La posibilidad de que España quedará desplazada de la discusión sobre la situación futura de Gibraltar era mucho más que una humillación. Suponía una degradación, y una exhibición pública por parte de las altas instancias de la UE de que España es un país cuya voluntad se puede torcer, incluso en algo tan sensible como el Peñón.
La reacción del gobierno español ha estado a la altura de la magnitud del ataque. Durante cinco días, España ha amenazado con vetar el acuerdo sobre el Brexit pactado con Londres si no se reconocían sus intereses respecto a Gibraltar. Poniendo en riesgo incluso la misma convocatoria del Consejo de Estado que debía ratificarlo.
Tras conocer el contenido del acuerdo presentado sobre el Brexit, el secretario de Estado para la UE, Luis Marco Aguiriano, acuso al equipo negociador encabezado por Barnier de haber cambiado “con nocturnidad y alevosía” los términos sobre Gibraltar.
Al día siguiente, en una reunión de embajadores permanentes ante la UE, el representante español acusó al resto de socios, en particular a Alemania -cuya presión para cerrar el acuerdo fue clave para otorgar a Londres cesiones sobre Gibraltar- de falta de solidaridad en un problema de soberanía con un país que dentro de apenas cuatro meses será extracomunitario.
Inmediatamente, el ministro de Exteriores, Josep Borrell, amenazaba con vetar el acuerdo si no se reconocían los intereses españoles. Una postura reafirmada por el presidente, Pedro Sánchez, desde La Habana, a través de un tuit claro: “Mi Gobierno siempre defenderá los intereses de España. Si no hay cambios, vetaremos el Brexit”.
La posición del gobierno español colocó en máxima alerta toda la maquinaria de la UE. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, canceló un viaje a Canarias. Y el del Consejo de Estado, Donald Tusk, negoció directamente con Pedro Sánchez.
El contenido del acuerdo no se ha cambiado, pero el gobierno español ha conseguido garantías por escrito de que los intereses españoles serán respetados.«Hacía mucho tiempo que un gobierno español no se planteaba utilizar su derecho de veto para defender intereses nacionales en la UE»
A través de una “declaración interpretativa” conjunta del Consejo Europeo y de la Comisión Europea, donde queda claro que la UE no reconoce al Peñón como territorio de Reino Unido, y se establece que cualquier acuerdo posterior sobre Gibraltar deberá contar con la aprobación explícita de España.
Y también mediante una carta del gobierno británico, donde Londres acepta que no podrá negociar con la UE nada que tenga que ver con Gibraltar sin contar con España.
Se puede criticar el resultado obtenido por el gobierno de Pedro Sánchez, considerar que es insuficiente o no estar de acuerdo con partes de su contenido. Pero cargar todas las tintas contra el gobierno español -que se ha plantado ante la UE, amenazando con ejercer el derecho de veto, una carta que hace mucho tiempo no se atrevía a utilizar nadie- sin decir una sola palabra de los ataques que Londres y Bruselas han lanzado contra nuestro país, es como atacar a la víctima por la forma en que se defiende… para acabar apoyando al agresor.
Las resistencias del gobierno español no han gustado en Londres… pero tampoco en Berlín. Lo expresa un editorial del Frankfurter Allgemaine Zeitung, portavoz de los sectores más agresivos de la burguesía alemana, repleto de reproches contra “los patriotas españoles” que “tocan ahora el tambor anticolonial”.
OPORTUNISMO SOCIATA dice:
No es así: Sánchez, como buen peón del imperialismo, ejecuta las directrices oportunistas continentales ahora precisamente que les conviene presionar a Inglaterra y fastidiarla por haber abandonado la Unión; no debemos confiar en sus contradicciones, ya que cuando se arregle la situación, el Gobierno vendrepatrias dejará de nuevo tirados a los andaluces (o sea, a los españoles en general). Sólo una revolución política que cambie el carácter de clase del Estado español garantizará la integridad y la soberanía españolas.