Los Albertos absueltos de una estafa de 50 millones de euros

Y los ricos entraron en el reino de los cielos

En la justicia de nuestro aís los camellos no pasan por el ojo de una aguja pero los ricos como los Albertos pueden tocar el cielo con las manos aunque las tengan sucias. Alberto Cortina y Alberto Alcocer, los famosos Albertos, después de estafar a sus socios minoritarios en la compra de los terrenos donde se construyeron las torres KIO de Madrid, van a quedar impunes, se librarán de la condena de tres años y cuatro meses de cárcel que les impuso el Tribunal Supremo. La estafa fue de cerca de 50 millones de euros. Y quedarán impunes porque el Tribunal Constitucional considera que el delito ha prescrito por un error en la presentación de la denuncia que retrasó el proceso cuatro meses. Todos los medios que se han hecho eco de la noticia hablan de discrepancias entre poderes, de invasión de competencias y de desamparo de las víctimas ante los delincuentes. Lo que es realmente indignante es que los ladrones millonarios, los estafadores de altos vuelos queden libres, por un lado, y que su condena sólo sea de tres años, y de esto último nadie habla. La justicia debería ser igual para todos pero la realidad diaria nos demuestra que esto no es así. En Barcelona condenan a un año de cárcel a un mendigo por robar una barra de pan, a los Albertos por robar 50 millones de euros los condenan a tres años. No hay mucha diferencia entre las dos condenas en cuanto a los años de cárcel, pero está claro que una barra de pan no vale 50 millones. En el caso del mendigo sólo pasaron cinco meses entre el delito y la condena, rapidez judicial para los débiles, y en el caso de los ricos Albertos el delito fue cometido en 1.997, doce años de demora y al final prescripción del delito. Busque y compare y no encontrará justicia mejor si es millonario. Pero si no lo no dude que su peso caerá sobre usted. Se supone que uno de los poderes del Estado como es la Justicia, o el Tribunal Constitucional, que salvaguarda nuestros derechos recogidos en la Constitución, están al servicio de impartir ecuanimidad pero como casi siempre los pobres ciudadanos que tenemos que ir todos los días al trabajo para poder vivir y pagar la hipoteca estamos indefensos ante los que se enriquecen en negocios turbios a la sombra de los rascacielos financieros de la Castellana, y que son permitidos cuando no aupados por nuestros políticos y que aparecen en la televisión como grandes hombres de negocios hechos a sí mismos. Por eso el problema no es tanto que existan este tipo de malhechores que, en el fondo no son mas que tigres de papel, eso si, de papel moneda, sino que la justicia le falte al respeto a su propio nombre.

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