8-J: prueba y error

«Prueba de la seriedad de fondo de la situación, pero también de la inadecuación de la respuesta, fue que, según recogí­an ayer los medios en caliente, bastantes empleados públicos decí­an abiertamente que no se habí­an sumado a la huelga para evitar que se les descontara de su salario la jornada de ayer. Esto no habí­a ocurrido en similares convocatorias de paro anteriores. Seguramente también influyó la evidencia de la falta de entusiasmo de los convocantes»

Si el Gobierno retirase las medidas de austeridad emeoraría la situación del déficit, obligando a medidas aún más drásticas, como las de Grecia, en pocas semanas o meses. En estas condiciones, el ensayo de ayer no podía ser un éxito. El método de prueba y error para orientar movimientos futuros aconsejaría a los sindicatos no correr el riesgo de un fracaso mayor y con peores consecuencias (EL PAÍS) EL MUNDO.- El intenso chaparrón que cayó sobre las cabezas de los líderes sindicales en la manifestación celebrada en Madrid ayer por la tarde fue una metáfora adecuada del fracaso cosechado por Méndez y Toxo. La huelga de funcionarios convocada por UGT, CCOO y CSIF en las administraciones públicas era todo un test sobre la capacidad de las centrales para encauzar el descontento por el recorte salarial decidido por el Gobierno dentro del plan de ajuste. Pues bien, a juzgar por el resultado de la convocatoria se puede decir con claridad que los sindicatos han cosechado un sonoro fracaso y que el Gobierno dispone de un respiro para aprobar la reforma laboral y la de las pensiones, tal y como le pide la UE LA VANGUARDIA.- el Gobierno se equivocará si hace una lectura mínimamente complaciente de lo acaecido en el día de ayer. El enfado existe; es real. No es un invento ni de los medios de comunicación ni de una oposición que airadamente trata de tumbar al Ejecutivo. Pero la protesta no se juega en esta ocasión en la calle y la respuesta se aplazará hasta que empiece el ciclo electoral. El Gobierno no gana credibilidad, pero los trabajadores acuciados por la crisis económica no están dispuestos a perder un día de su salario para nada. Es así de sencillo y así de crudo EL CONFIDENCIAL.- Si el Estado va a tener serias dificultades para refinanciar la deuda que vence en los próximos meses por el desplome de los bonos españoles, los bancos y cajas lo van a tener casi imposible. La crisis de la deuda española ha encendido todas las alarmas en el sector financiero ante la vuelta a una situación de falta de liquidez parecida a la sufrida en otoño de 2008 y que puede poner en aprietos a numerosas entidades que deben hacer frente a grandes vencimientos este año. Y en esta situación, es impensable que vuelva a fluir el crédito en la economía. Editorial. El País Prueba y error Si la convocatoria de huelga de funcionarios de ayer fue planteada por los sindicatos como una forma de tantear el ambiente social con vistas a una posible huelga general, el resultado invitaría a buscar otra forma de expresión de la protesta. Fue un éxito en cuanto a la tranquilidad de la jornada, pero no se percibió ambiente favorable a una movilización general, pese a que la función pública (que incluye enseñanza y sanidad) es un sector fuertemente sindicalizado. Prueba de la seriedad de fondo de la situación, pero también de la inadecuación de la respuesta, fue que, según recogían ayer los medios en caliente, bastantes empleados públicos decían abiertamente que no se habían sumado a la huelga para evitar que se les descontara de su salario la jornada de ayer. Esto no había ocurrido en similares convocatorias de paro anteriores. Seguramente también influyó la evidencia de la falta de entusiasmo de los convocantes: los líderes de las principales centrales llevan semanas diciendo que no desean llegar a una huelga general, pero que su convocatoria es cada día más inevitable. Un juicio tan contradictorio resulta poco motivador. La huelga de ayer se convocó en protesta por los recortes del gasto público anunciados por el