SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Y China se cansó del dólar

A lo largo de los últimos meses se han ido poniendo las bases de lo que supondrá la ruptura de una de las grandes tendencias globales de largo plazo. Nos referimos al final del dólar como moneda reserva global. Dicha ruptura vendrá precedida, sin embargo, por la terminación de otra tendencia relativa a los últimos 15 años, y, por lo tanto de medio plazo. Las compras masivas de deuda gubernamental estadounidense por parte de China, el principal país acreedor del mundo, se acercan a su fin.

Los catalizadores de la ruptura de estas tendencias de medio y largo plazo son dos. En primer lugar la propia dinámica de las economías estadounidense y china. En segundo lugar la profunda crisis política que en estos momentos se vive en Washington.

China ha tomado la decisión estratégica, a través de su decimosegundo Plan Quinquenal, de buscar un crecimiento más equilibrado. Por el contrario, Estados Unidos ha seguido utilizando lo que en su momento el otrora presidente de la república francesa Giscard d’Estaing denominó como el privilegio exorbitante conferido por la posición del dólar como principal moneda reserva del mundo. A través de dicho privilegio especial, Estados Unidos se ha permitido el lujo de seguir implementando políticas fiscales y monetarias expansivas, manteniendo un tremendo déficit de ahorro interno, es decir, déficits crónicos persistentes en su cuenta corriente, dependiendo en última instancia de los inversores extranjeros para su financiación.

Pero dichas políticas, que pueden o no ser buenas para los Estados Unidos, han sido nefastas para el resto del planeta. La política monetaria laxa seguida por la Reserva Federal desde que comenzó la crisis ha provocado burbujas de activos en otras partes del mundo.

Cambio de paradigma y crisis política en Washington

En los últimos meses hemos asistido a una serie de datos que confirman que el mundo está siendo testigo de un cambio de paradigma. China ha sobrepasado a Estados Unidos como principal país del mundo importador de petróleo. Previamente el gigante asiático ya había desbancado al país norteamericano como la principal potencia comercial del mundo. El volumen de exportaciones e importaciones chinas en 2012 superó por primera vez a las estadounidenses. Es cuestión de tiempo que la moneda china, el renminbi, reemplace al dólar como moneda básica en el comercio de materias primas. Coherente con esta idea, China está acumulando físicamente oro. El país asiático ya es el principal país productor y consumidor de oro del mundo. Con ello pretende respaldar al renminbi con el objetivo final de convertirla en la principal moneda reserva mundial.

Sin embargo, el gigante asiático no solo acumula físicamente oro, sino que además está llegando a acuerdos de convertibilidad de divisas con los principales Bancos Centrales del mundo. Recientemente firmó un gran acuerdo de swap de divisas con la zona euro, en junio con el Reino Unido, previamente con Nueva Zelanda, Australia o Brasil. Se trata de pasos necesarios para la internacionalización del yuan y su posicionamiento como moneda internacional.

Pero sin duda alguna el catalizador inmediato que va a acelerar la ruptura de las tendencias de medio y largo plazo ha sido la profunda crisis política que en estos momentos se vive en Washington. Nos referimos al espectáculo bochornoso sobre la elaboración del presupuesto para el año fiscal 2014 y, sobretodo, la falta de un acuerdo definitivo que solucione de manera permanente el problema del techo de la deuda, y aleje definitivamente el fantasma de impago de la misma. En este sentido, China ha enviado un mensaje nítido y claro al resto del mundo, la inevitabilidad de un mundo “desamericanizado”.

En realidad, las últimas travesuras en el Capitolio han supuesto un impulso renovado en la búsqueda de alternativas al dólar como moneda de reserva mundial. Estados Unidos de manera imprudente está desperdiciando su futuro.

Fin a las compras masivas de deuda soberana estadounidense

Las compras de deuda gubernamental estadounidense por parte de China se encuentran en el corazón de una red de codependencia que vinculaba hasta ahora a ambas economías. Sin embargo, esta situación ya ha cambiado. El futuro no es ningún prólogo del pasado. Estamos ante un desplazamiento sísmico de grandes proporciones donde las insensateces fiscales y monetarias estadounidenses han supuesto un punto de inflexión.

En 2000, China poseía solamente unos 60 mil millones de dólares en activos del Tesoro estadunidense, aproximadamente el 2% de los 3,3 billones de deuda soberana estadounidense en manos del público. Pero entonces ambos países decidieron subir la apuesta al calor de la expansión fiscal estadounidense. La deuda de Estados Unidos se ha disparado a casi 17 billones de dólares y la participación china en la deuda soberana estadounidense en manos del público aumentó a más del quíntuple, hasta casi el 11%, 1,3 billones de dólares, en julio de 2013. Junto con aproximadamente 700 mil millones de dólares en manos chinas de deuda de agencias estadounidenses (Fannie Mae y Freddie Mac), la exposición total china en activos gubernamentales y cuasigubernamentales estadounidenses es gigantesca, alrededor de los 2 billones de dólares -casi dos veces nuestro PIB-.

China compraba esos activos porque se ajustaban a su política cambiaria y al crecimiento impulsado por las exportaciones del que ha dependido durante los últimos 35 años. Deseaba limitar la apreciación del yuan respecto de la moneda de referencia mundial. Si China hubiese comprado menos dólares, el tipo de cambio del yuan se hubiese fortalecido todavía más allá del 35% de revalorización que ha experimentado respecto al billete verde desde 2005. Ello hubiese puesto en riesgo su competitividad y su crecimiento impulsado por las exportaciones.

La situación, a su vez, era beneficiosa para los Estados Unidos. Dado su extraordinario déficit de ahorro interno, sufre déficits crónicos en su balanza por cuenta corriente y depende de inversores extranjeros para cubrir sus necesidades de financiación. Solo el privilegio especial conferido por la posición del dólar como principal moneda de reserva del mundo le permite financiar sin excesivos problemas dichos déficits.

Pero además las compras de deuda soberana por parte de China ayudaba a mantener bajos los tipos de interés estadounidenses, hasta en un punto porcentual, facilitando la expansión cuantitativa de la FED que ha incentivado la generación de burbujas en los distintos activos de riesgo.

Finalmente, los consumidores norteamericanos disfrutaban de unas importaciones chinas de bajo coste que les permitía satisfacer sus necesidades en un período complicado para el factor trabajo, con descensos en los ingresos reales.

Pero las insensateces fiscales y monetarias estadounidenses han supuesto un punto de inflexión y han acelerado y validado la decisión estratégica de China, a través de su decimosegundo Plan Quinquenal, de buscar un crecimiento más equilibrado. El gigante asiático ha apostado por un modelo de crecimiento que confía cada vez más en el consumo privado, reequilibrio que implicará una disminución del ahorro chino y, por lo tanto, menos necesidad de canalizarlo hacia la compra de activos soberanos en dólares estadounidenses, de manera que la acumulación de reservas en moneda extranjera será más lenta. Estados Unidos deberá empezar a asumir que los días de barra libre de compras de sus bonos del Tesoro se acercan a su fin.

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