Yo también; nunca más

Si un desconocido te regala flores, eso es impulso. No, no es una frase sabia. Es el eslogan publicitario de una marca de colonia.

Citando a Galeano, «vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor, el físico más que el intelecto. Vivimos en un mundo donde cuenta el envase, que desprecia el contenido”.

Si alguno de ustedes se pregunta porque digo esto hace bien. En ese, este, mundo que describe el poeta si alguien te hace un regalo inesperado hay que preguntarse una, dos y hasta tres veces por qué.

No es que sea desconfiada, pero ante algo así, una mujer puede sentirse halagada y otra ofendida. Considero las dos opciones igualmente respetables.

Una gran parte del mundo occidental esta viviendo en el centro de esta polémica.

La liebre ha saltado por el discurso de Oprah Winfrey el la entrega de este año de los Globos de Oro.

La primera mujer negra que recibe este premio convirtió su discurso de agradecimiento en un alegato contra el racismo, la corrupción y la desigualdad. Pero quiso dedicarlo especialmente a todas las mujeres víctimas de abuso. Granjeras y amas de casa, abogadas y estrellas de cine, hasta ahora anónimas, que según sus palabras, tenían facturas por pagar y un sueño que cumplir.«La linea que separa el acoso y el abuso de «un torpe coqueteo» es tan sutil como la percepción de la mujer que lo recibe»

Se puede objetar a este discurso que éstas mujeres tuvieron la opción de no ceder al chantaje. Puede ser. Pero esta lectura de un tema extremadamente delicado desvía turbiamente la mirada convirtiendo a la agredida en cómplice del agresor. Es imprescindible dejar meridianamente claro y preciso quien es la víctima y quien el verdugo. Sin medias tintas.

Oprah hizo también una encendida defensa de la verdad, pero la verdad sí tiene matices.

Quizá por eso ha surgido en Francia un manifiesto apoyado por intelectuales y artistas contrarios al movimiento #Me too, criticándolo de vuelta al puritanismo y defendiendo el «derecho del hombre a molestar». Bien esta. Pero no es casual que la polémica haya surgido en una sociedad como la norteamericana, dónde reina y se exporta la doble moral y si somos modernos y queremos defender el derecho del hombre no podemos hacerlo a costa de doblegar el de la mujer de denunciar a quien la molesta, porque frente al silencio está la impunidad.

La linea que separa el acoso y el abuso de «un torpe coqueteo» es tan sutil como la percepción de la mujer que lo recibe.

Desde estas líneas todo mi aliento a las mujeres que valientemente denuncian años de sufrimiento y a los hombres que, como dijo Oprah, han sabido escuchar.

A ellas y a ellos, gracias.

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