Agoní­a egipcia

«El presidente Hosni Mubarak, de Egipto podrí­a haber hecho muchas cosas después de anunciar que no se presentarí­a a la reelección. Podrí­a haber dimitido y dejar a su vicepresidente dirigir un gobierno interino, algo que la administración Obama le está instando a hacer. Podrí­a haber abierto negociaciones serias con los manifestantes antigubernamentales que condujeran a elecciones libres y justas. En su lugar, el Sr. Mubarak está haciendo un intento despiadado de retener el poder».

Una cuestión imortante es cuál es el papel que el ejército –que recibe casi 1.500 millones de dólares en ayuda anual estadounidense– está preparado para jugar. ¿Va a reforzar la represión de Mubarak o la transición hacia un nuevo orden en el que las aspiraciones de los manifestantes – hartos de la pobreza, la falta de puestos de trabajo y educación, los excesos de la élite, la corrupción oficial y la represión del gobierno– serán abordados? La secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton dijo el jueves que el ejército tiene una "clara responsabilidad" de proteger a los manifestantes y "hacer rendir cuentas a los responsables de estos ataques." (THE NEW YORK TIMES) AL AHRAM.- La mujer entrevistada, o interrogada, en Mehwar TV tenía la cara borrosa – un privilegio normalmente reservado a prostitutas arrepentidas, terroristas confesos o gargantas profundas que revelan información que puede ponerlos en peligro. Esta en particular fue una entrevistada de orden diferente. Ella fue, al parecer, a hacer una confesión voluntaria en el sentido de que había sido reclutado por la inteligencia estadounidense, que procedió entonces a entrenarla en la forma de derrocar al régimen egipcio, y para hacer las infames maquinaciones de los agentes de espionaje estadounidense aún más siniestras, dijo que estaban utilizando oficiales de la inteligencia judía para hacer el entrenamiento. EEUU. The New York Times Agonía egipcia El presidente Hosni Mubarak, de Egipto podría haber hecho muchas cosas después de anunciar que no se presentaría a la reelección. Podría haber dimitido y dejar a su vicepresidente dirigir un gobierno interino, algo que la administración Obama le está instando a hacer. Podría haber abierto negociaciones serias con los manifestantes antigubernamentales que condujeran a elecciones libres y justas. En su lugar, el Sr. Mubarak está haciendo un intento despiadado de retener el poder. El miércoles, pocas horas después de que apareciera en la televisión nacional en un intento inútil de silenciar las demandas de su marcha, hombres armados con palos, piedras, cuchillos y bombas incendiarias comenzaron un asalto sangriento contra los manifestantes. Fueron animados evidentemente, incluso es probable que orquestados, por el régimen de Mubarak. El jueves, la brutal represión fue aún más lejos. En la escalada de enfrentamientos entre los manifestantes y las bandas armadas, los partidarios de Mubarak atacaron y detuvieron a periodistas extranjeros, les golpearon y destrozaron sus equipos. Las noticias sobre esto fueron censuradas. Dos reporteros del New York Times se encontraban entre las personas detenidas y posteriormente puestas en libertad. Activistas de los derechos humanos también fueron amenazados y detenidos. Estas son tácticas familiares a los dictadores que quieren maltratar a sus ciudadanos, sin testigos. Tememos que Mubarak tenga previsto dar aún más rienda suelta a la violencia (…) Se especula con que los enfrentamientos están siendo provocados para que los egipcios se unan en torno al gobierno y apoyen una ofensiva para restablecer el orden. El intento de Mubarak de culpar a la oposición y a los extranjeros por el caos –dijo a ABC News que su gobierno no es responsable– es evidentemente absurda. Él ha gobernado el país con mano de hierro durante casi 30 años. Mubarak ha perdido la legitimidad para seguir gobernando Egipto, pero ha optado por la supervivencia por encima de su pueblo. Manifestó a ABC News que tiene que permanecer en el cargo para evitar el caos. De hecho, su presencia continua sólo garantiza más caos e inestabilidad. A medida que las batallas hacen estragos en la calle, el gobierno ha lanzado mensajes de conciliación. Prometió que el hijo de Mubarak no se postulará para presidente y llamó al diálogo con los Hermanos