Triunfo del candidato islamista en Egipto

A Washington le crecen los enanos

Se habí­an blindado dando un «golpe constitucional» que otorga al ejército un poder desmesurado, por encima de cualquier gobierno. Ahmed Shafiq, el favorito del Ejército y de Washington, llegó incluso a anunciar su victoria, pero ante la perspectiva de un conflicto civil de consecuencias imprevisibles, se han visto obligados a aceptar el triunfo de Mohamed Morsi, el candidato de los Hermanos Musulmanes.

Las elecciones en Egipto venían precedidas de un auténtico golpe blando. El Tribunal Constitucional había derogado la ley de aislamiento político, que impedía presentarse al último primer ministro de Mubarak, Ahmed Shafik.


Además, disolvía el parlamento constituido hace solo seis meses, con mayoría de los Hermanos Musulmanes, y entregaba casi todo el poder al ejército. «Morsi goza de un margen de autonomía que puede suponer cuantiosos problemas a EEUU«


La Junta Militar, auténtico centro del poder real en Egipto, y especialmente vinculada a los EEUU, no perdió el tiempo. Emitió un texto constitucional en virtud del cual se hace cargo de momento del Legislativo, se otorga el derecho de veto de facto sobre la redacción de la Carta Magna y se reserva todos los asuntos relacionados con la defensa del país.


Todo estaba preparado para que un triunfo electoral “prefabricado” de Shafik cerrara el círculo de la “transición democrática” diseñada por Washington y ejecutada por la Junta.


El ex primer ministro de Mubarak, también militar, llegó a proclamar públicamente su triunfo, en un intento por forzar una política de hechos consumados.


Pero el pueblo egipcio no estaba dispuesto a aceptar un nuevo engaño. Los excelentes resultados cosechados en la primera vuelta por Hamdim Sabbahi, representante de la izquierda nasserista, de marcado carácter patriótico y antiimperialista, eran una muestra de la determinación de no aceptar una democracia tutelada por Washington.


La plaza Tahrir se convirtió una vez más en el centro de la indignación de centenares de miles de egipcios. Un fraude electoral tan vergonzoso abría abocado a una revuelta social de imprevisibles consecuencias.


Washington y la Junta se han visto obligados a aceptar el triunfo de Morsi. El ejército conserva los pilares fundamentales del poder, pero ahora deberá convivir con unos imprevisibles islamistas.


Los Hermanos Musulmanes arrastran una maleable trayectoria. Estuvieron junto a Nasser, pero también con el Sadat más pronorteamericano. Fueron oposición a Mubarak, pero su actividad era consentida por el régimen.


Todos apuntan a que han alcanzado un acuerdo político con la Junta Militar, como precio a la proclamación como vencedor de Morsi. Pero éste goza de un margen de autonomía que puede suponer cuantiosos problemas a EEUU.
Ha comenzando su andadura anunciando un restablecimiento de relaciones con Irán –rotas durante tres décadas- con el objetivo de “establecer un nuevo equilibrio en la región”.

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