«Lo ha vuelto a hacer, este mamón lo ha vuelto a hacer. Y coloca a todos los demás en una posición muy complicada. í‰l sabe perfectamente cuál es la verdadera situación del sector financiero y subiendo de ese modo el coste del pasivo minorista situará entre la espada y la pared a muchos de sus competidores. De lo que se trata es de romper el mercado, abrir la caja de los truenos como ya ha hecho otras veces en el pasado, y sacar tajada de ello a costa de las entidades más débiles»
Todo aunta a una serie de tragedias griegas de las que don Emilio se quiere beneficiar. Confía en una transferencia de fondos desde las firmas más débiles a las más fuertes. Y se ha decidido a acelerar el proceso poniendo el gancho adecuado. A partir de ahora las cosas van a ir mucho más rápido. Una vez más. El FROB no ha muerto: don Emilio es el FROB (EL CONFIDENCIAL) EL PAÍS.- Hace poco más de 50 años, el Gobierno tecnocrático de Franco tuvo que imponer el célebre Plan de Estabilización exigido por la OCDE y el FMI como única forma de superar la grave crisis económica que arruinaba la economía española a causa del fracaso de la autarquía. Pues bien, diez lustros después, el Gobierno democrático de Zapatero de nuevo tiene que adoptar un Plan de Estabilidad, también recomendado por la OCDE y el FMI pero esta vez exigido además por la Comisión Europea, como única forma de superar la crisis económica que hoy paraliza la economía española a causa del estallido de la burbuja inmobiliaria EL PAÍS.- Hace unos días, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, ha dicho por fin en público lo que todos sabemos que muchos allí pensaban en privado: no habrá compasión con Grecia, ni dinero para rescatarla, y si es necesario poner a alguno de los 16 miembros de la zona euro de patitas en la calle, pues adelante. Opinión. El Confidencial Botín al sector financiero: “¿y tú me lo preguntas? El FROB soy yo” S. McCoy “Lo ha vuelto a hacer, este mamón lo ha vuelto a hacer. Y coloca a todos los demás en una posición muy complicada. Él sabe perfectamente cuál es la verdadera situación del sector financiero y subiendo de ese modo el coste del pasivo minorista situará entre la espada y la pared a muchos de sus competidores. Le da igual que sea dinero pirata, a la caza de la mejor remuneración, que hoy está y mañana no. De lo que se trata es de romper el mercado, abrir la caja de los truenos como ya ha hecho otras veces en el pasado, y sacar tajada de ello a costa de las entidades más débiles. Con la red comercial que tiene y la aparente mayor solidez de su balance se lo puede permitir. Tiene poco que perder y mucho que ganar. Al final lo que no ha logrado ni el Banco de España con sus amagos, ni el Gobierno con el FROB, lo va a lograr Botín solito tirando por la calle de en medio. McCoy te vas a divertir. No pierdas este tema de vista que va mucho más allá de una mera oferta comercial del 4% a 12 meses para viudas y pensionistas”. Mi interlocutor, miembro del Consejo de Administración de unas de las diez principales instituciones bancarias españolas, no salía de su asombro ante la iniciativa del presidente del Santander. Vertía a finales de la semana pasada su discurso como un torrente, sin solución de continuidad. “A primera vista podría parecer suicida. Éste será un año terrible para el negocio. Probablemente el peor del ciclo, no te quepa duda. El tiempo no pasa en balde y ni la cuenta de resultados se va a beneficiar del amplio margen de intermediación del que ha disfrutado en el pasado reciente, ni el balance cuenta con la holgura como suficiente para poder seguir llamándose a andana cuando de reconocer las pérdidas asociadas a determinados créditos se trata. El pozo de las genéricas se encuentra cada vez más seco y todo apunta a una serie de tragedias griegas de las que don Emilio se quiere beneficiar. Confía en una transferencia de fondos desde las firmas más débiles a las más fuertes. Y se ha decidido a acelerar el proceso poniendo el gancho adecuado. A partir de ahora las cosas van a ir mucho más rápido. Ni lo dudes”. Sigue. “Ahora todo el mundo está con la vista puesta en el pasivo, que es donde está el foco de presión a corto plazo. En él, como sabes, se distinguen tres grandes masas patrimoniales. Los recursos propios, los depósitos del resto de los agentes económicos, públicos o privados, y la financiación ajena. Pues bien, el margen de maniobra se ha reducido casi en su totalidad a la acción sobre los segundos, especialmente en el caso de las cajas”. Y se lanza a explicar por qué. “Así, por lo que respecta