Bicefalias y esquizofrenias

«Bicefalia serí­a que dos dirigentes distintos compartieran la responsabilidad de impulsar un mismo programa. La situación actual se caracteriza, sin embargo, por el hecho de que un dirigente está obligado a impulsar un programa que lleva a perder las elecciones, mientras que el otro tiene pendiente formular uno diferente desde el que intentar ganarlas. El eslogan de «cambio y continuidad» que empleó el seguro candidato es solo el reconocimiento implí­cito de que el Partido Socialista se ha metido en una ratonera.»

Tarde lo que tarde en aflorar, el camo de batalla en el que se está adentrando el Partido Socialista es decidir quién se hace con su control tras la previsible derrota en las elecciones generales, se adelanten o no. La fórmula de las primarias dota al candidato de una escopeta de un único disparo. Si pierde, se acabó, salvo que, en un nuevo arranque de esquizofrenia, y no ya de bicefalia, el Partido Socialista eligiera como secretario general en un congreso a un candidato derrotado en las urnas. (EL PAÍS) EL MUNDO.- Zapatero y Rubalcaba se han empeñado en agotar la legislatura, confiando en que pueda haber una mejora de la economía a finales de este año o a comienzos del siguiente. Los dirigentes socialistas siguen sin ser conscientes de la magnitud de la derrota electoral del 22-M y de lo que ello significa, y se aferran a esas expectativas ilusorias sin asumir el calvario político y económico que le espera a este Gobierno. SUR.- El cisma de los socialistas de Almería que le ha estallado a Griñán no es una intriga palaciega, y tampoco un desastre simbólico, sino un agujero negro. Lo de menos ya es que allí acusen al presidente andaluz de «autoritario», reprochándole sus malas formas al proclamar ‘el consenso soy yo’ al modo Luis XIV, sino la acusación de «Griñán no defiende los intereses de esta provincia». Si los propios socialistas de Almería transmiten ese mensaje a la sociedad, están extendiéndole al partido un certificado de defunción de horizonte incalculable. Así quién les puede votar. Opinión. El País Bicefalias y esquizofrenias José María Ridao Las encuestas no reflejan ningún cambio en el electorado tras el movimiento sucesorio en el interior del PSOE, y es probable que sus dirigentes caigan en la tentación de creer que aún es demasiado pronto para que lo hagan. Es verdad que apenas han transcurrido dos semanas desde las elecciones municipales y autonómicas que concedieron una rotunda victoria al Partido Popular, y que el nuevo candidato socialista no está siquiera designado de forma oficial. Pero es que, para cuando lo sea, previsiblemente el 2 de julio y no a mediados de junio, como se señaló en un principio, la noticia estará descontada a todos los efectos, empezando por los electorales. El Partido Socialista celebrará en esa nueva fecha un acto innecesario hacia el exterior, por más que, hacia el interior, resulte imprescindible culminar el procedimiento. La situación en la que se ha colocado el Partido Socialista después del último comité federal, en el que se optó por convocar unas primarias sin contrincantes, no es tanto de bicefalia como de esquizofrenia. Bicefalia sería que dos dirigentes distintos compartieran la responsabilidad de impulsar un mismo programa. La situación actual se caracteriza, sin embargo, por el hecho de que un dirigente está obligado a impulsar un programa que lleva a perder las elecciones, mientras que el otro tiene pendiente formular uno diferente desde el que intentar ganarlas. El eslogan de "cambio y continuidad" que empleó el seguro candidato no es la solución del problema, es solo el enunciado de una aporía o, en otras palabras, el reconocimiento implícito de que el Partido Socialista se ha metido en una ratonera. Con el agravante de que, de mantenerse en el Gobierno, el seguro candidato estará obligado a defender como portavoz del Consejo de Ministros las políticas que, como futuro cabeza de cartel socialista, necesita desmentir. La conferencia política que se celebrará a la vuelta del verano no parece un instrumento suficiente para resolver la contradicción. No porque no sea capaz de improvisar un programa, que seguro que lo es, sino porque, dependiendo de cómo sea ese programa, alguien acabará asumiendo las responsabilidades por la derrota del 22 de mayo, un ejercicio inevitable al que los dirigentes del Partido Socialista se han resistido y cuyos plazos ya se han agotado. Si en el programa que salga de la conferencia política hay más cambio