«Esta es la situación: La economía de EEUU se ha visto paralizado por una crisis financiera. Las políticas del presidente han limitado los daños, pero han sido demasiado prudentes, y el desempleo sigue siendo desastrosamente alto. Más acciones son claramente necesarias. Sin embargo, el público le ha dado la espalda al activismo del gobierno, y parece dispuesto a inflingir una severa derrota a los demócratas en las elecciones de mitad de período. El presidente en cuestión es Franklin Delano Roosevelt, el año es 1938.»
Desde el unto de vista económico, la Segunda Guerra Mundial fue, sobre todo, una explosión de déficit público financiero, en una escala que nunca se hubiera aprobado de otra forma. En el transcurso de la guerra, el gobierno federal tomó prestado una cantidad igual a aproximadamente el doble del valor del PIB en 1940 – el equivalente de aproximadamente 30 billones de dólares actuales. La lección económica es clara: cuando la economía está profundamente deprimida, las reglas usuales no se aplican. La austeridad es contraproducente: cuando todos tratan de pagar la deuda, al mismo tiempo, el resultado es la depresión y la deflación. Y a la inversa, es posible –de hecho, es necesario– un aumento temporal de gasto deficitario, a una escala suficiente, puede curar los problemas causados por los excesos del pasado. (THE NEW YORK TIMES) DIARIO DEL PUEBLO.- China nunca ha perseguido una política de confrontación con otras potencias del mundo, incluyendo a EEUU. Sin embargo, necesita de una disuasión estratégica. A fin de proteger sus propios intereses estratégicos, China debe no sólo construir su capacidad balística antibuques, sino contar además con toda una gama de otras medidas contra portaaviones. Por algún tiempo, las agencias de inteligencia de EEUU y otros países occidentales han estado conjeturando sobre la capacidad antibuques del misil de China. Esta debe convencer a la comunidad internacional sobre la confiabilidad de su capacidad antiportaviones, para terminar cuanto antes con la especulación. EEUU. The New York Times 1938 en 2010 Paul Krugman Esta es la situación: La economía de EEUU se ha visto paralizado por una crisis financiera. Las políticas del presidente han limitado los daños, pero han sido demasiado prudentes, y el desempleo sigue siendo desastrosamente alto. Más acciones son claramente necesarias. Sin embargo, el público le ha dado la espalda al activismo del gobierno, y parece dispuesto a inflingir una severa derrota a los demócratas en las elecciones de mitad de período. El presidente en cuestión es Franklin Delano Roosevelt [FDR], el año es 1938. En pocos años, por supuesto, la Gran Depresión había terminado. Pero es a la vez instructivo y desalentador mirar el estado de América alrededor de 1938 – instructivo porque la naturaleza de la recuperación que siguió refuta los argumentos que dominan el debate público de hoy, desalentandor porque es difícil prever que algo como el milagro de la década de 1940 vuelva a ocurrir. Ahora bien, se supone que no íbamos a encontramos repitiendo los errores de finales de la década de 1930. Los economistas del presidente Obama se comprometieron a no repetir los errores de 1937, cuando FDR retiró el estímulo fiscal demasiado pronto. Pero al hacer su programa demasiado escaso y de corta duración, Obama hizo exactamente eso: el estímulo ayudó al crecimiento mientras duró, pero puso sólo un pequeño parche al desempleo – y ahora mismo está desapareciendo. Y como algunos temíamos, la insuficiencia del plan económico inicial de la administración ha conducido a una trampa política. Se necesitan desesperadamente más estímulos, pero a los ojos del público el fracaso del programa inicial para encarar una recuperación convincente ha desacreditado la acción del gobierno para crear empleos. En resumen, bienvenidos a 1938. La historia de 1937, de la desastrosa decisión de FDR de hacer caso a los que le dijeron que era hora de recortar el déficit, es bien conocida. Lo que es menos conocido es el grado en que el público llegó a conclusiones equivocadas sobre la recesión que siguió: lejos de llamar a la reanudación de programas del New Deal, los votantes perdieron la fe en la expansión fiscal. Considere la encuesta de Gallup de marzo de 1938. Preguntados sobre si el gasto público debería aumentar para luchar contra la depresión, el 63% de los encuestados dijeron que no. Preguntados sobre si sería mejor aumentar el gasto o recortar los impuestos a las empresas, sólo el 15% eran favorables al gasto; el 63% a los recortes de impuestos. Y la elección de 1938 fue un desastre para los demócratas, que perdieron 70 escaños en la Cámara y siete en el Senado. Luego vino la guerra. Desde el punto de vista económico, la Segunda Guerra Mundial fue, sobre todo, una explosión de déficit público financiero, en una escala que nunca se hubiera aprobado de otra forma. En el transcurso de la guerra, el gobierno federal tomó prestado una cantidad igual a aproximadamente el doble del valor del PIB en 1940 – el equivalente de aproximadamente 30 billones de dólares actuales. Si alguien hubiera propuesto gastar ni siquiera una fracción de eso antes de la guerra, la gente habría dicho las mismas cosas que está diciendo hoy. Habrían advertido acerca de la aplastante deuda y la inflación galopante. También habrían