al equity, la gran amenaza es Basilea III que quiere aumentar su porcentaje-cantidad respecto al tamaño del activo y mejorar su calidad, centrándose en el capital y en las reservas y excluyendo financiación subordinada y partidas similares. De confirmarse estos augurios, la nueva normativa no podría llegar en peor momento. Y es que su refuerzo sólo puede generarse bien con resultados (menguantes hasta el punto de incurrir en pérdidas que drenan recursos propios en algunos casos, debido a factores operativos y a nuevas provisiones), bien a través de ampliaciones de capital en mercado. Y aquí es donde llegamos al quid de la cuestión. Todavía la banca puede hacer algo, eso sí, a un fuerte descuento respecto al precio de cotización de sus títulos, como ya experimentara en su día el propio Botín. Pero… ¿las cajas? El invento ése de las cuotas participativas se ha quedado en un quiero y no puedo y cualquiera se mete ahora a invertir en ellas. Son habas contadas las que podrían hacer uso de ese instrumento. ¿Entonces? Muchas se tambalearán y ¿quién estará ahí para recoger los frutos? Adivina”. “La situación no es mucho mejor cuando de las fuentes de financiación mayorista se trata. Los propios requerimientos de liquidez que puede traer bajo el brazo la nueva regulación, y el elevado grado de desconfianza mutua entre sus partícipes, han secado prácticamente la actividad en el interbancario, que se limita a plazos muy cortos. El Santander es prestamista neto en el mismo por lo que tiene una de las llaves de este grifo. Además, las emisiones de nuestras entidades son contempladas con recelo, especialmente desde que el Reino de España se ha situado en el punto de mira de los inversores internacionales. Todo lo que lleve el apellido doméstico español es como nombrar la soga en casa del ahorcado. El banquero cántabro sabe de la ventaja diferencial de su diversificación geográfica y quiere beneficiarse de ello. “No se le escapa que hay mucho vencimiento que renovar a lo largo del ejercicio 2010 y que, además, el BCE ha decidido guardar paulatinamente la munición a fin de evitar tensiones inflacionistas innecesarias, dando por concluido lo que se había convertido en recurso de última instancia para muchos bancos y cajas nacionales. En un entorno como éste, pensar en mayores diferenciales no es ninguna tontería. Y eso si la deuda llega a colocarse. Mira, hace unos días Baleares no pudo cubrir una emisión de 300 millones a Euribor +140. ¿Por qué habría de ser capaz de hacerlo, por seguir con el ejemplo regional, Sa Nostra? Y si lo hiciera, ¿qué coste tendría que afrontar? Esas noticias van a estar pronto en prensa, don Emilio lo sabe y, ante el pánico al tsunami, no duda en ofrecer de antemano las cálidas playas de su solvencia…” Y concluye… “Ahora Botín quiere dar la puntilla a un sector muy tocado, sin esperar a que lleguen los problemas sino anticipándolos y metiendo presión por el único flanco pendiente, el de los depósitos. En el pasado, tal estrategia le ha rendido jugosos réditos y piensa que ahora puede ocurrir lo mismo. Actúa guiado por la intuición. Cuenta con la ventaja de que nadie cuestiona su liderazgo; tiene a toda la organización alineada con sus intereses. Los escándalos de Lehman, Madoff y Banif Inmobiliario han quedado en el olvido. Sabe lo que es invertir, sacrificar un peón para ganar la posición de jaque. Y es consciente del contrapeso que le otorgan Brasil y Reino Unido, donde su estrategia de romper el oligopolio de facto que existía antes de su llegada parece que está dando sus frutos. ¿Suicida? No creo, tampoco es tanto lo que está en juego. Eso sí, McCoy, después de ésta muchos van a quedar seriamente jodidos, si me permites la expresión. Los demás, especialmente las entidades más cuestionadas, serán los damnificados, no el Santander. Ya verás. Y los que aún tenemos algo que decir, seguiremos con la lengua fuera. Una vez más. El FROB no ha muerto, amigo McCoy: don Emilio es el FROB. Desgraciadamente”. Poco más que añadir a esta exégesis procedente de un competidor (…) EL CONFIDENCIAL. 