El impresionismo fue el primer movimiento que rompió el estrecho corsé de la pintura academicista, abriendo nuevos horizontes artísticos. Quizá no tenga la virulencia de las vanguardias posteriores, pero podemos decir que «aquí empezó todo».
La rutura entre el impresionismo y la “pintura oficial” fue posible por una serie de bases materiales, que dotaron al pintor de una autonomía desconocida.La Academia Francesa de Bellas Artes imponía su dictadura, manteniendo un academicismo caduco que constreñía la evolución artística. Los Salones Oficiales eran el único canal de difusión, rígidamente controlado.Pero un grupo de pintores, enfrentado a los estrechos límites academicistas, se organizan de forma autónoma, creando nuevas vías al margen del control oficial.En 1863, los pintores que gestarán el impresionismo, vetados en los circuitos oficiales, crearán el “Salon des Refusés” -el Salón de los Rechazados-. Un grupo de artistas -entre los que se encuentran Monet, Pissarro, Renoir, Sisley, o Cézanne son cada vez más conscientes de defender unos mismos objetivos y participar de una batalla artística común. Se organizarán en la Sociedad anónima de pintores, escultores y grabadores, que en 1874 montará la primera gran exposición colectiva.Uno de los popes de la crítica artística oficial bautiza el movimiento al descalificar uno de los cuadros de Monet expuestos -”Impresión sol naciente”-: “Al contemplar la obre pensé que mis anteojos estaban sucios… el cuadro no tenía derecho ni revés… ¡Impresión! Desde luego produce impresión”.“Impresionismo. Un nuevo renacimiento” reúne 90 de las grandes obras maestras de autores como Monet, Manet, Renoir, Degas, Sisley o Pisarro entre otros, entorno a un interesante discurso expositivo en el que se muestra como el impresionismo fue un “nuevo renacimiento de la pintura”, un renacimiento que cambiaría todo el devenir artístico creando nuevos valores y nuevas maneras de hacer y entender el arte.Pero a pesar de su afán transformador el impresionismo no supuso una ruptura radical con el arte académico, el momento convulso que vivía Francia con la guerra franco-prusiana y la comuna de París despertó en muchos artistas, no solo en los impresionistas, un entusiasmo por la modernidad y una necesidad de renovación que contaminó del mismo modo a artistas realistas y académicos que desde otros lenguajes también intentaron una renovación pictórica. Quizás una de las mayores aportaciones de la muestra es el tratar este punto y descubrir el impresionismo en su contexto histórico exponiendo obras maestras de artistas de otros movimientos como el clasicista Puvis de Chavannes o el simbolista Moreau que convivieron y se retroalimentaron del impresionismo.De este modo la primera parte de la muestra está compuesta por las obras más clásicas de Manet, entre las que destaca “El pífano” una obra maestra en la que la influencia de Velazquez queda patente, y obras de otros autores no impresionistas pero fundamentales para entender el momento y el posterior surgimiento del impresionismo, como los pintores realistas cuyo ejemplo queda representado con obras tan fabulosas como “los acuchilladores de parquet” de Caillebotte, “Nacimiento de Venus” de Bouguereau o las pinturas simbolista de Moreau como su espectacular “Jason” o su “Calatea”.Tras esta primera parte la exposición se adentra ya en el impresionismo más clásico utilizando como nexo de unión a Manet ya que como decía Theodore Gautier “El señor Manet tienen el honor de ser un peligro” refiriéndose a la brutal influencia que Manet tenía sobre el resto de los jóvenes pintores impresionistas que lo convirtieron en el alma y el centro del grupo a pesar de que nunca quiso exponer con ellos.De este modo el visitante podrá apreciar obras tan emblemáticas como “La estación San Lázaro” de Monet, considerado uno de los artitas más virtuosos del movimiento y en cuyas obras queda perfectamente plasmada la técnica impresionista compuesta por miles de pequeñas pinceladas con las que conseguían captar el ambiente atmosférico de la escena, “El columpio” de Renoir en el que refleja las sutiles irisaciones que conseguía gracias a su personal paleta veneciana de colores, o la fantástica “Clase de danza” de Degas en la que muestra un estilo más clasicista que el resto de sus compañeros pero tremendamente renovado.La exposición también muestra obras de Sisley, precursor del puntillismo y artista de gran rigor compositivo, de Cézanne con sus composiciones más geométricas que tanto influirían en el cubismo o de Pisarro con su pincelada abigarrada y llena de fuerza.La muestra concluye como comenzaba, con Manet un Manet que con sus últimas obras, como “La mujer de los abanicos” ,demuestra como aun habiendo triunfado en los salones académicos al comienzo de su carrera, su pasión por la modernidad le hizo ser cabeza y arteria principal del movimiento artísticos más relevante y revolucionario del siglo XIX.El Impresionismo supone un nuevo Renacimiento. Es, sin duda, un momento de esplendor en las artes, que cambiaría todo el devenir artístico marcando nuevos valores y nuevas maneras de hacer y de entender el arte. El movimiento impresionista eclosiona en todo su esplendor durante un momento históricamente muy complicado, marcado por la guerra franco-prusiana y los sucesos de la comuna, que convulsionan París, además de transformar el mundo en su configuración y sus planteamientos geopolíticos.El impresionismo y su afán de transformación, no supuso, sin embargo, una ruptura radical con el arte tradicional y académico, tal como se suele indicar de manera un poco simplista. El entusiasmo por la modernidad es una de las señas de identidad de la época, y contamina del mismo modo a realistas, impresionistas y académicos. Cada cual, a su manera, busca una transformación en el arte que lo haga más acorde con el