Piratería aérea "a lo KGB"

Bielorrusia fuerza el aterrizaje de un avión para detener a un periodista opositor

Con una inusual unanimidad, los 27 Estados de la Unión Europea han decidido sancionar a Bielorrusia y cerrar su espacio aéreo a aviones procedentes de ese país. Es la enérgica reacción a un incidente sin precedentes, calificado como «terrorismo de Estado» y «piratería aérea» por parte de la UE: cazas militares bielorrusos forzaron el aterrizaje en Minsk de un vuelo entre Atenas (Grecia) y Vilna (Lituania) para detener a un periodista bielorruso, Roman Protasevich.

El vuelo 4978 de Ryanair había salido del aeropuerto de Atenas y se dirigía a Vilna, en Lituania. En la aeronave viajaba Roman Protasevich, periodista y bloguero, y estrecho colaborador de la líder de la oposición bielorrusa en el exilio Svetlana Tijanóvskaya. Protasevich es cofundador y director de los canales de Telegram Nexta y Nexta Live, que tuvieron un papel clave para organizar las protestas opositoras -fuertemente reprimidas- contra Lukashenko tras unas elecciones, las del pasado agosto de 2020, que el oficialismo ganó por una sospechosa y aplastante mayoría (más del 80% de los votos) y que Occidente considera flagrantemente fraudulentas.

Cuando sobrevolaba el espacio aéreo bielorruso, un puñado de pasajeros -según algunas informaciones, agentes de los servicios secretos de Misnk, que mantienen el mismo nombre que en la época soviética, KGB- comenzó una pelea con la tripulación asegurando que había un explosivo a bordo. Poco después un avión de combate MIG-29 de Bielorrusia apareció junto al avión de Ryanair para asegurarse de que el piloto siguiera sus órdenes y aterrizara en el aeropuerto de Minsk. Una vez en tierra, Protasevich fue detenido, apareciendo días después en un vídeo -aparentemente maquillado para ocultar (sin éxito) marcas de golpes en la cara- y autoinculpándose de todos los crímenes de «terrorismo» de los que le acusa el régimen de Lukashenko.

Un episodio tan burdo y escandaloso -comparable sólo a los envenenamientos pasados o recientes, de disidentes de Moscú- tiene el inequívoco sello de Viktor Lukashenko. Al igual que en el caso de Putin, hablar de la trayectoria del presidente bielorruso es contar la historia de un jerarca del Politburó, aferrado al poder desde la extinción de la URSS y cuyo régimen permanece fiel a su herencia socialfascista. Tras las protestas posteriores a las elecciones de agosto, más 35.000 personas han sido arrestadas, miles han sufrido abusos o torturas y actualmente hay 400 presos políticos. Varios de ellos, como un activista de la oposición de 50 años, Vitold Ashurok, han muerto «de infarto» en las colonias penales, mientras sus familiares denuncian torturas.

EEUU y la UE imponen sanciones… y Moscú arropa a Lukashenko

Este acto de «piratería aérea» para atrapar disidentes, que ha puesto en riesgo a toda la tripulación, ha producido el hecho inusual de que los 27 países de la UE sólo necesiten unas pocas horas para acordar duras medidas contra Minsk. Ordenando sanciones contra Bielorrusia, el veto a los aviones procedentes o dirigidos al país, y la ampliación de miembros del régimen de Lukashenko con sus cuentas bloqueadas y vetados para pisar territorio de la UE. Esta rapidez también se explica porque al otro lado del Atlántico, la administración Biden -más beligerante hacia Rusia y su aliado en Minsk que su predecesor- ha condenado duramente lo sucedido y ha asegurado estar «coordinando» sanciones y acciones diplomáticas con sus aliados europeos.