Gobierno en respuesta a las exigencias de la UE de una reducción eficaz del fuerte déficit público que permita recuperar la confianza de los mercados de deuda. Es sencillamente impensable que, como consecuencia de la de ayer o de la eventual futura huelga general, el Gobierno renunciara a ese ajuste, a riesgo de acentuar la desconfianza de las instituciones y mercados internacionales. Se trata por tanto de movilizaciones puramente expresivas de descontento, no ligadas a un objetivo posible. Esto conecta con un problema del sindicalismo moderno: las huelgas se plantean contra el Gobierno, del que depende en buena medida su financiación, y en términos que con frecuencia agravan aquello que invocan como causa. Es el caso de la situación actual: solo de manera colateral puede considerarse al Gobierno responsable de la crisis actual, y en todo caso lo sería por resistirse en su momento a recortar el gasto social, no por lo contrario. Al respecto resulta un como mínimo hipócrita, si no irresponsable, la actitud de algunos portavoces del PP, como González Pons, que tras meses exigiendo al Gobierno acabar con el exceso de gasto público, declaró ayer que, si fuera funcionario, estaría participando en la huelga. Si el Gobierno retirase las medidas de austeridad empeoraría la situación del déficit, obligando a medidas aún más drásticas, como las de Grecia, en pocas semanas o meses. Y en ese país ya hay datos de una fuerte caída del turismo a causa de las repetidas huelgas. En estas condiciones, el ensayo de ayer no podía ser un éxito. El método de prueba y error para orientar movimientos futuros aconsejaría a los sindicatos no correr el riesgo de un fracaso mayor y con peores consecuencias. EL PAÍS. 9-6-2010 Editorial. El Mundo Los sindicatos deben aprender la lección EL INTENSO chaparrón que cayó sobre las cabezas de los líderes sindicales en la manifestación celebrada en Madrid ayer por la tarde fue una metáfora adecuada del fracaso cosechado por Méndez y Toxo. La huelga de funcionarios convocada por UGT, CCOO y CSIF en las administraciones públicas era todo un test sobre la capacidad de las centrales para encauzar el descontento por el recorte salarial decidido por el Gobierno dentro del plan de ajuste. Pues bien, a juzgar por el resultado de la convocatoria se puede decir con claridad que los sindicatos han cosechado un sonoro fracaso y que el Gobierno dispone de un respiro para aprobar la reforma laboral y la de las pensiones, tal y como le pide la UE. No se puede obviar que el paro de los funcionarios tenía una parte de ensayo de una futura huelga general. Los sindicatos tendrán que tentarse la ropa antes de hacer uso de la medida más extrema de la que disponen. La jornada de paro dio lugar a la habitual guerra de cifras sobre el seguimiento, aunque los españoles que salieron a la calle, fueron a las consultas médicas, al colegio o tomaron el transporte público atestiguan que la huelga no alteró el normal funcionamiento de los distintos servicios públicos. Tampoco, y ésta es una buena noticia, se produjeron incidentes dignos de mención, ya que los piquetes informativos sí hicieron honor a su nombre. La divergencia entre el Gobierno y los sindicatos -una novedad ya que han caminado de la mano desde que comenzó la crisis- fue total. El Ejecutivo estimó en un 11,8% el seguimiento, mientras que los sindicatos sostuvieron que el 75% de los funcionarios secundó el paro. Tanto los gobiernos autonómicos como la Federación de Municipios y Provincias (FEMP) dieron datos que sintonizaron totalmente con los ofrecidos por el Gobierno. Incluso en algunas comunidades sólo el 4% del funcionariado secundó la convocatoria. A pesar de que las guerras de cifras suelen ser habituales en las huelgas -al igual que sucede con los asistentes a las manifestaciones- hay que subrayar que esta vez los sindicatos convocantes han rozado el absurdo al dar una cifra de seguimiento -el 75%- totalmente increíble. Bastantes son las lecciones que cabe extraer de esta huelga, que es la primera