Algo huele a podrido en las Cajas

«En las cajas de ahorros, con mayor concentración de riesgo hipotecario, tanto de particulares como de promotores, las cuentas de resultados de los próximos años estarán sometidas a un estrés adicional, y precisan de un plan de reestructuración dinámico más ambicioso que el que hasta ahora se ha puesto sobre la mesa. Aunque se ha generado un nivel de ruido abundante, que puede transmitir la impresión de que hay movimientos reales de las instituciones encaminadas a solventar sus deficiencias, no esconde más que trabajosos pasos que en la mayorí­a de los casos sólo significan quedarse donde están» (Cinco Dí­as)

“Todos los rocesos de fusión abiertos hasta ahora tienen un carácter localista y políticamente defensivo, encaminado únicamente a sellar financieramente las fronteras de cada comunidad autónoma para que el poder político retenga la tutela de las entidades. En el mejor de los casos, estos planteamientos tienen un efecto neutro, pero en otros muchos magnifica los defectos que cada caja arrastra individualmente”. PÚBLICO.- Los años cincuenta del siglo pasado fueron una época en la que un obrero de una fábrica de General Motors, tenía un salario que le permitía comprar una casa y educar a una familia. Cuatro semanas de vacaciones al año, cambiar de coche cada tres y una generosa pensión para disfrutar en su jubilación. ¿Qué pasó para que ahora, con el progreso tecnológico extraordinario alcanzado, esas conquistas hayan quedado enterradas? EL MUNDO.- Que la armada británica se dedique a hacer prácticas de tiro frente a la costa de Gibraltar y lo haga utilizando como diana la bandera española es una doble provocación que debe llevar de inmediato al Gobierno a pedir explicaciones a las autoridades de las Islas Editorial. Cinco Días Algo no se está haciendo bien en la fusión de las Cajas El proceso de reestructuración del sistema financiero español está siendo más lento de lo deseable, pero roza el grado de lo decepcionante en las cajas de ahorros. Los bancos comerciales de carácter sistémico salvarán la crisis sin mayor problema, salvo que ésta tenga una duración inesperadamente larga o que nuevos episodios de colapsos financieros no previstos cieguen el mercado del dinero. Los de tamaño doméstico deberán someterse a nuevos ejercicios de recapitalización, individuales o colectivos, además de buscar alternativas imaginativas para garantizar los flujos de financiación, una vez que el BCE ha decidido retirar las fuentes que hasta ahora garantizaban liquidez a buen precio, e incluso proporcionaban una buena parte de la cuenta de resultados si el dinero se colocaba en la seguridad de los bonos públicos. En las cajas de ahorros, con mayor concentración de riesgo hipotecario, tanto de particulares como de promotores, las cuentas de resultados de los próximos años estarán sometidas a un estrés adicional, y precisan de un plan de reestructuración dinámico más ambicioso que el que hasta ahora se ha puesto sobre la mesa. Aunque se ha generado un nivel de ruido abundante, que puede transmitir la impresión de que hay movimientos reales de las instituciones encaminadas a solventar sus deficiencias, no esconde más que trabajosos pasos que en la mayoría de los casos sólo significan quedarse donde están. Todos los procesos de fusión abiertos hasta ahora tienen un carácter localista y políticamente defensivo, encaminado únicamente a sellar financieramente las fronteras de cada comunidad autónoma para que el poder político retenga la tutela de las entidades. En el mejor de los casos, estos planteamientos tienen un efecto neutro, pero en otros muchos magnifica los defectos que cada caja arrastra individualmente. No es un plan suficiente. Una parte de las entidades de ahorro no tienen ni el tamaño, ni el equilibrio de mercado, ni la garantía de financiación, ni los niveles de solvencia que el futuro exige. Todos sus gestores saben que nada volverá a ser igual que antes de la crisis. Que conseguir financiación a buen precio exige unas dimensiones diferentes y que contar con los recursos propios que impongan los estándares europeos no está al alcance de la gran mayoría de ellas. El ensayo de las SIP es un mecanismo de urgencia que puede mejorar tanto solvencia como financiación, pero no es la herramienta que valga para todo en un mercado sobredimensionado, en el que el exceso de capacidad instalada puede superar el 25%. Equilibrar el mercado supone fusionar entidades de diferentes regiones para que la estructura de su mercado de financiación y de crédito tenga equilibrio, y, de paso, intensifique la profesionalidad de la gestión. Aunque los equipos de gestión directa de las cajas tienen un alto grado de preparación y criterio profesional, tienen que soportar la esquizofrenia de contar en muchas decisiones con el concurso de unas asambleas altamente politizadas, que sesgan a veces de forma determinante el análisis del riesgo. Por tanto, busquemos operaciones cuyo saldo sean cajas grandes, eficientes y solventes, y donde los gentilicios hayan desaparecido de sus códigos genéticos, y se conserven, en el mejor de los casos, en la marca. Una normativa que consagra el poder autonómico en materia de fusiones no da garantías de arrojar un proceso de reestructuración profesional. Debería modificarse para que el Banco de España tenga poderes ejecutivos en el diseño del mapa de cajas, que ahora sólo puede aplicar si previamente interviene a las entidades. 