En el otro lado del ring, Lukashenko y Putin -que en los últimos años han tenido sus más y sus menos, con algunas fricciones notables y poca simpatía entre ellos- cierran filas. El Kremlin sabe que cuanto más acosado esté el presidente bielorruso, más dependiente será la república exsoviética de su único valedor internacional, y más dócil será el presidente bielorruso. No pocos analistas perciben que Rusia está buscando, dentro del régimen bielorruso, un recambio para Lukashenko, pero necesitan que el sustituto mantenga intactos los lazos de Minsk con Moscú. 

Que Bielorrusia se mantenga en la órbita rusa es -más aún después de que Ucrania, tras 2014, haya sido arrancada del glacis ruso- de una importancia superlativa para la geopolítica del Kremlin. Bielorrusia es su ‘buffer zone’ (zona de seguridad) con sus enemigos potenciales, en este caso la OTAN. Lukashenko sabe esto y trata de relacionar las sanciones contra su régimen a un ataque contra Moscú. El desafiante líder bielorruso ha acusado a Occidente de librar una ‘guerra híbrida’ «contra nosotros y contra Rusia».

¿Hay una “guerra híbrida” de Occidente contra Bielorrusia?

A pesar de los relativamente buenos estándares sociales de Bielorrusia en materia socioeconómica, hay un sustrato de legítimo y genuino descontento popular contra 26 años de gobierno burocrático y autoritario de Lukashenko, especialmente entre sectores del pueblo trabajador ante la progresiva degradación de sus condiciones de vida y trabajo, y también ante un régimen extremadamente autocrático y represivo, fiel heredero del socialfascismo soviético.

Pero aunque una gran parte de las protestas contra Lukashenko tengan un sustrato popular, eso no quiere decir que en la crisis en Bielorrusia no estén interviniendo fuerzas extranjeras, y en primer lugar de un hegemonismo norteamericano que busca golpear a Rusia. Durante 2019 la norteamericana Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés) financió al menos 34 proyectos y organizaciones en Bielorrusia, una maniobra que forma parte del ‘modus operandi’ hegemonista para cooptar a numerosas plataformas de la «sociedad civil» y luego usarlas con fines desestabilizadores. Además de medios como Radio Liberty o la televisión Belsat.eu, otros medios financiados por el Departamento de Estado de EEUU han sido los canales de Nexta, dirigidos por Protasevich, y todos ellos cercanos a la líder opositora Tijanovskaya.

El periodista detenido no es ajeno a estos nexos de intervención. Numerosas informaciones vinculan a Roman Protasevich con turbios grupos vinculados a la extrema derecha, dentro y fuera de Bielorrusia. En 2012 fue miembro de Frente Joven, una organización pro-UE y anti-Lukashenko de ultraderecha. Y en 2014, participó durante un año en la guerra ucraniana en la región del Donbás, de la mano del Batallón Azov, un grupo de ultranacionalistas ucranianos de ideología explícitamente neonazi que recibió armas y entrenamiento militar de EEUU. 

La contradicción entre el gobierno socialfascista de Lukashenko y amplios sectores de las masas bielorrusas es endógena. Pero como en todas las “revoluciones de colores”, el hegemonismo norteamericano intenta usar ese sustrato de descontento para intervenir en un país del área de influencia de Rusia, uno de sus principales enemigos geoestratégicos.

One thought on “Bielorrusia fuerza el aterrizaje de un avión para detener a un periodista opositor”

  • El periodista detenido no es ajeno a estos nexos de intervención. Numerosas informaciones vinculan a Roman Protasevich con turbios grupos vinculados a la extrema derecha, dentro y fuera de Bielorrusia. En 2012 fue miembro de Frente Joven, una organización pro-UE y anti-Lukashenko de ultraderecha. Y en 2014, participó durante un año en la guerra ucraniana en la región del Donbás, de la mano del Batallón Azov, un grupo de ultranacionalistas ucranianos de ideología explícitamente neonazi que recibió armas y entrenamiento militar de EEUU.

    Este párrafo lo podíais haber puesto al principio y os hubierais ahorrado lo de decir que es periodista (incluso en el título), por ejemplo. Este tío no es más que un nazi al servicio de EEUU. Si no es que os gusta falsear la información.

Deja una respuesta