que le convocan las centrales a Zapatero como presidente del Gobierno. En primer lugar, la mayoría de los funcionarios, a pesar de que tenían motivos para sentirse engañados porque la vicepresidenta firmó con ellos un acuerdo de subida de sueldos, se han comportado mayoritariamente con responsabilidad, sabiendo que España no está para huelgas en este momento. En segundo lugar, el fracaso de los sindicatos, que ya se pudo apreciar hace poco en las manifestaciones en contra del aumento de la edad de jubilación, certifica que la importancia que Zapatero les ha dado como inspiradores de su política social no se corresponde con su capacidad de influencia sobre los trabajadores. En tercer lugar, y esto es lo más importante para el futuro del país, Zapatero tiene las manos libres para llevar a cabo una reforma del mercado laboral profunda y no cosmética. Una huelga general en estas circunstancias podría acabar con el definitivo descalabro sindical, después de más de un cuarto de siglo como interlocutores privilegiados en materia económica. Además, el presidente del Gobierno debe intentar sacar adelante estas reformas con el consenso del PP, que ayer -al margen de la salida de tono de González Pons- mantuvo una actitud responsable, al no jalear la protesta sindical contra el Gobierno. EL MUNDO. 9-6-2010 Opinión. La Vanguardia Fracaso sindical José Antich La España real, la de los dos millones y medio de funcionarios a los que se les va a aplicar este mes ya un recorte en sus salarios, propinó ayer una sonora bofetada a los sindicatos al no secundar la convocatoria de huelga que habían convocado, entre otros, UGT y CC.OO. Las demoledoras cifras del escaso seguimiento de la huelga dejan claro que, al menos en esta ocasión, los trabajadores del sector público no se sienten representados por los sindicatos y discrepan de que la solución sean las protestas en la calle. Europa está en una gran crisis económica y España, que confiaba ilusamente en subirse a lomos de la recuperación de Alemania y Francia, ya sabe que este camino hoy no conduce a ningún sitio. Pero los trabajadores españoles del sector público renunciaron a convertir la calle en un laboratorio de ensayos de huelga general como les pedían los dos grandes sindicatos españoles. Dicho eso, el Gobierno se equivocará si hace una lectura mínimamente complaciente de lo acaecido en el día de ayer. El enfado existe; es real. No es un invento ni de los medios de comunicación ni de una oposición que airadamente trata de tumbar al Ejecutivo. Pero la protesta no se juega en esta ocasión en la calle y la respuesta se aplazará hasta que empiece el ciclo electoral. El Gobierno no gana credibilidad, pero los trabajadores acuciados por la crisis económica no están dispuestos a perder un día de su salario para nada. Es así de sencillo y así de crudo. Veremos si el desenlace de la jornada de huelga lleva o no a reforzar las débiles posiciones mantenidas por el Ejecutivo en la anunciada reforma laboral. El examen, el próximo día 16. LA VANGUARDIA. 9-6-2010 Banca. El Confidencial El desplome de la deuda española deja la liquidez de la banca en situación crítica E. Segovia Si el Estado va a tener serias dificultades para refinanciar la deuda que vence en los próximos meses por el desplome de los bonos españoles, los bancos y cajas lo van a tener casi imposible. La crisis de la deuda española ha encendido todas las alarmas en el sector financiero ante la vuelta a una situación de falta de liquidez parecida a la sufrida en otoño de 2008 y que puede poner en aprietos a numerosas entidades que deben hacer frente a grandes vencimientos este año. Y en esta situación, es impensable que vuelva a fluir el crédito en la economía. El diferencial del bono español a 10 años con el alemán (la principal medida de la prima de riesgo de nuestro país) alcanzó ayer los 2,16 puntos porcentuales, aunque al cierre se relajó hasta 2,07. En todo caso, niveles extremadamente altos que reflejan la desconfianza absoluta de los inversores hacia nuestro