Educación

Autonomí­a escolar: mismo medio, distintos caminos

Por mucho que uno deje de caminar y decida hacer el Camino de Santiago en bici, si sus pasos van en sentido contrario… En los últimos meses viene cobrando fuerza la idea de la autonomí­a escolar como un remedio al fracaso escolar. Buscar soluciones en los métodos siempre es un error, porque los cambios siempre se encuentran en qué lí­nea educativa se defiende. Pero además, en el caso de España, la autonomí­a escolar solo puede dar buenos o malos resultados en la medida en la que los centros se alejan o no de la lí­nea impuesta por el Ministerio, que es la que realmente fracasa. Todo menos cuestionar el camino.

Con el 30% de fracaso escolar y menos del 80% de titulados en Bachillerato y FP, Esaña afronta de manera consecutiva año tras año un deterioro de su sistema educativo. A principios de año el Gobierno enarboló la bandera de los “40 años de franquismo” para justificar los resultados, mientras las cifras internacionales cuestionaban tremenda justificación. Dos países tan distantes entre sí como Eslovenia y Suiza obtienen mejores resultados que España. Eslovenia no se caracteriza por una larga trayectoria democrática precisamente y Suiza que aparentemente debería disfrutar de una mayor estructura de autonomía escolar coherente con su organización cantonalista, ejerce una dirección mucho más centralizada que España en el terreno educativo. Esto abre dos cuestiones fundamentales: La primera es que no puede existir autonomía escolar sin una efectiva dirección centralizada. Mayor centralización debe significar mayor autonomía en una misma dirección, y mayor autonomía debe significar mayor fortalecimiento del centralismo. De otra forma la autonomía se convierte en un foco de desigualdades. ¿Quién debe sino garantizar que todos los alumnos reciben las mismas oportunidades y una misma atención particular a sus condiciones de vida y características regionales? Lo que nos lleva a la segunda. Todo esto no son más que formulaciones vacías si no se atiende cuál es la línea educativa que recorre las arterias del sistema educativo. Cataluña es una de las autonomías que más compromiso ha adquirido con la autonomía escolar. Pero no podemos obviar cuál es la política educativa implementada y quién la dirige. El Consejero de Educación Ernest Maragall ha encabezado la aprobación de la nueva ley educativa aplaudida en el Parlamento Catalán como “un paso más en la construcción del Estado Catalán”. Teniendo en cuenta que en Cataluña el 60% de los directores son elegidos por la Consejería (como ocurre en Baleares o en el País Vasco – un 70% -), es de suponer en qué dirección camina la autonomía. Es un hecho que los padres no pueden decidir sobre si sus hijos estudian en castellano o catalán. Esta relación que es a un 30% en Andalucía y a un 15% en Madrid, es inseparable de la valoración general. El otro aspecto de esta cuestión hace referencia a quiénes participan de esa gestión:En la actualidad, hay iniciativas variadas, salpicadas por distintas partes de España, sobre cómo intentar impulsar la autonomía de los centros. María José Oviedo es directora de la Escuela Miralvalle, de Plasencia, en Cáceres. Este colegio suspendía en lectura y participación de las familias en el centro, pero encontró la manera de solucionar esas carencias. "Elaboramos un plan de mejora y creamos un proyecto de biblioteca en el que participaron profesores, padres y alumnos. Todo ello favoreció la coordinación interna del centro y nos animó a seguir avanzando en esa dirección", explica la directora. Ahora este colegio de Plasencia cuenta con equipos de atención a la diversidad, de educación por la paz y de tecnologías de la información y la comunicación (TIC). "Formamos estos grupos para mejorar la cohesión social y el rendimiento escolar", dice María José Oviedo. Seis años después, esta escuela extremeña aprueba con nota ambos propósitos. El porcentaje de aprobados en 6º de Primaria ha pasado del 78% al 92%, afirma la directora.Otro ejemplo se da en el Instituto de Educación Secundaria (IES) Azorín de Petrer, Alicante. Hay un cargo educativo peculiar en este centro: el de coordinador de la convivencia. Dirige una comisión de profesores, alumnos y padres. Su función principal es solucionar conflictos, dicen el director, Carlos Ruiz, y la coordinadora, María Jesús Soler. "El eje vertebrador del centro no tiene que ser el equipo directivo", asegura el director del instituto Azorín, "sino los profesores, los tutores y los alumnos". La comisión de la convivencia, que se coordina con la jefatura de estudios, gestiona desde 2001 un equipo de mediación cuya labor ha hecho disminuir la conflictividad en el centro, según María Jesús Soler. "Entre todos ofrecemos soluciones positivas. Los problemas se atajan y no siempre se solventan con expulsiones", añaden ambos docentes de este instituto de Alicante.En el instituto Azorín, desde que existe la comisión de la convivencia, las medidas sancionadoras se han reducido. El medio centenar de expedientes disciplinarios que cada año firmaban los profesores se quedan ahora en dos. Y el éxito académico de los alumnos también ha mejorado. La tasa de fracaso escolar ha bajado de un 20% a un 15%.En estos ejemplos aparece un denominador común, son los profesionales, los padres y alumnos los que intervienen de forma directa en la gestión. La dirección centralizada debería actuar tanto para garantizar el cumplimiento de una serie de condiciones básicas educativas como el ejercicio democrático de decisión sobre la forma de gestionarlas y su contenido particular. ¿Quién mejor que los destinatarios de esa educación para valorar sus necesidades?. No permitamos que los medios oculten el camino. Siguiendo aparentemente el mismo método de la autonomía escolar se recorren muy diferentes caminos.

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