2010 será un año crítico, y pocas cosas indican que 2011 será mejor para el sistema financiero en España. Además, Bruselas apremia a utilizar los recursos del fondo de rescate. Pero la china que más aprieta en el zapato es la necesidad de evitar nuevas situaciones límite, como la artificialmente iniciada en Valencia por el consejero de Economía alertando del riesgo de pérdidas inminentes en CAM, que podría desatar los temores de los financiadores, que no son otros que los depositantes. Todo aquel que tenga algo que decidir en materia de fusión de cajas debe ser consciente de que la mitad del sistema financiero español puede convertirse en un lastre real para la recuperación de la economía si no se reajusta a tiempo. Y cada vez queda menos. CINCO DÍAS. 20-11-2009 Opinión. Público La decadencia del capitalismo americano E. Ekaizer Un día antes de su estreno en España, la película de Michael Moore resultó eliminada, en la madrugada de ayer, de la lista de documentales preseleccionados por la Academia de Hollywood para competir por los Oscar. Pero tal como ya ocurrió a primeros de octubre en Estados Unidos, el nuevo film de Moore llega en un momento especialmente propicio. En una fase de la larga crisis económica y financiera. Moore tiene una capacidad para conectar con el americano medio y se dirige, especialmente, a los trabajadores. La película, que él monopoliza como ya es habitual, nos ilustra sobre esa idea tan central del modo de vida americano según la cual cada generación conseguía vivir mejor que la anterior. Se acabó. El autor evoca su infancia en la ciudad de Flint, en Michigan, en los años cincuenta del siglo pasado, una época en la que su padre era obrero en una fábrica de General Motors, tenía un salario que le permitió comprar una casa y educar a una familia feliz. Su padre gozaba de cuatro semanas de vacaciones al año, cambiaba su coche cada tres y le esperaba una generosa pensión para disfrutar en su jubilación. ¿Qué pasó para que ahora, con el progreso tecnológico extraordinario alcanzado, esas conquistas hayan quedado enterradas? Esto es lo que pasó: entre 1949 y 1973, los trabajadores y empleados de clase media tuvieron una fuerte participación en el reparto de las ganancias de productividad de la economía. Pero a partir de la primera recesión generalizada de la economía norteamericana y mundial tras la posguerra, en 1973/4, ese reparto comenzó a ser cada vez más desigual. La guinda la puso el presidente Ronald Reagan, quien, según muestra Moore, hizo retroceder el mercado laboral de manera extraordinaria, lo que a su vez potenció las desigualdades sociales. El director-protagonista apoya sus argumentos con gráficos y cuadros estadísticos. El ataque al credo económico neoliberal es salvaje. Y aunque, como siempre en las películas de Moore, se trata de provocar al espectador con recursos poco elaborados, los argumentos son válidos. Aunque la película destila ese aire tan habitual de fábula de buenos y malos, tan americano y tan influente en la cultura del resto del mundo, Moore ha captado una de las esencias -la decadencia de la economía norteamericana tras la época dorada posterior a la Segunda Guerra Mundial-y consigue transmitirla con fuerza. Sus recursos son los de todas sus películas, los del reportaje en las calles y en los edificios. Pero aquí los protagonistas son las familias que sufren, y filman, sus propios desahucios, víctimas de la burbuja inmobiliaria. Sí, víctimas. Moore ataca la idea de que la culpa de esta crisis es la de los trabajadores que se han endeudado irresponsablemente al punto de no poder pagar sus hipotecas y perder sus casas. En cambio, aún cuando protege al presidente Barck Obama, el cineasta se burla del equipo que en 1999, durante la crisis asiática, fue portada del semanario Time con el título: "Comité para salvar el mundo". Ese equipo, formado por Alan Greenspan, Robert Rubin, Lawrence Summers y Tim Geithner, impulsó la desregulación del sistema financiero durante la presidencia de Bill Clinton. Dos de ellos forman la guardia de corps del presidente Obama. Moore