que continuidad, el Gobierno quedará como un asteroide respecto de su propio partido. Pero si hay más continuidad que cambio, el candidato puede dar las elecciones por irremisiblemente perdidas. El equilibrio entre una cosa y otra parece imaginable desde el punto de vista teórico, aunque en la práctica tenga difícil, por no decir imposible, traducción. Además de que un programa que buscara establecer un equilibrio entre cambio y continuidad no se distinguiría gran cosa de un programa directamente inane. El presidente del Gobierno y el seguro candidato se han mostrado convencidos de que su excelente sintonía personal contribuirá a sortear las dificultades. Aun librándose a una extenuante profesión de fe en estas declaraciones, para lo que convendría olvidarse por completo de la trayectoria de quienes las han hecho, sería necesario conocer si, aparte de la sintonía personal y demás músicas celestiales, disponen de algún otro mecanismo para desactivar las más que previsibles tensiones que se producirán hasta las elecciones generales, comenzando por la elaboración de las listas en una fuerza política que no tiene cargos que repartir, sino innumerables cesantías. Porque, tarde lo que tarde en aflorar, el campo de batalla en el que se está adentrando el Partido Socialista es decidir quién se hace con su control tras la previsible derrota en las elecciones generales, se adelanten o no. La fórmula de las primarias dota al candidato de una escopeta de un único disparo. Si pierde, se acabó, salvo que, en un nuevo arranque de esquizofrenia, y no ya de bicefalia, el Partido Socialista eligiera como secretario general en un congreso a un candidato derrotado en las urnas. Y esto lo saben tanto los aspirantes a secretario general tras las elecciones como el seguro candidato, para quienes, por tanto, no resulta indiferente el momento en el que se celebre el congreso. Claro que, ante la aporía, ante la ratonera en la que se ha colocado el Partido Socialista tras el último comité federal, sus dirigentes podrían recurrir una vez más al mantra del manejo de los tiempos. Confiar en él condujo al desastre del que hoy trata de recuperarse el Partido Socialista a la desesperada, intentando que, después de tanto, no sean finalmente los tiempos los que lo manejen. Entre tanto, el Partido Popular se frota las manos imaginando las tardes de gloria que todavía puede ofrecer el espectáculo. EL PAÍS. 6-6-2011 Editorial. El Mundo El PSOE huye hacia atrás a costa de España UNA AMPLIA mayoría de los ciudadanos tiene muy claro que lo mejor para España en estos momentos es el adelanto de las elecciones. Eso es lo que piensa el 57% de los españoles -diez puntos más que hace dos meses-, según la encuesta que EL MUNDO publica hoy. Por el contrario, solamente un 36% es partidario de agotar la legislatura. Realmente resulta muy difícil creer en la capacidad del Gobierno para afrontar la crisis tras la apabullante derrota electoral y la pérdida de credibilidad de Zapatero tanto ante la opinión pública como en su propio partido. Zapatero no tiene ni siquiera asegurada la mayoría parlamentaria para gobernar, como le recuerda hoy en estas páginas Iñigo Urkullu, líder del PNV. «Veo débil al Gobierno, que necesita apoyos que a día de hoy no tiene garantizados», declara Urkullu. El dirigente peneuvista considera un serio obstáculo para respaldar al Ejecutivo el acuerdo que mantienen el PSOE y el PP en el País Vasco. Pero ello no le impidió votar a favor de los Presupuestos del Estado en diciembre pasado a cambio de la transferencia de competencias en materia de formación de empleo y de importantes inversiones del Estado. El PNV no tiene nada que ganar en un adelanto electoral, que podría dar la mayoría absoluta al PP y seguir impulsando el fenómeno Bildu. Por lo tanto, cabe pensar que Urkullu va de farol y estaría dispuesto a seguir apoyando leyes e incluso unos nuevos Presupuestos si el Gobierno de Zapatero corresponde de manera generosa. Si el PSOE antepusiera los intereses de los ciudadanos a los suyos, convocaría elecciones para no verse sometido al seguro chantaje de los nacionalistas. Pero Zapatero y Rubalcaba se han empeñado en agotar la legislatura, confiando en que pueda haber una mejora de la economía a finales de este año o a comienzos del siguiente. Los dirigentes socialistas siguen sin ser conscientes de la magnitud de la derrota electoral del 22-M y de lo que ello significa, y se aferran a esas expectativas ilusorias sin asumir el calvario político y económico que le