mundo moderno. Y esta es una de las grandes aportaciones de esta exposición que además de presentar obras maestras de los impresionistas ofrece también una visión de aquellos otros artistas que, en los mismos años, también intentaron, aunque desde otros lenguajes una renovación de la pintura. Así, coincidiendo con la primera exposición del grupo Impresionista, celebrada en el estudio del fotógrafo Nadar en 1874, se funda el Museo de Luxemburgo como lugar de exposición de las grandes obras académicas premiadas en los Salones. El contexto histórico Pintar en tiempos revueltosFrente a la visión de un “arte puro” desligado de la realidad social, quizá la mejor virtud de “Impresionismo: un nuevo Renacimiento” sea la voluntad de situar la irrupción y desarrollo del impresionismo en su contexto histórico.Y fueron tiempos revueltos, y por ello trascendentales, aquellos en los que Manet o Renoir comenzaron su andadura artística.La presentación en sociedad del impresionismo gira en torno a una fecha en la cual convergen multitud de factores que van a moldear un nuevo mundo.Es el momento donde el mundo contempla, con la Comuna de París, la primera revolución obrera, expresión del protagonismo que el proletariado, la clase condenada a un lugar subalterno en la sociedad burguesa, está conquistando.El triunfo germano en la guerra franco-prusiana marcará un profundo cambio geopolítico en la correlación de fuerzas mundial, marcado por la irrupción de nuevas potencias emergentes, Alemania y EEUU.En esa fecha, comienza una gran depresión crónica que acabará finiquitando el capitalismo de libre cambio para dar origen al monopolio. Alrededor de estos años se están gestando revoluciones científicas -desde el surgimiento del psicoanálisis hasta el desarrollo de la física que daría lugar a la mecánica cuántica- que cambiarían para siempre nuestra misma concepción de la realidad.Es la época en la que el mundo burgués alcanza su apogeo universal, pero también el momento donde sus antagonismos emanan abiertamente en la superficie.Si la burguesía, como clase revolucionaria, había abierto nuevos horizontes a la humanidad, en el último tercio del XIX es ya un nuevo poder castrador frente al que se rebelan -en el terreno político, pero también artístico- los elementos más avanzados de la sociedad. Es en este fermento, que luego traerá las vanguardias, en el que florecerá el impresionismo. Pintura española e impresionismoDetrás está VelázquezPara renovar el mundo de la pintura, sacándola de los estériles raíles del academicismo, los impresionistas volvieron la mirada a Velázquez, bebieron de las fuentes de la gran pintura española.Cuando Manet visitó el Prado en 1865, comprobó que un artista sevillano había descubierto dos siglos antes la pintura que estaba buscando. El padre del impresionismo catalogó a Velázquez como “el pintor de pintores”. En su correspondencia, Manet expresa la conmoción que le produjo la obra de Velázquez: “El retrato de Pablo de Valladolid es quizá el trozo de pintura más asombroso que se haya realizado jamás. El fondo desaparece. Es aire lo que rodea al personaje, vestido todo él de negro y lleno de vida”.El impresionismo descubrió a Velázquez como una de las vigas maestras de la pintura. Hasta ese momento era un pintor desconocido. Incluso ninguneado. Le acusaron de pintar con borrones, de no terminar los cuadros, de no ser exacto en la representación. Se atrevió a igualar a reyes y bufones y mendigos en sus cuadros, a elevar a unas simples hilanderas hasta el mito de Palas y Aracne. Desdeñó lo insustancial para pintar sólo lo que era importante. Por eso una dama aragonesa no quiso aceptar uno de sus retratos, donde Velázquez no dejó constancia de que “la valona que llevaba era de puntas de Flandes muy finas”.Hicieron falta dos siglos, fue necesario que la pintura penetrará en la modernidad, para que pudiera apreciarse la gigantesca magnitud de Velázquez, la potencia de una mirada que se atreve a mirar mucha más allá de su tiempo. El impresionismo frente a la pintura academicista Dos no se pueden juntar en uno El acierto de situar al impresionismo en su contexto histórico desaparece cuando se trata de extraer las conclusiones. Entonces, los comisarios de la exposición retroceden, ocultan el combate, intentan lijar las aristas más puntiagudas.Pablo Jiménez, comisario general de “Impresionismo: un nuevo Renacimiento”, nos cuenta que “la idea fundamental era afrontar el impresionismo desde una perspectiva diferente. Siempre nos han contado su historia como una historia de buenos y malos. Nos han dicho que había unos pintores de salón, completamente reaccionarios. Y que los buenos eran los impresionistas”.Los comisarios pretenden borrar de un plumazo la contradicción entre el impresionismo y la pintura oficial académica, para vendernos que todos afrontaban la modernidad, “cada uno a su modo”.Todos los saltos -en arte, en ciencia o en política- se desarrollan a contracorriente. Y al hurtanos el combate, se oculta contra qué y contra quién se rebeló el impresionismo.La pintura académica oficial era la representación artística del “buen gusto burgués”. Transformada en clase dominante, la burguesía impregnaba el arte de su posición y punto de vista. Dando lugar a una pintura plana, sin alma, que sólo aspiraba a copiar, sin alterarlo un milímetro, el mundo burgués en un lienzo. Cualquier “alteración de la realidad” en un cuadro, cualquier demostración de que era posible ver el mundo desde otra perspectiva, era considerado subversivo.Igual que el Renacimiento tuvo que destruir la concepción y sensibilidad medieval y feudal, las vanguardias artísticas, de las que el impresionismo es precursor, se vio obligado a enfrentarse a la sensibilidad dominante.Si no hubieran existido pintores que se atrevieran a dar este combate, no existiría modernidad artística.