no se detiene ni en el fondo de la crisis financiera ni en la burbuja de la vivienda. Presenta el rescate con dinero público de las instituciones de Wall Street como un golpe de estado financiero de Wall Street. Se dirá que es éste un ataque panfletario o una teoría de la conspiración. Pero, un momento, profesionales respetables como Simon Johnson, ex economista- jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), califican la crisis en curso como el producto de la existencia de una "oligarquía financiera" en EE.UU al estilo de la oligarquía rusa. Precisamente, en la película hay un momento especialmente dramático cuando Moore entrevista a Elizabeth Warren, de la Oficina de Supervisión del Congreso. "Dónde está nuestro dinero", pregunta el cineasta. La cámara se posa sobre el rostro de la funcionaria, que da vuelta el rostro, piensa, respira hondo y mira la lente: "No lo sé", contesta. Antes de finalizar la película, Moore se coloca a la salida de un edificio de Wall Street y va pregunta uno a uno a la gente que sale al azar si pueden explicarle lo que es un credit default swap (contrato de seguro de riesgo). Todos siguen su camino, sin responder. "¿Pueden darme un consejo?", grita Moore. Y uno de los que pasan por allí dice: "Sí, no haga más películas". PÚBLICO. 20-11-2009 Editorial. El Mundo Una ofensa que no puede quedar sin respuesta QUE LA ARMADA británica se dedique a hacer prácticas de tiro frente a la costa de Gibraltar y lo haga utilizando como diana la bandera española es una doble provocación que debe llevar de inmediato al Gobierno a pedir explicaciones a las autoridades de las Islas. Llueve además sobre mojado. Tal y como EL MUNDO reveló este lunes, desde el verano han sido frecuentes los casos en los que las patrulleras de la Royal Navy han hostigado a las españolas frente al Peñón. ¿Es casualidad que, sólo un día después de denunciarlo en nuestra portada, las ametralladoras británicas afinaran su puntería en la zona disparando a la enseña de España? Hasta ahora, las autoridades de nuestro país han hecho la vista gorda ante estos incidentes, limitándose a pedir a los agentes de la Guardia Civil que eviten el enfrentamiento y redacten informes sobre los hechos. Según esos informes, sus naves han sido interceptadas en varias ocasiones por buques británicos, que han llegado a bloquear su paso de forma intimidatoria. Son habituales las protestas oficiales de España ante Londres por este tipo de hechos. Pero sólo un mal entendido sentido de la prudencia puede haber llevado al Ministerio de Asuntos Exteriores a no ser más enérgico, sobre todo cuando se ha producido una escalada de tensión por parte británica. Al consentir que la Royal Navy actúe así, el Gobierno comete dos errores. Permite que, de facto, Gran Bretaña se enseñoree de aguas españolas. Esa apropiación de nuestra zona marítima ha impedido ya en algún caso que las embarcaciones de la Guardia Civil realizaran tareas de vigilancia en la zona, obstaculizando así actuaciones para prevenir el narcotráfico. Cabe recordar que el Tratado de Utrecht estipula la cesión del Peñón, pero no de las aguas limítrofes. Por otra parte, al aceptar la política de hechos consumados que impone la Armada británica se le da pie a que se envalentone y se reafirme en su actitud. Quizás eso ha influido en el ánimo de quienes el martes decidieron colocar una boya con la bandera española para tirotearla. Desde luego, sorprende que barcos de guerra hagan prácticas de tiro en una zona de tanto tráfico como es la del Estrecho, a menos que el objetivo sea simple y llanamente el de la provocación. Toda vez que Zapatero ha sido el presidente español que más concesiones ha hecho a Gran Bretaña en el conflicto con Gibraltar -permitiendo incluso la primera visita oficial de un ministro de Exteriores a la colonia- y dado que no ha obtenido contrapartidas a cambio, tal vez ha llegado el momento de que el Gobierno español se replantee la estrategia. Por lo pronto, debería solicitar formalmente a Londres que abra una investigación sobre los hechos y, llegado el caso, sancione a los responsables, pida disculpas y obtenga el compromiso de que episodios así no se volverán a repetir. Es impropio e insultante que militares de un país elijan como blanco de tiro la bandera de otro, pero resulta absolutamente inadmisible cuando hablamos de dos estados aliados y socios de la Unión Europea. Más aún, cabría añadir, después de que el presidente Zapatero haya apoyado a una británica prácticamente desconocida para ser la nueva superministra de Exteriores de la UE. Por el bien de las relaciones bilaterales, el Gobierno británico debe dar cuanto antes una explicación convincente a España. EL MUNDO. 20-11-2009

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