, haciendo que la Casa Blanca preste atención a sus reclamos. En cierto sentido, la política dura hacia los “países de apoyo al terrorismo” es producto de la prueba de fuerza entre las fuerzas de diversas tendencias en los Estados Unidos. Con respecto al objetivo tradicional decidido por los intereses nacionales, la fuerza y las ideas diplomáticas, los dos partidos estadounidenses son siempre idénticos en lo fundamental y diferentes en detalles, de modo que el invariable núcleo de la diplomacia estadounidense tal vez no pueda ser afectado por el reajuste táctico. DIARIO DEL PUEBLO. 16-5-2009 EEUU. The New York Times EL IMPERIO DEL CARBÓN Paul Krugman (desde Taiwán) He visto el futuro, y no va a funcionar. Éstos deberían ser tiempos de esperanza para los defensores del medio ambiente. La ciencia basura ya no impera en Washington. El presidente Obama ha hablado de forma enérgica sobre la necesidad de tomar medidas contra el cambio climático; la gente con la que hablo tiene cada vez más confianza en que el Congreso apruebe pronto un sistema de incentivos económicos que limite las emisiones de gases de efecto invernadero, y que los límites vayan siendo más estrictos con el paso del tiempo. Y una vez que Estados Unidos actúe, podemos esperar que gran parte del mundo siga sus pasos. Pero esto deja sin resolver el problema de China, donde he pasado casi toda la semana pasada. Como todas las personas que visitan China, me he quedado pasmado con la escala de desarrollo del país. Incluso los aspectos molestos (gran parte de mi tiempo lo he pasado contemplando la Gran Muralla del Tráfico) son subproductos del éxito económico del país. Pero China no puede seguir por el mismo camino, porque el planeta no es capaz de soportar esa presión. El consenso científico sobre las perspectivas del calentamiento global se ha vuelto mucho más pesimista durante los últimos años. De hecho, las últimas previsiones de reputados expertos en clima rayan en lo apocalíptico. ¿Por qué? Porque la velocidad a la que están aumentando las emisiones de gases de efecto invernadero iguala o supera las peores previsiones. Y el aumento de las emisiones procedentes de China (que ya es el mayor productor mundial de dióxido de carbono) es uno de los principales motivos de este pesimismo. Las emisiones de China, que proceden en su mayoría de las centrales eléctricas en las que se quema carbón, se han duplicado entre 1996 y 2006. Este ritmo de crecimiento ha sido mucho más rápido que en la década anterior. Y la tendencia parece que va a mantenerse: en enero, China anunciaba que planeaba seguir dependiendo del carbón como su principal fuente de energía y que, para sostener su crecimiento económico, aumentaría la producción de carbón en un 30% de aquí al año 2015. Ésta es una decisión que por sí sola contrarrestará cualquier reducción en las emisiones que se lleve a cabo en cualquier otro sitio. Así que, ¿qué se debe hacer respecto al problema de China? Los chinos dicen que nada. Cada vez que he sacado el tema a relucir durante mi visita, me he topado con indignadas declaraciones sobre lo injusto que era esperar que China limitase el uso de los carburantes fósiles. Afirmaban que, después de todo, Occidente no ha tenido que padecer restricciones similares durante su época de desarrollo; aunque China sea la mayor fuente mundial de emisiones de dióxido de carbono, sus emisiones per cápita siguen estando muy por debajo de los niveles estadounidenses; y, en cualquier caso, la mayor parte del calentamiento global que ya se ha producido no es culpa de China, sino de los gases que en el pasado emitieron los que ahora son países ricos. Y tienen razón. Es injusto esperar que China viva sometida a restricciones que nosotros no tuvimos que afrontar cuando nuestra economía iba hacia arriba. Pero esa injusticia no cambia el hecho de que permitir que China iguale el anterior libertinaje occidental supondrá una condena para la Tierra tal como la conocemos. Dejando a un lado la injusticia histórica, los chinos también han insistido en que no se les debería hacer responsables de los gases de efecto invernadero que emiten al producir bienes para los consumidores extranjeros. Pero se niegan a aceptar la implicación lógica de ese punto de vista: que la carga recaiga entonces sobre esos consumidores extranjeros; que los compradores que adquieran productos chinos paguen una tarifa de carbono que sea un reflejo de las emisiones asociadas a la producción de esos bienes. Según los chinos, eso sería una violación de los principios del libre comercio. Lo sentimos, pero las consecuencias que la producción china tiene para el cambio climático tienen que reflejarse en algún sitio. Y en cualquier caso, el problema de China no es lo mucho que produce, sino la forma en que lo produce. Recuerden que ahora China emite más dióxido de carbono que Estados nidos, a pesar de que su PIB es sólo la mitad de grande (y Estados Unidos, a su vez, es un monstruo de las emisiones en comparación con Europa o Japón). La buena noticia es que la propia ineficacia de China en su uso de la energía brinda enormes oportunidades de mejora. Con las políticas adecuadas, China podría seguir creciendo rápidamente sin incrementar sus emisiones de carbono. Pero primero tiene que darse cuenta de que es necesario cambiar de política. En algunas declaraciones procedentes de China hay indicios de que los responsables políticos del país están empezando a darse cuenta de que su postura actual es insostenible. Pero sospecho que no se dan cuenta de lo deprisa que todo el juego está a punto de cambiar. A medida que Estados Unidos y otros países desarrollados empiecen por fin a actuar frente al cambio climático, también sentirán que tienen más poder moral para enfrentarse a aquellos países que se nieguen a tomar medidas. Antes de lo que la mayoría de la gente piensa, los países que se niegan a limitar sus emisiones de gases de efecto invernadero se enfrentarán a sanciones, probablemente en forma de impuestos sobre sus exportaciones. Se quejarán amargamente de que eso es proteccionismo, pero ¿y qué? La globalización no tiene mucho de bueno si el propio globo se convierte en un lugar inhabitable. Ha llegado la hora de salvar el planeta. Y, le guste o no, China tendrá que contribuir a ello. THE NEW YORK TIMES. 15-5-2009

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