Oriente Medio

Washington tensa al máximo la cuerda con Teherán

La política de confrontación de Washington sobre Irán pone en peligro la paz mundial.

Un ataque aéreo sobre territorio iraní estuvo a punto de producirse, y fue abortado cuando los aviones ya estaban en el aire y los buques en posición. La razzia aérea tenía como blanco varios objetivos iraníes, como radares o baterías de misiles y había sido ordenada por el Trump como represalia al derribo de un dron militar estadounidense por parte de Irán en el estrecho de Ormuz. 

El amago de ataque, cuyas consecuencias habrían sido extremadamente graves, ha sido vendido por la Casa Blanca como un gesto de contención, de que Washington prefiere la presión y no el garrote para obligar al régimen de los ayatolás a sentarse en la mesa de negociaciones. Sin embargo, la presencia en el equipo de Trump de halcones de la «línea dura» -como el secretario de Estado, Mike Pompeo, el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, y la directora de la CIA, Gina Haspel- que defendieron la necesidad de lanzar un castigo militar sobre Irán, hace temer que la posibilidad de una espiral de conflagración sea más que real.

Desde que en mayo del año pasado, de forma unilateral, la administración Trump decidiera romper el Pacto Nuclear (PIAC, por sus siglas en inglés), el cerco económico, comercial, político y militar sobre Irán se ha ido estrechando de forma implacable, tratando de agudizar todas las contradicciones internas dentro del régimen de los ayatolás, entre el sector moderado encabezado por Rohaní (partidario de mantener el PIAC), y el sector más aventurero y reaccionario de la teocracia chií, encabezado por el ejército, los Guardianes de la Revolución y el líder Supremo Alí Jamenei.

El bloqueo comercial total y las sanciones contra todas las empresas o países que tengan negocios con Irán buscan el objetivo declarado de «llevar a cero las exportaciones» de crudo persa y «privar al régimen de su principal fuente de ingresos». Creando malestar y carestía en una población castigada por la mala situación económica.

En el mismo sentido, las sanciones contra el líder supremo de Irán en plena escalada de tensión, junto a ocho mandos militares, busca provocar a la República Islámica para que haya un «casus belli» que justifique una posterior respuesta dura por parte de Washington. 

La administración Trump parece estar fabricando una excusa para justificar su escalada de tensión. El ataque a dos petroleros -el japonés Kokuka Courageous, y el noruego Front Altair- en el Golfo de Omán, ataques de los que EEUU se ha apresurado a culpar a las fuerzas iraníes, tiene todas las trazas de un ataque de «falsa bandera» al estilo del «incidente del Golfo de Tonkín» que en 1964 dio carta blanca a la administración Johnson para iniciar la escalada en Vietnam. Así lo sugiere un periódico tan poco sospechoso de ser proiraní como el New York Times.

La política del gobierno Trump sobre Irán es extremadamente peligrosa para la paz en la zona y en el mundo, pero se encuentra con dificultades y limitaciones. Así lo ha podido constatar el secretario de Estado, Mike Pompeo, que está de gira por la zona para intentar armar una coalición internacional anti-iraní. Los únicos países que han respondido a la llamada a filas de Washington son sus más firmes esbirros en la región: el Israel sionista de Benjamín Netanyahu, la Arabia Saudí del decrépito Rey Salman y su arrinconado -por el conveniente caso del periodista Khassoggi hace pocos meses- heredero Mohamed Bin Salman, y los serviles Emiratos Árabes Unidos. 

El resto de países del mundo, incluidas las potencias europeas de la OTAN, pero también Japón o el resto de los países árabes como Irak o la díscola Turquía, se niegan a seguir a Trump en este rumbo incendiario. 

Y la existencia de las potencias emergentes, como China, Rusia o India, que tienen buenas relaciones con la República Islámica y han mostrado su decisión de seguir comerciando con Teherán, supone una vía de escape para el país persa.

El panorama en el Golfo Pérsico es, pues, extremadamente volátil y peligroso. Pero el rumbo de los acontecimientos no parece favorecer la estrategia de Trump. Mientras tanto, el mundo contiene la respiración.

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