país. "Y si nadie quiere comprar bonos del Estado, que es lo más solvente por definición, mucho menos papel de los bancos y cajas españoles". El mercado de emisiones se ha cerrado en toda Europa, y sólo se logran colocar títulos de la máxima seguridad como las cédulas hipotecarias (covered bonds) y de entidades de países sólidos como Deutsche Bank. Pero es impensable lanzar ahora una emisión por parte de un banco o caja español. La solución, si el problema fuera puramente financiero, sería apelar al aval del Estado, que funcionó muy bien el año pasado. Pero dado que ahora el problema es la credibilidad del propio Estado, tampoco es factible esta opción. La financiación a corto plazo también es casi inexistente. El interbancario, que nunca ha vuelto a funcionar con normalidad desde el estallido de la crisis financiera internacional, se ha reducido a mínimos: el lunes sólo se cruzaron 4.000 millones, de los que 3.550 fueron a un plazo de un día y el resto, a una semana, según cifras del Banco de España. Unos vencimientos que dan miedo Frente a estas dificultades, la banca española tiene vencimientos este año por unos 170.000 millones de euros entre deuda a largo plazo y pagarés a corto. Las estimaciones de distintos analistas cifran en unos 100.000 millones la amortización de crédito -es decir, el dinero que recuperarán las entidades de los préstamos y que podrán destinar a pagar sus deudas-y en otros 15.000 millones la capacidad de nuevo ahorro de la clientela que se puede captar mediante depósitos (y encima a un coste altísimo por la guerra de los depósitos iniciada por el Santander). Es decir, hay un déficit de 55.000 millones que hay que refinanciar en los mercados o se corre el riesgo de incurrir en impago. Un déficit que afecta más a las entidades medianas y pequeñas, porque las dos grandes pueden intentar obtener esos recursos en los demás países donde operan. Pero "la combinación de riesgo España y entidad financiera es ahora mismo un repelente para inversores", comenta un experto en el sector. Deutsche Bank señala la liquidez como "la principal amenaza para la banca española". "Los vencimientos son impresionantes y suponen un riesgo enorme si los mercados afrontan nuevas tensiones", explica en un informe, y añade que las cajas de ahorros se encuentran en una posición muy débil y peligrosa desde el punto de vista de la financiación". Todos a la ventanilla de Fráncfort ¿De dónde puede salir ese dinero? Pues sólo hay un lugar disponible: de la barra libre de liquidez del BCE. Es decir, la apelación de la banca española a la ventanilla de descuento, que ya ha crecido bastante en los últimos meses, va a aumentar todavía más, lo que seguramente va a obligar a Jean-Claude Trichet a aplazar sine die sus planes de retirar las inyecciones de liquidez ilimitada si no quiere que la banca española salte por los aires. De momento, ya tuvo que convocar una subasta extraordinaria en mayo de 600.000 euros a un plazo de un año para poder refinanciar la inyección al mismo plazo de 442.000 millones que vencía en junio. Y por supuesto, de subir los tipos ni se habla. Teniendo en cuenta esta situación, Deutsche Bank cree que las entidades españolas no sólo tendrán que aumentar la apelación al BCE y utilizar las emisiones avaladas, sino también utilizar los paquetes de rescate del FMI y la Unión Europea aprobados para devolver la estabilidad al euro. Con unas condiciones draconianas para obtener liquidez, no cabe esperar que los bancos y cajas vuelvan a conceder crédito a empresas y familias en un futuro próximo. "Si no sabemos si tendremos dinero para pagar nuestras deudas, encima no vamos a prestarlo", comentan en una entidad nacional. Y si lo prestan, "trasladar la prima de riesgo de España en estos momentos a los clientes supondría meterles unos diferenciales totalmente inasumibles por unas empresas que están como están y unos particulares que no saben si mantendrán su empleo", añade. EL CONFIDENCIAL. 9-6-2010

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