El vicepresidente norteamericano visita Lí­bano

Biden en la falla de Beirut

Después de los Balcanes, Joe Biden hizo ayer una visita breve pero llena de intención. El vicepresidente norteamericano aterrizó en otro de los puntos calientes de Oriente Medio, Lí­bano, que tras un año de relativa estabilidad se agita ahora convulso ante las inminentes elecciones legislativas, que en dos semanas decidirán el destino del paí­s. «No vengo a apoyar a ningún partido polí­tico», aseguró Biden, pero la intención de la escala se veí­a a la legua. Aunque el veterano polí­tico no nombró a Hezbollah -organización que EEUU considera oficialmente terrorista-, quedó claro a quién se referí­a cuando pidió «encarecidamente a aquellos tentados a apoyar a los que estropean la paz que no pierdan esta oportunidad de alejarse de ellos», y cuando dejó claro que EEUU condicionarí­a la ayuda económica a Lí­bano al resultado de los comicios.

Una encrucijada se abre ara Líbano, otra de las fallas tectónicas del Medio Oriente, en el mes de junio. Dos placas continentales –Washington y Teherán- chocan en Beirut, y su fricción puede desatar fuertes temblores en la región. De un lado las fuerzas pro-occidentales y anti-sirias, encabezados por los sunníes del primer ministro Fuad Siniora, apoyados por Estados Unidos, Arabia Saudí y Francia. Por otro lado los chiíes de Hezbollah –apoyados por Siria e Irán y enemigos de las potencias occidentales- respaldados también por los cristianos del caudillo Michel Aoun. No hay encuestas fiables en las que confiar, y todo predice una apretadísima disputa. Tratándose de un punto tan sensible de la compleja arquitectura de la región, no pocos predicen movimientos desestabilizadores previos a las urnas.Biden no acudió como sismólogo, por mucho que insistiera en que no venía a apoyar a partido alguno. El interés norteamericano en Líbano queda patente al echar un vistazo a la agenda. Desde 1983, año en que George Bush padre –en calidad de vicepresidente de Reagan- visitara el país, ningún mandatario había aterrizado en Beirut. Desde la victoria de Obama a principios de año, Líbano ha visto desfilar a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, hace apenas un mes, y ahora al número dos de la Casa Blanca.Para la superpotencia el devenir de los asuntos en Líbano puede complicar seriamente las cosas en la región, porque en los últimos meses Hezbollah ha avanzado significativamente en la intención de voto. De la misma manera que la ofensiva de Israel contra Líbano no hizo sino catapultar a los chiíes, la criminal guerra de Gaza y la ola de indignación que ha desatado en todo el mundo islámico –y más en Líbano, que acoge a cerca de 400.000 refugiados palestinos- ha supuesto un nuevo impulso a la influencia de Hezbollah. Por eso Biden ha tenido que dejar clara la posiciónd e EEUU: "Insto a quienes considerarían mantenerse junto a los aguafiestas de la paz, que no pierdan esta oportunidad para alejarse de ellos".El vicepresidente norteamericano también ha sido bastante explícito al indicar que el futuro de las ayudas económicas de la administración Obama depende del resultado electoral: "Evaluaremos nuestros programas de asistencia en función de la composición del Gobierno y de sus políticas". Desde el final de la ofensiva israelí de 2006, Washington ha invertido en el Ejército de Líbano 290 millones de euros, para contrarrestar la creciente influencia de las milicias chiíes. Hezbolláh sabía perfectamente a qué venía el norteamericano, y como de costumbre no se han mordido la lengua: "El alto interés estadounidense en el Líbano levanta fuertes sospechas sobre la verdadera razón que lo motiva, especialmente desde que se ha vuelto una clara y detallada intervención en asuntos libaneses", decía un comunicado de los islamistas, y añadía: "parece que EE UU quiere supervisar la campaña de un partido que se siente políticamente amenazado".

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