22-3-2010 Opinión. El País Desestabilización Enrique Gil Blanco Hace poco más de 50 años, el Gobierno tecnocrático de Franco tuvo que imponer el célebre Plan de Estabilización exigido por la OCDE y el FMI como única forma de superar la grave crisis económica que arruinaba la economía española a causa del fracaso de la autarquía. Pues bien, diez lustros después, el Gobierno democrático de Zapatero de nuevo tiene que adoptar un Plan de Estabilidad, también recomendado por la OCDE y el FMI pero esta vez exigido además por la Comisión Europea, como única forma de superar la crisis económica que hoy paraliza la economía española a causa del estallido de la burbuja inmobiliaria. Se me dirá que semejante comparación resulta odiosa, lo cual es cierto. Pero a pesar de las insalvables diferencias entre aquella situación y ésta, lo cierto es que el paralelo puede plantearse por analogía aunque sólo sea en términos formales. Algo que además conviene hacer por sus indudables efectos pedagógicos. Veamos. La crisis de la segunda mitad de los 50 estuvo causada por el aumento incontenible de la deuda pública acumulada, imposible de financiar a causa tanto del déficit fiscal como del déficit exterior, que amenazaban con provocar la bancarrota de la Hacienda española. Exactamente igual que ahora. Y la causa de aquel insostenible desequilibrio externo fue la falta de competitividad de la economía española, estrangulada por 15 años de autarquía improductiva. Pero también ahora ocurre lo mismo, dado que nuestro déficit soberano se debe sobre todo a la falta de competitividad exterior, dada la improductividad de nuestra economía tras 15 años de monocultivo inmobiliario. Respecto a las soluciones que entonces y ahora nos recomiendan los organismos internacionales (además de devaluar la peseta para ganar competitividad, lo que hoy resulta imposible), también son las mismas: romper con la burbuja autárquica, reducir el déficit fiscal (elevando los impuestos y recortando el gasto público) y liberalizar el mercado de trabajo congelando sueldos y salarios. Como se sabe, el Plan de Estabilización de 1959 alcanzó gran éxito, tras dos años de grave recesión y duros sacrificios por parte de la población española, que sufrió extraordinarios incrementos de un rampante desempleo sólo aliviado por la emigración a Europa como única válvula de escape. Y ahora habrá que hacer lo mismo pero sin poder contar con el auxilio de una devaluación competitiva. Por tanto, el Plan de Estabilidad que nos impone Bruselas sólo podrá aplicarse con éxito a costa de duros sacrificios por parte de la población española. Y esta vez ya no puede emigrarse al exterior como en los años 60, sino que por el contrario ha de costearse el desempleo de dos millones de inmigrantes atraídos por la burbuja inmobiliaria. ¿Tendrá este Gobierno autoridad moral suficiente para exigirnos sacrificios a los españoles, logrando que nos apretemos efectivamente el cinturón? Cabe dudarlo. Y las dudas provienen de dos razones al menos. Ante todo surgen de la menguada confianza que la ciudadanía mantiene en las autoridades, empezando por el propio presidente Zapatero y siguiendo por sus vicepresidentes y ministros, cuyo crédito político se ha reducido al mínimo. Y para pedir sacrificios hay que tener tanta credibilidad como la del presidente griego Yorgos Papandreu al menos, que todavía goza de elevadas cotas de confianza ciudadana tras haber ganado las recientes elecciones. Lo cual sugiere la conveniencia de una alternancia política en España para que otro nuevo Gobierno más legitimado que el actual esté en condiciones de demandar sacrificios a la ciudadanía. Pero tampoco en esto hay esperanzas, pues el jefe de la oposición, Mariano Rajoy, todavía goza de menor credibilidad que Zapatero (además de estar deslegitimado por el caso Gürtel), por lo que también habrá de fracasar cuando nos pida sacrificios a todos. Y la segunda razón que hace dudar de la capacidad del Gobierno para imponer un draconiano Plan de Estabilidad es el activo boicoteo que va a sufrir este Plan por parte tanto de la oposición como de los sindicatos. Por cuanto respecta a estos últimos, que creen vivir todavía en el espléndido aislamiento de la autarquía, ya han dictado un explícito veto que imposibilita tanto la congelación salarial como la doble reforma del mercado de trabajo y el sistema de pensiones. Y por lo que se refiere a la oposición, ya hemos presenciado esta semana pasada su explícito sabotaje en forma de rebelión fiscal a la imprescindible subida del IVA: una medida exigida por Bruselas que ellos aplicarán en cuanto ganen las elecciones, pero que ahora sabotean con taimada deslealtad para hacer abortar el Plan de Estabilidad. EL PAÍS. 22-3-2010 Opinión. El País Alemania desatada J. I. Torreblanca Ulises se ató al mástil de su nave para no sucumbir al canto de las sirenas. Según la analogía popularizada por mi colega del European Council on Foreign Relations en Berlín, Ulrike Guérot, lo mismo puede decirse de Alemania, que durante los 40 años transcurridos entre la fundación