espera a este Gobierno. A este respecto, llama poderosamente la atención la falta de autocrítica en la dirección del PSOE, que minusvalora la desventaja de 14 puntos en la que coincidían ayer sendas encuestas publicadas por EL MUNDO y otro diario de muy distinto perfil que procuraba camuflar el dato. Esos 14 puntos demuestran que la designación de un nuevo candidato no ha tenido ningún efecto positivo en el electorado socialista, en contra de lo que suele ser habitual. Por el contrario, la renuncia a unas auténticas primarias y la dualidad que se empieza a vislumbrar entre Zapatero y Rubalcaba han contribuido, sin duda, a que esa desventaja que indican las encuestas se haya ido agrandando. El PSOE explica su hundimiento como «un fenómeno coyuntural» que «nada tiene que ver con las primarias». Una actitud que concuerda con su negativa a abrir un debate interno y a asumir los disparates cometidos por el Gobierno de Zapatero en la gestión de la crisis. Su discurso se centra en echar la culpa al PP de todos los males que sufre nuestro país, fingiendo ignorar que Zapatero lleva más de siete años al frente del Ejecutivo. Da la sensación de que el PSOE ha empezado a caminar hacia atrás, como los cangrejos. El presidente insiste en público y en privado en que va a aguantar hasta marzo del año que viene. Pero lo mal que ha gestionado la crisis de los pepinos y la ruptura de las conversaciones para reformar la negociación colectiva demuestran que el Gobierno carece de consistencia para afrontar los problemas. Peor todavía, Zapatero sigue sin darse cuenta de lo nocivo que está resultando lastrar a todos los españoles con la huida hacia atrás de su partido. EL MUNDO. 6-6-2011 Málaga. Sur Dinamita desde dentro Teodoro León Gross El cisma de los socialistas de Almería que le ha estallado a Griñán no es una intriga palaciega, y tampoco un desastre simbólico, sino un agujero negro. Lo de menos ya es que allí acusen al presidente andaluz de «autoritario», reprochándole sus malas formas al proclamar ‘el consenso soy yo’ al modo Luis XIV, sino la acusación de «Griñán no defiende los intereses de esta provincia». Si los propios socialistas de Almería transmiten ese mensaje a la sociedad, están extendiéndole al partido un certificado de defunción de horizonte incalculable. Así quién les puede votar. Pero de hecho el descontento de Andalucía oriental con la Junta tiene un largo recorrido, y desde hace años está diagnosticada la murcianización de Almería o la valencianización de Málaga, territorios divorciados sentimentalmente de Andalucía por tres décadas de ‘guadalquivirización’ de la comunidad. En las últimas elecciones, el PP acaparó la mitad de papeletas en Almería, y casi también en Málaga. El desmoronamiento andaluz ya no tiene una territorialidad acotada, pero en Andalucía oriental crece el agujero por el que se está desaguando el voto sociológico de la izquierda. De hecho, el primer guiño de Griñán al verse coronado virrey tras la carambola endogámica del chavismo terminal fue comprometerse a cambiar esa inercia histórica del centralismo sevillano. Griñán parecía verlo claro pero aquello quedó en un gesto cara a la galería. En Málaga anunciaba despacho cada quince días, y tardó casi diez meses en abrir y proclamar ¡ya estoy aquí! para volver a desaparecer; y en Almería lo mismo. Si la estrategia era suturar el sangrado de votos, aumentó la hemorragia. Más allá de la levantinización de la Andalucía mediterránea -voto conservador periférico con administraciones neopopulistas de gestión poco rigurosa- ahí late un fracaso en la vertebración del territorio. Desde hace años se advertía que Andalucía oriental estaba convirtiéndose en el flanco por donde se derrotaría al socialismo andaluz. Griñán está demostrando una gran serenidad en medio de la tormenta, pero quizá la serenidad no es ahora la virtud que más necesita Andalucía, sino energía y coraje. Y esas no parecen las mejores virtudes de este patricio de la bética con la impasibilidad de Catón. Esta semana se conjuró con Rubalcaba para recuperar el granero andaluz y al final de la semana huele a pólvora. Están dinamitándole el partido ya desde dentro. En Málaga, a diferencia de Almería, de momento no hay dinamiteros pero sólo parece el síntoma de una resignación mejor pastoreada. El partido empieza a parecer una nave ya ingobernable en mitad de la tormenta; y la serenidad de Griñán evoca a esos capitanes que se rinden al destino. SUR. 6-6-2011

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