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Andalucismos

José Antonio Griñán, presidente de la Junta de Andalucía, no es un hombre de origen subalterno. Es hijo de Octaviano Griñán, antiguo oficial de la Casa Militar de Franco –posteriormente, director de una entidad bancaria en Sevilla– y de María Teresa Martínez Emperador, de una ilustre familia madrileña con especial relevancia en la Administración y la Magistratura.

Nacido en Madrid en 1946, el inspector de trabajo José Antonio Griñán es el primer presidente de Andalucía sin acento andaluz. Ha sido ministro en dos ocasiones (Trabajo y Sanidad) y consejero y viceconsejero regional en otras muchas más. Quienes le conocen aseguran –sin apenas discrepancia en este punto– que se tiene en muy alta estima. Griñán es amigo de sus amigos, pero ante todo está su punto de vista.

Agotó la última legislatura andaluza contra el criterio de Alfredo Pérez Rubalcaba e intento ser el king maker de Carme Chacón en el 38º congreso del PSOE (Sevilla, febrero del 2012). Acertó en lo primero y se equivocó en lo segundo. Chacón perdió por sólo 22 votos, hallándose desautorizado a ocho semanas de las elecciones regionales. Para evitar la debacle y alejarlo del mediático círculo de Chacón, Rubalcaba le ofreció la presidencia del PSOE.

Contra pronóstico, el Partido Popular no obtuvo la mayoría absoluta en Andalucía el 25 de marzo del 12. Cuatrocientos mil votos menos que en las generales (20 de noviembre del 11) por miedo a la reforma laboral y a los recortes que Cristóbal Montoro intentaba aplazar y disimular. Mayoría de izquierdas.

Un año después, Griñán anuncia por sorpresa la intención de retirarse (en fecha no precisada) y convoca unas primarias rapidísimas que darán el delfinato a Susana Díez, 38 años, perfecto prototipo de la última hornada: Juventudes Socialistas, profesional de la política desde los 24 años, discreto currículo académico y mano de hierro. La principal aliada de Chacón en Sevilla.

Griñán siente cansancio, le enoja ser increpado en la calle por el feo asunto de los ERE –algunas fuentes dicen que veía venir la imputación de Magdalena Álvarez–, teme el ascenso de Izquierda Unida y ha tenido una visión: golpe de mano para reforzar al joven grupo dirigente que él ha promocionado, ante los complicados tiempos que se avecinan, dentro del PSOE y fuera de él. Griñán tendrá su carácter, pero no hace otra cosa que intentar mantener en pie el tradicional poderío del socialismo andaluz en la política española.

Y en esto regresa Baltasar Garzón con la plataforma Convocatoria Cívica, presentada ayer en Madrid. Un pie en Argentina y otro en España. Amigo del kirchnerismo y de Julian Assange. Carpetas con sustanciosa información sobre algunos asuntos de este mundo, algunas de los cuales pueden interesar al nuevo Papa de Roma. Garzón sueña con la revancha del conde de Montecristo en el momento más débil de la España bipartidista. Bárcenas en la cárcel y el caso Gürtel abierto en canal. Los ERE goteando imputaciones en Sevilla. Aznar, doliente y con pinturas de guerra. Catalunya, en concierto. Garzón, andaluz de Jaén, cabalgando justicialismos. Esto se pone cada vez más interesante.

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