Yo sí te creo, hermana

Las mujeres, y con nosotras toda la sociedad, hemos respondido juntas ante la agresión que supone la sentencia del caso de La Manada con una solidaridad que no se puede descomponer

La sentencia del caso de La Manada, en el que cinco hombres violaron a una joven madrileña, no ha tenido solo una víctima. Ha tenido muchas más. Todas las mujeres que hemos sido violadas, acosadas o humilladas en algún momento de nuestra vida. Abriendo -o reabriendo- heridas que escuecen, pero de las que no emana sangre, sino un incontenible torrente de agua marina. Un tsunami rompedor. Una oleada de mujeres que han inundado las calles de todo el país, exigiendo no solo justicia, sino libertad.

La realidad oculta es que la joven madrileña ha sufrido una doble violación. La física, la que deja secuelas visibles y no visibles, pero permanentes. Y la de sus derechos. Enfrentándose a un tribunal de hierro, viéndose obligada a justificar cada hecho de lo evidente y teniendo que defender que no es abuso, es violación.

Esta sentencia, “abuso continuado”, es un insulto explícito y sin tapujos, como escupir en la cara de todas y cada una de las mujeres que han sido violadas. No solo por el Tribunal. Ni siquiera en el Código Penal actual aparece la palabra violación en ninguno de sus artículos, tan solo agresión, abuso o acoso sexual.

Según recoge el artículo “Dos veces violada” publicado por el ABC el 24 de Abril, psicólogas y expertas, de la asociación Lunes Lilas o la fundación Clara Campoamor entre otras asociaciones, afirman que la consecuencia inmediata de esta sentencia es que la sociedad y la propia víctima lleguen a la conclusión de que “no importa lo que haga porque siempre será vulnerable”. El juicio, la atención social, la exposición mediática y sobre todo, una sentencia que no solo no reconoce la violación de la joven sino que la hace cargar con el estigma de la violación permanentemente, o ser cuestionada porque no se resistió, son factores que agravan su situación, provocando una dificultad emocional grave en la recuperación de unas secuelas que permanecerán mucho más tiempo que los 9 años de condena.«El margen de tolerancia machista está por debajo de cero»

«La chica de Pamplona no está sola. Yo estoy a su lado» son las palabras textuales de la joven de la abusaron sexualmente cuatro de los hombres de La Manada el 1 de mayo de 2016 en Pozoblanco, dos meses antes. En este caso, la joven fue presuntamente drogada y también grabada. Una de esas heridas que se han reabierto, llena de dolor pero también de indignación y fuerza.

Mientras que las caras de los cinco de La Manada ya son portada nacional como estrellas de cine, publicando incluso en algunos medios un auténtico “quién es quién”, no hay ni un solo rostro ni nombre de mujer. Han sido cientos las que no se han resignado y han roto el silencio en las redes con el hashtag #Cuéntalo, abriendo un incesante canal de experiencias de acoso, violación o maltrato propias, o de otras mujeres, algunas vivas, algunas muertas.

Mujeres, que solo por nuestra condición, tenemos que soportar diarias situaciones de acoso legalizadas. En el trabajo, en el autobús, en la discoteca, en la calle…

Pero las advertencias son siempre para nosotras, a las que educan para girar la cara cuando un hombre se masturba en frente siendo una adolescente, a no perder de vista tu copa en una discoteca por la posibilidad de que te droguen y a no volver nunca sola a casa de noche.

Pero así es como ha dejado la ley a una joven de 18 años ante una manada de animales, sola y desprotegida. Provocando tal rechazo que la sociedad ha tomado la justicia por su mano, abriendo paso a la verdadera manada: quienes la han defendido con garras y dientes.

Desde el masivo 8M que recorrió todo del país, y uno de los más multitudinarios del mundo, el movimiento feminista se ha dotado de una potente y mayor organización y radicalización, incidiendo directamente en que actualmente España sea el país con menos asesinatos de violencia de género de Europa. El margen de tolerancia machista se ha colocado incluso por debajo de cero.

Una brutal respuesta de resistencia ante la ofensiva lanzada contra todas nosotras, haciendo que esta se convierta ya en una de las noticias más mediáticas de los últimos años. Son ya varios días de manifestaciones masivas y asambleas en todo el país, donde se han movilizado desde colectivos feministas, hasta el propio ayuntamiento de Navarra, que exige un cambio en la sentencia porque “no es abuso, es violación”. Obligando a que la fiscalía haya tenido que recurrir la sentencia de La Manada para que la condena sea por agresión sexual, solicitando 22 años de cárcel para los miembros de La Manada, en una moción aprobada al día siguiente de hacer pública la condena. Ese mismo día estallaron las protestas en la puerta del palacio de justicia de Navarra, concentraciones en las principales ciudades de España y un movimiento de solidaridad con la víctima en las redes sociales.

La consigna “libres, no valientes”, entre otras, no solo es una denuncia a la sentencia y al tratamiento de la joven, sino una clara y abierta reivindicación por la libertad. Libertad para sentir, decir, hacer; para gritar que ya no estamos dispuestas a seguir en el papel que nos ha tocado, para denunciar abiertamente el machismo y que el actual sistema lo permite.

De nuevo, se tejen hilos invisibles entre las mujeres de apoyo y solidaridad que traspasan kilómetros, que se unen profundamente en un hecho aparentemente sencillo pero con una fuerza descomunal: somos mujeres. Todas y cada una de nosotras hemos sufrido una situación en la que nos hemos sentido como la joven madrileña aquella noche en Pamplona. Por eso, yo sí te creo, hermana.

Ninguna sentencia puede arrebatarnos la capacidad de empatía y unidad que está moviendo a miles de personas en todo el país para defender lo que consideramos realmente justo, que ha atravesado todas las capas de la sociedad haciendo que mujeres de muy distintas condiciones sociales hayan condenado tajantemente lo ocurrido.

Ya no pueden descomponer la sensibilidad y solidaridad ante la violencia machista, la violación o el abuso que se ha despertado progresivamente en las mujeres de nuestro país. No pueden romper la resistencia y la unidad de las mujeres. No se puede romper.

El volcán que se ha abierto ya no se puede contener.

2 comentarios sobre “Yo sí te creo, hermana”

  • Es un articulo sencillo pero recorrido por una fuerza y una toma de posición admirable. El mejor, sin duda, que ha escrito esta redactora y esperando con ganas el proximo artículo de esta activista y estudiante de educación social.

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