Ante el estallido de la segunda oleada de la pandemia

Ayudas cada vez más caras

Los efectos de la segunda oleada de la pandemia van a agravar la bomba de relojería económica y social.

A nivel global, el Banco Mundial ya anuncia “una recuperación en L”, con un largo periodo de estancamiento económico. Concentrado en las grandes potencias y los países bajo su dominio. Mientras China crecerá este año un 2,2%, el “G-3” -EEUU, la UE y Japón- decrecerá un 5,8%. Lo que agudiza la batalla por descargar las pérdidas en los países más débiles.

Una crisis -y una recuperación- que tienen un marcado carácter de clase. Mientras aumentarán entre 110 y 150 millones quienes sobreviven con menos de 1,9 dólares diarios en el mundo, las grandes fortunas norteamericanas… han aumentado un 29% su patrimonio desde el inicio de la pandemia.

Y España está en el ojo del huracán de esta tormenta. La crisis va a ser incluso mayor de lo previsto. En sus últimas predicciones el gobierno anuncia una caída del PIB del 11,2%, frente al 9,2% previsto en abril. Y el impacto de las restricciones por la extensión de los contagios amenaza con aumentar la caída en el tercer y cuarto trimestre. A lo que se une una montaña de nueva deuda, y un paro que, en palabras del último editorial de El País, “va a rondar tasas del 20% durante mucho, mucho tiempo”.

Pero la principal amenaza que se cierne sobre España no proviene única ni principalmente de los efectos de la pandemia sobre la economía. Tiene que ver con las exigencias, cada vez más duras, que pretenden imponernos los grandes centros de poder internacionales.

El gobierno de Pedro Sánchez ha presentado un Plan de Recuperación, Transformación y Resistencia de la Economía Española cuya base no son los recursos propios sino las “ayudas europeas”. Inyectando 72.000 millones del Fondo de Recuperación entre 2021 y 2023. Sobre ese dinero se construyen los presupuestos de 2021.

Pero el precio a pagar por esas “ayudas europeas” se está revelando cada vez más caro.

En primer lugar, la llegada de esos recursos, que en julio se anunciaba inmediata, puede sufrir serios retrasos. El enfrentamiento entre el parlamento europeo y la presidencia alemana de la UE, amenaza con bloquear el reparto de fondos hasta finales de 2021. Lo que agravaría las dificultades de los países más afectados, entre ellos España, necesitados de una liquidez inmediata.

Y, en segundo lugar, la factura de la “condicionalidad” que esas ayudas comportaban es cada vez más onerosa.

Alemania, que ostenta la presidencia de la UE, ha impuesto un cambio en el reglamento del Fondo de Recuperación. Para recibir las ayudas, España deberá presentar un plan que “afronte de forma efectiva la corrección de sus desequilibrios”. Un artículo de El País concreta las exigencias de la presidencia alemana, imprescindibles para recibir las ayudas: “caminar hacia el déficit cero y reducir la deuda a niveles de Maastricht -la mitad que la montaña actual- el control del gasto en pensiones o una normativa laboral flexible para que no haya tanto paro en España”. 

Lo que está discutiéndose ahora no es si se aplican o no nuevos ajustes, sino cuándo debe hacerse y con qué profundidad. El gobierno español reclama que no se apliquen ajustes hasta que se recupere el PIB previo a la pandemia, algo que previsiblemente sucederá en 2023.

Asistimos a una ofensiva internacional que coloca a España en el centro de la diana.

Encabezada en primer lugar por los grandes medios anglosajones. The Wall Street Journal asegura que “España se convierte en el eslabón débil de Europa”. La agencia Bloomberg plantea que “es España y no Italia la que preocupa ahora a los inversores”. Y el Financial Times asegurá que “la debilitada economía española podría convertirse en un nuevo dolor de cabeza para la eurozona”.

Esta ofensiva se ha trasladado a los grandes medios españoles. El editorial de hoy de El Mundo lleva un demoledor título: “No podemos ser un Estado fallido”. La música se compuso fuera de España. La lanzó un economista alemán, Friedrich Sell, con un artículo ampliamente difundido en medios suizos y germanos, en el que afirmaba que “ España no está lejos de ser un estado fallido. Están fallando todos los poderes del Estado”. Para concluir que “no es responsable transferir fondos al Gobierno actual, el FMI debe intervenir”.

Degradación de España, con una agresividad cada vez mayor, que  anticipa la intención de imponernos draconianos recortes.

El epicentro oculto

Hay que borrar la huella del crimen. Lo que sabe cualquier delincuente es lo que se está aplicando en la política española. 

Hoy muy pocos recuerdan que entre el 15 y el 25 de julio se celebró una inédita asamblea de la oligarquía y el hegemonismo organizada por la CEOE. Y casi nadie es consciente de lo que allí se decidió. Los grandes medios -de los que son propietarios grandes bancos y monopolios, y el capital extranjero, especialmente el norteamericano- se han encargado de correr un tupido velo de olvido. Convirtiendo en desagradables consecuencias de la pandemia lo que en realidad es el proyecto de los grandes centros hegemonistas y oligárquicos, de dar una nueva vuelta de tuerca al saqueo sobre el país y la población, descargando sobre nosotros las pérdidas de la pandemia.

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