La corrupción en el Palau de la Música Catalana serví­a para pagar las deudas de la casta polí­tica local

Algo huele a podrido en Can Montilla

La trama de corrupción en torno al Palau de la Música de Barcelona ha dado un nuevo y sustancioso giro. Ya no se trata únicamente de los desfalcos realizados por su presidente, Félix Millet, para uso y disfrute personal. Ahora sabemos que una parte del dinero público robado se destinó a pagar las deudas del Partit per la Independencia, un fiasco polí­tico presidido por Angel Colom, hoy alto cargo de Convergencia.

Félix Millet, ex residente de Fundació Orfeó Català-Palau de la Música, ya ha confesado haber desviado para su beneficio personal al menos 3,3 millones de euros de los presupuestos de la entidad, financiada con fondos públicos, que destinó, entre otros usos, a reformar inmuebles de su propiedad particular y a pagar viajes a su familia.Pero, como en todos los casos de corrupción, no nos encontramos ante un delito individual, sino ante una auténtica trama corrupta incrustada en las élites del poder oficial.La corrupta relación entre Félix Millet y Angel Colom es una prueba meridiana de que algo huele a podrido en el antaño “oasis político” catalán.Colom fundo, tras salir de ERC, el Partit per la Independencia (PI) junto a Pilar Rahola, un fiasco soberanista que cerró las puertas al primer batacazo electoral.El tinglado político de Angel Colom dejo detrás un reguero de deudas. No hay problema, le dijeron algunos prohombres políticos catalanes, que le señalaron hacia el Palau de la Música como la puerta hacia la solución de sus problemas. Colom había ya ingresado en Convergencia Democrática de Catalunya y, como parte integrante de la casta política catalana, podía disfrutar de sus prebendas.Colom acudió a la oficina de Millet, y el presidente del Palau de la Música desvió 25 millones de las antiguas pesetas hacia una fantasmagórica Fundación Privada Espai Catalunya. Presidida por Colom, la fundación, que desapareció a los pocos días de recibir la subvención, era en realidad una tapadera para recoger fondos públicos con los que pagar las deudas generadas por el PI. La corrupción, el desvío de fondos públicos para usos espurios, era una norma tan habitual en el Palau de la Música, que se presidente había contratado un despacho de abogados para “dejar fuera del alcance de Hacienda temas de imposible justificación fiscal”, rectificando los documentos oficiales o creando otros inexistentes.No es la primera vez que la política catalana nos ofrece un espectáculo de este calado. Esta semana nos hemos enterado que la trama corrupta de los “informes fantasma” de la Generalitat puede haber cometido un desfalco de hasta siete millones de euros. El robo consistía en pagar–siempre a ex altos cargos de los principales partidos catalanes- informes ridículos –que reproducían artículos de internet- o directamente inexistentes, desviando así fondos públicos a las cuentas de la casta política. Todavía recordamos a Maragall confesando que el 3% -la comisión que la casta política cobra por conceder obras públicas- es una práctica habitual en Cataluña.Ahora sabemos que la corrupción anega todos los despachos oficiales de la Generalitat.Definitivamente, algo huele a podrido en Cataluña.

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