Musulmanes, el grupo de oposición mejor organizado. Se comprometió a procesar a los responsables de la violencia. Los manifestantes, acostumbrados a los engaños del gobierno, es poco probable que se aplaquen. Una cuestión importante es cuál es el papel que el ejército –que recibe casi 1.500 millones de dólares en ayuda anual estadounidense– está preparado para jugar. ¿Va a reforzar la represión de Mubarak o la transición hacia un nuevo orden en el que las aspiraciones de los manifestantes – hartos de la pobreza, la falta de puestos de trabajo y educación, los excesos de la élite, la corrupción oficial y la represión del gobierno– serán abordados? La secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton dijo el jueves que el ejército tiene una "clara responsabilidad" de proteger a los manifestantes y "hacer rendir cuentas a los responsables de estos ataques." Hasta el momento, no está claro donde está el ejército. A medida que el movimiento anti-Mubarak, crece, algunos soldados aparentan simpatía por los manifestantes y ha colocado puestos de control en la Plaza de la Liberación, o Plaza Tahrir, para la detección de armas. El lunes, el ejército anunció que no usaría la fuerza contra aquellos que exigen la destitución de Mubarak. Pero cuando el cuerpo a cuerpo estalló el miércoles, los militares en gran parte se limitaron a guardar el Museo Egipcio y extinguir las bombas incendiarias. El jueves, después de los disparos –cuyo origen no está claro– el ejército se limitó a separar a los combatientes, pero la violencia continuó. Estos mensajes contradictorios amenazan con dañar la credibilidad del ejército y su condición de institución más respetada del país. El costo de la crisis se hace sentir. Los turistas huyen. La economía está paralizada. Egipto y su pueblo necesitan una rápida transición a una era de mayores libertades políticas y económicas. La violencia está haciendo la transición más difícil. THE NEW YORK TIMES. 3-2-2011 Egipto. Al Ahram Caos frente a control Hani Shukrallah La mujer entrevistada, o interrogada, en Mehwar TV tenía la cara borrosa – un privilegio normalmente reservado a prostitutas arrepentidas, terroristas confesos o gargantas profundas que revelan información que puede ponerlos en peligro. Esta en particular fue una entrevistada de orden diferente. Ella fue, al parecer, a hacer una confesión voluntaria en el sentido de que había sido reclutado por la inteligencia estadounidense, que procedió entonces a entrenarla en la forma de derrocar al régimen egipcio, y para hacer las infames maquinaciones de los agentes de espionaje estadounidense aún más siniestras, dijo que estaban utilizando oficiales de la inteligencia judía para hacer el entrenamiento. Desde luego, no tengo ninguna duda de que los servicios de inteligencia son capaces de proporcionar formación en el sabotaje, en todo tipo de espionaje, el terrorismo, el uso de tinta invisible, la toma de fotografías de documentos secretos con cámaras pequeñas, y así sucesivamente. No puedo sin embargo llegar a imaginarme cómo sería formar a una mujer joven egipcia en el derrocamiento del régimen de Mubarak. Por supuesto, los estadounidenses tienen su propia experiencia de la revolución, por lo que muy posiblemente a la joven se le hizo leer la Carta de Derechos y la Declaración de la Independencia, o tal vez se le indicaron diferentes formas de verter bolsas de té en el Nilo. Doy por seguro que las "revelaciones" de Mehwar TV son otro ejemplo del efecto de las sustancias alucinógenas que los administradores y el personal de la televisión egipcia obviamente han estado bebiendo, o tomando por vía intravenosa, desde el 25 de abril. ¿Qué otra cosa podría explicar que sus cámaras se dirijan continuamente a un tramo vacío de la carretera, mientras cientos de miles de personas están alzándose a una pulgada de distancia de la lente de la cámara? ¿O qué pasa con el acoso verbal constante, con el interminable parloteo de los reporteros, de los presentadores, de los invitados, del sinnúmero de llamadas, de todos los lamentos y el crujir de dientes sobre el caos que los manifestantes de la plaza Tahrir están causando en el país? Ignorando completamente el hecho de que una fuerza de 1,7 millones de policías desapareció en un abrir y cerrar de ojos, dejando casas, propiedades, y a 82 