Alemania y Francia se acercan a Rusia y China

El maltrato de la relación transatlántica por parte de Trump tiene ya potentes efectos. La ruptura del pacto nuclear con Irán y la política proteccionista ha exasperado a los dirigentes europeos. En pocos días, Putin ha recibido a Merkel y Macron en Rusia. Y la canciller alemana ha viajado además a China para reunirse con Xi Jinping.

La política exterior de Trump ha cogido un importante impulso con el nombramiento de dos poderosos halcones: Mike Pompeo, ex jefe de la CIA, como Secretario de Estado, y John Bolton, un importante miembro de la administración Bush, como consejero de Seguridad Nacional. En pocas semanas, la Casa Blanca ha incendiado Oriente Medio: ha bombardeado Siria, ha roto el pacto nuclear con Irán y ha alentado la masacre israelí en Gaza. Ha amagado con el inicio de una guerra comercial dirigida indisimuladamente contra China y la UE. Y ha zarandeado el proceso de paz entre las dos Coreas, anulando el encuentro con Kim Jong-un.

Pero esta agresiva política ha desencadenado toda una serie de movimientos mundiales que pueden acabar perjudicando el dominio global de la superpotencia. El empeño de Trump en despreciar y maltratar la relación transatlántica entre la UE y EEUU está causando que las principales potencias europeas hagan significativos movimientos diplomáticos. En concreto, la canciller alemana y el presidente francés han realizado importantes visitas de Estado a Rusia y a China, los indentificados por la propia estrategia de seguridad norteamericana como los principales rivales de la superpotencia.

Macron y Merkel se entrevistan con Putin

Cerrando tratos en el Kremlin

El mismo día en el que la investigación de la ONU dejó oficialmente claro que el cohete que derribó un vuelo civil en Ucrania en 2014 era ruso, Putin se reunía con Macron. Pocas imágenes como ésta muestran mejor cómo, a pesar de todos los intentos norteamericanos por aislar a Rusia en el plano internacional y por usar a los europeos de la OTAN como torres y alfiles contra Moscú, la política de Trump tiene el efecto contrario. Putin ha salido del rincón, y las grandes potencias de la UE y del mundo quieren hacer negocios con él. En las últimas semanas el dirigente ruso ha recibido, además de al mandatario francés, a los presidentes de Alemania, India y Japón.

Emmanuel Macron -que se había reunido por primera vez con Putin hace un año en Versalles- viajó San Petersburgo acompañado por una amplia delegación de empresarios de grandes compañías con intereses en Rusia, como Total, Engie, Danone o Société Géneral.

La reunión escenificó una nueva voluntad de acercamiento entre Rusia y la UE. En ella el líder galo dijo que su país quiere contribuir a rebajar las tensiones entre Moscú y Bruselas, por ejemplo pactando la creación de un mecanismo conjunto para intercambiar información sobre ciberataques. Macron propuso a Rusia “buscar una base común para todas las contradicciones europeas”, al tiempo que reconocía «el papel que Rusia se ha arrogado en su entorno más cercano, así como en varias regiones del mundo, como, por ejemplo, Oriente Medio”.

En cuanto al pacto nuclear con Irán, ambos dirigentes buscan mantenerlo tras el abandono norteamericano, aunque difieren en cómo. Rusia quiere dejarlo como está, mientras que Macron insiste en endurecerlo, introduciendo nuevas cláusulas en referencia al programa nuclear iraní a partir de 2025 o al desarrollo misiles balísticos. Algo que busca contentar a Washington y Tel Aviv, pero que podría enojar a Teherán. Macron quiso advertir a EEUU que “pese a las sanciones”, Francia y la UE tienen intención de crear un mecanismo de protección de las compañías europeas presentes en Irán, país donde han invertido miles de millones de euros.

Pocos días antes de la visita de Macron, la canciller Ángela Merkel también mantuvo una reunión con Putin. Además del mantenimiento del pacto nuclear con Irán, la canciller quería ponerse de acuerdo con Moscú para impulsar un importante proyecto de suministro directo de gas desde Rusia a Alemania a través del Báltico. Este gaseoducto (llamado North Stream 2) ha sido fuertemente criticado por a embajada norteamericana en Berlín porque permite romper, aunque sea parcialmente, el aislamiento de Rusia. Además este nuevo gaseoducto permitiría disminuir el tráfico de hidrocarburos a través de Ucrania, lo que supondría una pérdida importante de ingresos para el Gobierno de Kiev en forma de aranceles.

Pero Merkel esta harta de una administración Trump enrocada en el «América First» y de la que «ya no se puede confiar», y se ha mostrado decidida a impulsar el North Stream 2, que ha costado 8.000 millones de euros a las arcas de Berlín y Moscú.

Visita de Estado de Merkel a China

La canciller en el nuevo Orient Express

El mismo día que Putin recibía a Macron, Merkel viajaba al extremo oriente para darse la mano con el presidente chino, Xi Jinping. La canciller alemana ha hecho una decena de visitas de Estado a China, pero ninguna tan simbólica como ésta, marcada por la amenaza norteamericana de una guerra comercial que tiene como principales perjudicados a Pekín y Berlín, y por la ruptura del acuerdo nuclear con Irán en el que las diplomacias alemana y china invirtieron mucho esfuerzo.

El encuentro, celebrado tras el viaje de Merkel a Rusia, tuvo un carácter mucho más geololítico que las diez veces anteriores. Tanto Alemania como China están plenamente interesadas en mantener un panorama mundial estable, un comercio mundial abierto, un enfoque diplomático en la resolución de los conflictos y en salvaguardar el acuerdo nuclear con Irán. Es decir, todo lo contrario de lo que representa la política internacional de Trump.

China ha desbancado ya a EEUU como principal socio comercial de Alemania, con un intercambio de mercancías por valor de 230.050 millones de dólares en 2017. El proyecto de la Nueva Ruta de la Seda impulsado por Pekín ha levantado el interés de importantes sectores de la burguesía monopolista alemana.

Esto no quiere decir que en el terreno comercial no haya importantes desavenencias entre ambos países. Ambos se acusan mutuamente de poner obstáculos a la inversión del otro. Merkel se queja de que China pone «trabas» al capital extranjero, con medidas como la obligación de formar empresas mixtas con participación del capital público chino y la exigencia de transferencia tecnológica pasado un tiempo. Las autoridades de Pekín lamentan que Alemania ponga barreras para que sus sus empresas puedan invertir libremente en Alemania.

Alemania además exige a China que haga importantes reformas en ciberseguridad, dado el volumen de robo de datos desde el país asiático. «Para las empresas es muy importante que existan condiciones fiables, porque los datos son la materia prima del futuro, no se ven, pero hay que protegerlos igualmente», dijo Merkel. «Los datos deben estar a disposición de las empresas y ser seguros, deben ser transportables. Y a este nivel aparentemente queda todavía mucho por hacer» aseguró.

Pero a pesar de los escollos, conforme la política exterior de la administración Trump se guía por ejes cada vez más intransigentes, conforme maltrata más y más la relación transatlántica y más secundario se vuelve el papel de Europa y Alemania en el mundo, más crecen las voces en Berlín que piden acercarse al nuevo eje económico mundial, Asia-Pacífico, y a su locomotora China. ¿Que puede ser más rentable que un viaje en el nuevo Orient Express?

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