El Euroescepticismo crece en el Este.

Aumenta el eurodesdén

Los asteroides del antiguo glacis soviético entraron en la UE arrastrados por la gravedad alemana, más que por el entusiasmo popular. Todaví­a hoy, sólo el 27% de los húngaros y los letones consideran beneficiosa la pertenencia a la Unión Europea. Este sentimiento de desdén o de resistencia activa a una Europa hegemonizada por los intereses de las grandes potencias -principalmente Alemania y Francia- se extiende también a parte de sus élites polí­ticas. El presidente de turno de la República Checa, el premier Vaclav Klaus es un euroescéptico reconocido que no tiene interés alguno en encabezar ningún proceso de integración europea, y que concibe a la UE poco más que como un mercado común y una fuente de subvenciones.

"Hacen lo que ueden". Con este condescendiente dardo se ha referido Sarkozy, anterior presidente de turno de la UE, a Vaclav Klaus, que ahora ocupa el puesto. Ambos han sido protagonistas de una agria polémica pública por las medidas proteccionistas de Francia con su industria del automóvil. Sarkozy condicionó las voluminosas ayudas a los gigantes franceses del automóvil a que no cerraran las plantas de Francia, o dicho de otra manera: que ya que hay que cerrar (el mercado no puede absorver la producción actual de coches, y en la UE sobran 20 fabricas), que cierren las plantas que poseen en países que sirven como plataformas de producción, por poseer mano de obra cualificada pero barata. Entre ellos se encuentra España, pero también la República Checa y el resto de los países del Este. El gobierno español no ha abierto la boca, pero las cancillerías del Este son cada vez más contestonas.Y no es para menos. Quizá los euroescépticos del Este consideren a la UE como poco más que un mercado común y como la teta de las subvenciones porque así se les ha tratado. "Primero enséñales a limpiar zapatos y luego di que sólo sirven como limpiabotas".Los ciudadanos checos, polacos, húngaros o rumanos están descubriendo como el maná de euros en subvenciones que ha llovido en los años en los que "Europa iba bien", ha servido en realidad como una anestesia para que los monopolios europeos –alemanes y franceses- puedan hacerse con el control de sus tejidos productivos, creando fuertes vínculos de dependencia. Muchos se escandalizan de que el conservador Klaus compare sin pudor a la UE con las imposiciones de Moscú en la época soviética, pero si se mira sin el telillo de fantasía euroentusiasta de los adeptos a la propaganda de Bruselas, las comparaciones del checo tienen visos de verdad.La reciente crisis del gas, en la que Rusia tomó como rehén a Europa oriental para cortar la deriva occidentalista de Ucrania y atraerla de nuevo a su órbita, ha acelerado el eurodesdén de los ciudadanos del Este ante una Europa que no hizo nada por ellos mientras soportaban tas gélidas temperaturas continentales. Para calentarse, algunos en la República Checa quemaban banderas de la Unión.

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