millones de ciudadanos como presas fáciles de las bandas criminales de asesinos, saqueadores y delincuentes. Bandas, además, que un número sustancial de evidencias demuestran que en realidad fueron dirigidas por miembros de esa fuerza policial desaparecida, en estrecha cooperación con los oligarcas del partido gobernante. ¿Cómo se explican sus elegías lacrimógenas sobre el Estado y el régimen de Mubarak y sus igualmente tristes elogios por la estabilidad nacional que los agentes del insidioso caos en Tahrir habrían tirado por la ventana, mientras que al mismo tiempo olvidan lamentablemente que el Estado ha eludido el primer deber de todos los Estados, que es proteger las vidas y las propiedades de sus ciudadanos? Ninguna televisión egipcia, drogadas a bombo y platillo, pudo al parecer (…) ver quién en realidad atacaba a quién; ni el traqueteo sin descanso de sus presentadores, ni sus talk shows, ni los ejércitos de volubles invitados, tuvieron en cuenta el hecho evidente de que durante la duración de la protesta del martes de un millón de personas, no hubo un solo incidente de violencia, ni una tienda fue atacada, ningún bien fue dañado. Tampoco parecieron tener en cuenta que sólo cuando sus –tan patrióticas– multitudes salieron a la calle al día siguiente, impulsadas por su apasionada preocupación por nuestro amado Egipto y el presidente Mubarak, quien ha dado tanto por nosotros (son casi citas literales, por cierto) – sólo entonces vimos bombas y cócteles Molotov ser lanzados, y los asesinatos y las heridas de cientos de ciudadanos de esta nación tan querida por ellos. Sea como fuere, las confesiones de la agente judía-norteamericana entrenada para la revolución eran cómicas (…) Fue sólo al día siguiente que la broma se volvió agria. Primero fueron los ataques a periodistas extranjeros; después vino la extraña entrevista con el vicepresidente, extraña, porque el entrevistador insistía en dar pie al entrevistado, servicio que este último realmente no parecía necesitar en absoluto. De hecho, Soliman, que ha hablado tan poco durante los últimos años desde su cargo público que pocos egipcios pueden identificar el sonido de su voz, parecía estar recuperando el tiempo perdido. En el curso de la entrevista, Soliman hizo alusión a oscuras conspiraciones de potencias extranjeras, sin citar nombres, aunque las sugerencias de vez en cuando parecía apuntar muy cerca de EEUU e Israel (irónicamente, ambos aman al hombre, tanto que Israel es hasta hoy prácticamente el único país del mundo que está luchando con uñas y dientes para mantener al presidente Mubarak en el poder). (…) No espero mucho de los derviches giróvagos de la televisión egipcia, pero espero realmente que el Vicepresidente se dará cuenta de lo peligroso que puede ser semejante disparate. Cuando estaba saliendo en la tarde de ayer del edificio de Al Ahram me encontré con una multitud de matones fácilmente reconocibles, de ciudadanos-matones de la variedad de los que lanzan cócteles Molotov. Habían puesto cerco a algunos vehículos, que yo no podía ver a causa de la multitud. Me acerqué y pregunté a uno de los presentes lo que estaba pasando. "Han cogido un coche de Libia, con dos israelíes en el interior," me dijo con toda seriedad. Lo absurdo habría sido divertidísimo, si no fuera por el destino incierto de los dos presuntos israelíes, con conexiones con Gadafi. Los extranjeros, por su parte, han sido atacados por turbas similares en El Cairo, y posiblemente fuera. Y no sólo los extranjeros; cuidado todos los egipcios de piel clara. Esta mañana me enteré de que Hazem Zohny, un periodista de inmenso talento y un colega de Al Ahram fue atacado por una turba mientras tomaba imágenes de un incendio que estalló en un centro comercial en el suburbio Jeque Zayed de El Cairo, muy posiblemente por los mismos matones que habían incendiado el lugar. Hazem, que afortunadamente se está recuperando bien de los ataques, es de piel clara. Los concienzudos estudiantes del señor Goebbels de nuestras cadenas de televisión no deben ser tomados en serio, porque no saben lo que hacen. ¿Pero está el vicepresidente dispuesto a pagar el precio de aplastar la revolución, mediante la transformación de Egipto en una especie de enclave talibán libre de extranjeros? Espero que no. AL AHRAM. 4-2-2011

Deja una respuesta