de la República Federal, en 1949, y la caída del muro de Berlín, en 1989, se ató al mástil europeo para no sucumbir a los cantos del nacionalismo alemán. A cada oportunidad, los alemanes pidieron una nueva vuelta de cuerda, y encima pagaron la factura. A los franceses les regalaron la Política Agrícola Común, a los británicos les devolvieron el dinero de sus contribuciones (el llamado cheque británico), y a la periferia pobre (incluyendo España) los fondos estructurales y de cohesión, sin olvidarse de la política mediterránea con la que se compensó el desplazamiento del centro de gravedad de la UE al Este. A tanto llegó la cosa que alguien definió cínica pero verazmente la construcción europea en los siguientes términos: "Europa es cuando todo el mundo se pone de acuerdo y Alemania paga". Incluso después de la caída del Muro, cuando muchos temieron que la Alemania unificada se desatara del mástil europeo, los alemanes se ataron aún más firmemente. Así nació el euro, sólo comprensible desde la memoria de la generación de políticos de Helmut Kohl, que de niños jugaron entre los escombros de una Alemania devastada. Durante más de 40 años, se les dijo a los alemanes que ser un buen alemán requería ser un buen europeo, y obedientemente aceptaron todos los sacrificios que en nombre de Europa se les presentaron, incluyendo el poner el buque insignia de todo lo logrado, el marco alemán, a disposición del resto de Europa. Fue una cesión enorme que dejó un poso de inquietud que nunca se disipó. En el imaginario colectivo de los alemanes, deuda, inflación y nazismo están íntimamente relacionados. Las reparaciones impuestas a Alemania al final de la Primera Guerra Mundial, unidas a la crisis de los años treinta, destruyeron los ahorros de las familias alemanas y los arrojaron en brazos del nazismo. Puede que sea una explicación demasiado cómoda de cómo una nación entera pudo sucumbir a los cantos de sirena de unos pocos, pero todo el mundo que conozca Alemania sabe lo que la palabra inflación evoca en ese país. En 1993, un político liberal, Manfred Brunner, abrió la veda contra el euro, presentando una cuestión de constitucionalidad contra la Unión Monetaria. Posteriormente, en sucesivas intervenciones sobre la constitucionalidad de los Tratados de Maastricht y Lisboa, el Constitucional alemán ha enviado claras señales de insatisfacción con la UE, marcando límites muy estrictos a nuevas cesiones de soberanía y, lo que es más importante, reservándose el derecho a reclamar el retorno de las competencias transferidas a Bruselas. Ahora, el temor a que la Unión Monetaria cayera en manos de un número excesivo de miembros y que algunos de ellos se descontrolaran gastando alegremente y poniendo a prueba la confianza de los mercados en el euro, se ha cumplido. Hace unos días, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, ha dicho por fin en público lo que todos sabemos que muchos allí pensaban en privado: no habrá compasión con Grecia, ni dinero para rescatarla, y si es necesario poner a alguno de los 16 miembros de la zona euro de patitas en la calle, pues adelante. En 1994, Schäuble publicó junto con Karl Lamers, portavoz de Exteriores de la Unión Cristiano Demócrata (CDU), un papel que recorrió Europa como la pólvora abogando por una "integración diferenciada", es decir, por una Europa a dos velocidades, con los ricos cumplidores al mando y en el centro, disfrutando de una verdadera unión política, y los pobres incumplidores calladitos en la periferia. El papel logró el efecto contrario, porque los candidatos a miembros de segunda clase (entre ellos, España e Italia) vieron las orejas al lobo y cumplieron contra pronóstico con todas las condiciones exigidas para entrar en la Unión Monetaria. Las cosas funcionaron bien durante algún tiempo, hasta el punto que Joschka Fischer pudo plantearse, en su famoso discurso en la Universidad Humboldt en 2000, ir a por una federación europea en la que cupieran todos, no sólo unos pocos. Pero 10 años después, nada queda de esas ilusiones y esperanzas: los alemanes no sólo creen que mientras que ellos ahorraban y se apretaban el cinturón, los demás estaban de fiesta endeudándose por encima de sus posibilidades. Al contrario que en otras ocasiones, esta vez no piensan pagar, aunque ello implique la ruptura de la Unión Monetaria. Desde su punto de vista, esta crisis es la última oportunidad de redención de los pecadores. Las sirenas del calvinismo han sonado, y esta vez Alemania ha decidido desatarse del mástil y buscarse un barco nuevo. ELPAÍS. 22-3-2010