dicho, con razón, que la Depresión estaba en gran parte causada por el exceso de deuda – y, a continuación hubieran declarado que era imposible solucionar este problema mediante la emisión de aún más deuda. ¿Pero adivinan qué? El gasto deficitario creó un auge económico – y el boom sentó las bases para la prosperidad a largo plazo. La deuda global de la economía –pública más privada– en realidad disminuyó como porcentaje del PIB, gracias al crecimiento económico y, sí, gracias a cierto grado de inflación, que redujo el valor real de las deudas pendientes. Y después de la guerra, gracias a la mejor posición financiera del sector privado, la economía fue capaz de prosperar sin déficit permanente. La lección económica es clara: cuando la economía está profundamente deprimida, las reglas usuales no se aplican. La austeridad es contraproducente: cuando todos tratan de pagar la deuda, al mismo tiempo, el resultado es la depresión y la deflación, y los problemas de deuda aumentan todavía a peor. Y a la inversa, es posible –de hecho, es necesario– para que la nación en su conjunto encuentre la salida de la deuda: un aumento temporal de gasto deficitario, a una escala suficiente, puede curar los problemas causados por los excesos del pasado. Pero la historia de 1938 también muestra lo difícil que es aplicar estas ideas. Incluso bajo FDR, nunca hubo la voluntad política de hacer lo que se necesitaba para poner fin a la Gran Depresión, y su eventual solución vino fundamentalmente por accidente. Tenía la esperanza de que íbamos a hacerlo mejor esta vez. Pero resulta que los políticos y los economistas se han pasado décadas desaprendiendo las lecciones de la década de 1930, y están decididos a repetir todos los errores del pasado. Y es algo repugnante darse cuenta de que los grandes ganadores en las elecciones de mitad de período es probable que sean las mismas personas que primero nos metieron en este lío, y después han hecho todo lo que está a su alcance para bloquear los medios para salir de él. Pero recuerde siempre: esta caída se puede curar. Todo lo que se necesita es un poco de claridad intelectual, y un montón de voluntad política. Aquí está la esperanza de encontrarnos con esas virtudes en un futuro no muy lejano. THE NEW YORK TIMES. 5-9-2010 China. Diario del Pueblo China necesita de un poderoso “destructor de portaaviones” El misil balístico anti-buque de China (ASBP), conocido como el “destructor de portaaviones,” está casi listo para el uso, dijo recientemente en Tokio el comandante del Comando Pacífico de EEUU, almirante Robert Willard. En momentos en que los portaaviones de EEUU se muestran más activos en las aguas cercanas a las costas de China, el ASBP de esta última ha desatado las preocupaciones de Occidente. China nunca ha perseguido una política de confrontación con otras potencias del mundo, incluyendo a EEUU. Sin embargo, necesita de una disuasión estratégica. A fin de proteger sus propios intereses estratégicos, China debe no sólo construir su capacidad balística antibuques, sino contar además con toda una gama de otras medidas contra portaaviones. Por algún tiempo, las agencias de inteligencia de EEUU y otros países occidentales han estado conjeturando sobre la capacidad antibuques del misil de China. Esta debe convencer a la comunidad internacional sobre la confiabilidad de su capacidad antiportaviones, para terminar cuanto antes con la especulación. Tal capacidad es necesaria para una potencia en ascenso, y es una infraestructura necesaria para la modernización militar de China. La condición de los destacamentos de batalla de los portaaviones estadounidenses en el Pacífico como disuasión contra los intereses estratégicos de China, presupone la necesidad de que ésta disponga de una capacidad de contrapeso. Tal capacidad podría inhibir los eventuales intentos estadounidenses de mantener a China en jaque por medio de los portaaviones y, por lo tanto, reduce grandemente la posibilidad de confrontación entre el Ejército Popular de Liberación (EPL) y las fuerzas militares de EEUU en el Pacífico occidental. A la par que desarrolla su capacidad balística antibuques, China debe mantener a Occidente al tanto de en qué circunstancias espera hacer uso de dicho armamento. China debe dejar bien claro al resto del mundo que no permitirá que portaaviones extranjeros maniobren a su antojo en sus aguas. China nunca abusará de su capacidad anti-buque y lanzará ataques contra portaaviones extranjeros sin una razón justificada. Durante todo el tiempo en que China desarrolle de su poderío estratégico de respuesta, el país estará sujeto inevitablemente a las presiones comprendidas dentro de la “teoría de la amenaza china”. Sin embargo, China puede pasar por alto tales observaciones, y centrarse más en fomentar una nueva confianza mutua militar y estratégica. China no tiene ninguna intención de cambiar el equilibrio de fuerzas en el Pacífico por medios militares. Sólo procura consolidar su estrategia defensiva nacional. La ansiedad externa respecto al desarrollo militar de China es entendible en cierta medida. Cuanto mayor capacidad de disuasión estratégica posea China, más cautelosa deberá ser al usar la fuerza. China debe explorar cuidadosamente cómo presentar su disuasión. Este es un nuevo tema para China. DIARIO DEL PUEBLO. 6-9-2010