El nuevo frente de guerra de Obama

Yemen apunta a Pekí­n

La presidencia de Obama está convirtiéndose en lo más parecido a conducir un tren. A diferencia de un automóvil, un tren no puede ser dirigido. Su conductor podrá, en el mejor de los casos, llegar antes aumentando la velocidad. Pero en última instancia sólo puede hacerlo siguiendo el camino trazado por los raí­les. En su estrategia internacional, el cambio prometido por Obama cada vez recuerda más al segundo mandato de Bush. Abriendo un nuevo frente de guerra en Yemen, Obama apunta directamente a Pekí­n.

Muchos dicen que la decisión de Obama de abrir un nuevo frente de guerra en Yemen, que odría llegar a ser tan sangrienta, caótica e imposible de ganar como las de Irak y Afganistán, es un torpe error de consecuencias potencialmente catastróficas. Los paralelismos entre Yemen y Afganistán son, desde luego, evidentes. Yemen es también una tierra de montañas escarpadas que pueden llegar a convertirse en un paraíso para la guerrilla. Como en el Hindu Kush, no hay una sola tribu yemení que no posea su propio arsenal de armas automáticas. Y es también, como Afganistán, un país de división tribal y poderes en conflicto, con capacidad más que sobrada para hacer estallar una feroz guerra civil a poco que una intervención extranjera encienda la chispa. ¿Acaso Washington desconoce todo esto? Por supuesto que no. Y si le sale bien la apuesta –cosa que está por ver–, la decisión de Obama puede llegar a ser recordada como la maniobra más inteligente hecha por EEUU en mucho tiempo para perpetuar su hegemonía mundial. La intervención norteamericana en Yemen no es, en última instancia, sino la respuesta de EEUU a la inaudita velocidad de la emergencia de China. Marcando el territorio Basta echar una rápida ojeada al mapa de la región para comprobar cómo Yemen es uno de los lugares más estratégicos de las aguas que rodean la Península Arábiga. Flanqueado por dos protectorados vitales para EEUU: Arabia Saudí, el gran suministrador de petróleo y contrapeso a la emergencia regional de Irán, y Omán, la otra puerta de entrada desde el Índico al Golfo Pérsico. Al igual que hacen los perros en las farolas, al tío Sam le ha bastado rastrear la procedencia yemení del atentado fallido de las pasadas navidades para acudir rápidamente a “marcar su territorio”. Sobre todo después de que Rusia haya estado coqueteando, en su plan quinquenal 2010-15 de rearme y modernización militar, con el proyecto de reabrir su antigua base militar de la época soviética en Adén o bien reubicarla en la isla yemení de Socotra, en la estratégica puerta de entrada al Mar Rojo y el Canal de Suez. Con su decisión de implicarse militarmente en Yemen, Obama ha dado también señales de que la odisea no terminará ahí, sino que tiene su prolongación lógica hacia Somalia y Kenia. Con ello, EEUU establecería su presencia militar en una franja continua del litoral a lo largo de todo el borde occidental del Océano Índico, excluyendo de esta forma cualquier opción para Moscú o Pekín de establecer algún tipo de base naval en la región, que no sea Irán. El resto de países, de confirmarse este proyecto, contarían con presencia militar de Washington o de alguno de sus aliados. Obama ya ha advertido que la intervención norteamericana en el Yemen no va a seguir el patrón de Irak y Afganistán. Su objetivo básico es establecer una presencia militar permanente en Yemen. Lo que sirve a muchos, y muy cualitativos, propósitos. El frente regional Al penetrar política y militarmente en Yemen, EEUU busca, en primer lugar, desactivar la emergencia de las fuerzas chiítas en el sur de la península Arábiga, lo que podríamos denominar como el cuarto frente regional iraní, tras el oriental (el propio Irán), el central (el gobierno chiíta de Irak) y el occidental (Líbano-Palestina con Hezbolá y Hamás). En Yemen se concentra una población chiíta que supone el 45% de los habitantes del país, que además en su franja nororiental conectan justamente con el 15% de los chiítas saudíes que viven en la zona petrolífera más rica de Arabia Saudí. Una Arabia Saudita que, por añadidura, está entrando en una muy delicada fase de transición política, con una nueva generación de la casa Saud a punto de asumir el liderazgo en Riad, lo que hace previsible una exacerbación de las intrigas palaciegas y la reapertura de las históricas líneas de falla en la familia real. Con su presencia militar en Yemen, EEUU refuerza el cerco en torno a Irán. Y pone coto a la sombra de la influencia iraní en los chiítas del sur de la península Arábiga. Aunque para ello se vea obligado a reforzar a las oligarquías ultra-conservadoras y brutalmente autocráticas que constituyen las clases dominantes de la región, en abierta contradicción con el discurso de Obama en El Cairo, donde propugnó la reforma y la democratización de los regímenes del mundo árabe. Una cosa son las palabras y otra la realidad. El frente global Lo más importante, sin embargo, para la estrategia global de EEUU son las ganancias masivas que se desprenden del control del puerto de Adén, en Yemen. Ya los grandes estrategas navales del Imperio Británico del siglo XIX llegaron a la conclusión de que Adén es la puerta occidental de entrada a Asia. El control de Adén, unido al que ya posee la Flota del Pacífico sobre el Estrecho de Malaca, pone a EEUU en una posición inexpugnable en el “juego” de las grandes potencias en el Océano Índico. Las rutas marítimas del Océano Índico son, literalmente, la vena yugular de la economía de China, por donde transitan el 70% de sus mercancías. Controlarlas es poseer la capacidad potencial de estrangularla. Mediante su control, Washington está enviando un claro mensaje a Pekín: aun en su momento de mayor declive, EEUU no va a aceptar mansamente su destino y caminar hacia su ocaso imperial sin ofrecer una fuerte resistencia. Y que dispone todavía de los suficientes recursos políticos y militares como para formar un arco defensivo y desplegar un nuevo sistema de alianzas en Asia lo suficientemente sólido como para tratar de contener la emergencia de China en su propio tablero regional. EEUU no va a renunciar a su dominio mundial sin ofrecer una resistencia feroz.. En el Océano Índico, China está cada vez más bajo presión. India es un aliado natural de EEUU en la región y Obama, tras un primer año de alejamiento, está empezando a cortejarla como hizo Bush en los dos últimos años de su mandato. Ninguno de los dos está dispuesto a permitir de ninguna manera una presencia significativa de la marina china. Mucho menos contemplar impasibles la estrategia china para fortalecer su influencia en Sri Lanka y Myanmar (la antigua Birmania), con el fin de abrir una nueva ruta marítima de transporte hacia Oriente Medio, el Golfo Pérsico y África, lugares todos donde ha comenzado a impugnar el tradicional dominio económico de Occidente. China está apostando por reducir gradual y significativamente su dependencia del Estrecho de Malaca para su comercio con Asia occidental, Europa y África, abriendo nuevas rutas para llegar a las cálidas aguas del Golfo Pérsico a través de la región de Asia Central y Pakistán. Mientras que EEUU, por el contrario, está moviendo las piezas del tablero regional asiático y disponiéndolas de tal modo que China siga siendo vulnerable al cuello de botella entre Indonesia y Malasia. Y la realidad de esta trascendental disputa es que no se puede desplegar de forma parcial o fragmentaria. En este sentido, el dominio de la puerta de entrada occidental a los mares asiáticos es una pieza clave: no puedes luchar contra la emergencia de China sin ocupar Yemen. Este es el sentido profundo del nuevo frente de guerra abierto por Obama.

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