El Consejo de Europa alerta del derroche público en fármacos de escasa eficacia, reclama a los gobiernos europeos un mayor control en la autorización de los medicamentos que financian y denuncia la exageración de enfermedades y el tratamiento innecesario de malestares. ¿Por fin un Consejo de Europa que se opone a la hegemonía de las farmacéuticas?
Nada de eso. Aunque hay que apoyar la alerta del Consejo de Europa hay que aclarar desde qué objetivo se reduce el derroche. El objetivo de la UE es el desmantelamiento, aunque sea parcial, de los sistemas públicos de protección sanitaria que funcionan en la mayoría de países europeos. Por eso quiere limar el derroche. Acabar con el derroche porque los recursos públicos hacen falta para el rescate financiero y para avanzar en una sanidad monopolizada por los capitales financieros es una cosa. Acabar con el despilfarro dentro de un proyecto de redistribución de la riqueza, otra contraria. Saqueo o redistribución, esa es la cuestión. Acabar con el derroche para redistribuir la riqueza En un período, desde 2008, en que los grandes capitales financieros occidentales requieren de los recursos públicos para su “rescate”, los sistemas públicos de salud han entrado en su punto de mira. «Apoyar la alerta, pero… ¿por qué se ha estado décadas consintiéndolo?»
Los estados desinvierten en la cobertura sanitaria, acelerando el tránsito a una sanidad gestionada, en su grueso principal, directamente por los capitales monopolistas. Inevitablemente, el motor por el que España se convierte en el segundo mercado farmacéutico mundial, tras EEUU, se ralentiza. Dicho sea de otro modo, la sanidad pública disminuye su papel como correa de transmisión de las estrategias de mercado de las grandes farmacéuticas al tiempo que aumenta su papel complementario y potenciador de las grandes cadenas hospitalarias y aseguradoras ligadas a fondos de inversión y bancos.
Por eso es ahora que afloran desde las instituciones los códigos éticos o los llamamientos a acabar con el derroche en la compra de fármacos. Denuncias que diferentes colectivos, y desde estas mismas páginas, hemos venido haciendo desde hace décadas. Si ahora se reconoce que se gasta dinero público en fármacos no eficaces y que se generan enfermedades adrede para vender fármacos, ¿por qué se ha estado décadas consintiéndolo? ¿cuánta enfermedad y muerte ha generado la política de “hinchar a pastillas” al paciente y utilizar la sanidad pública como un campo de experimentación?
Claro que hay que acabar con el despilfarro, pero desde:
Poner en marcha una central de compras de fármacos que abarate precios y busque alternativas de fármacos genéricos en países emergentes.
Crear una Agencia de Evaluación Terapéutica formada por personalidades científicas con una honradez e independencia acreditadas que fije cuáles son las terapias más eficaces y menos tóxicas. – Aprobar planes para la prevención, y en su caso erradicación, de las grandes enfermedades de nuestro tiempo cuyas causas se conozcan. Prevenir es mejor que curar.
Proteger, atender y reponer a las víctimas silenciadas de abusos y negligencias por parte de las grandes farmacéuticas.
Perseguir, como crimen organizado, la corrupción política detrás del despilfarro, asegurando la devolución del dinero y su reinversión en el sistema sanitario. Si no se articulan medidas concretas para atajarlo de raíz, el sistema sanitario está en manos ajenas y sirve a intereses ajenos a los del pueblo.