Gana la derecha en Chile

Washington pone cerco al Cono Sur

De triunfo de un multimillonario neoliberal, de la vuelta de la rancia derecha o incluso de la llegada de un Berlusconi chileno se ha llegado a calificar la victoria de Sebastián Piñeira en las pasadas elecciones chilenas. Pero ante lo que estamos, en realidad, es ante el giro de Chile hacia una posición más férreamente alineada con EEUU que la adoptada hasta ahora por la socialdemocracia de Bachelet. Con su elección, Washington pone cerco al Cono Sur.

Es imosible desligar el cambio de coalición gobernante en Chile de los movimientos desplegados en el último año por Washington para enfrentase y poner cerco a los gobiernos del frente antihegemonista iberoamericano. Un movimiento imperial que se inició con la instalación de las bases yanquis en Colombia (y las inminentes en Panamá), siguió con el golpe de Estado en Honduras y se ha prolongado, por el momento, con el triunfo de la derecha hiperyanqui en Chile y la ocupación de Haití por los marines. Y que muy probablemente tenga su próxima estación en Argentina donde arrecia la ofensiva desestabilizadora contra Kichner. Con la victoria de Piñeira, Obama cuenta con un nuevo y poderoso aliado con el que enfrentar a Chávez y el sistema de alianzas antiimperialista surgido en la región en la última década. Pero el nuevo gobierno chileno surge también como claro contrapeso en las distintas alianzas regionales (Mercosur, Unasur, OEA,…) a un Lula que en el último año ha dado demasiadas muestras de autonomía para el gusto de Washington. La cálida recepción a Admadineyad en Brasilia, la firma del acuerdo estratégico armamentístico con París, la conversión de China en el mayor socio comercial de Brasil desbancando a EEUU, el rechazo frontal a los golpistas hondureños o la participación de Lula en el ‘ninguneo’ de los emergentes a Obama en Copenhague, han sido otras tantas manifestaciones de que la línea de actuación de la política exterior brasileña está adquiriendo un excesivo alejamiento de los planes de Washington. Que siempre esperó contar con Brasil, a cambio de un reparto de papeles y áreas de influencia en el continente americano, como factor de disgregación en el club de las potencias emergentes y como freno de las posiciones más radicalmente antihegemonistas entre los gobiernos de la región. Con Piñeira al frente de Chile, y la espada de Damocles suspendida sobre la cabeza de Kichner, se acerca el momento para Brasil de tener que decidir si su apuesta por situarse en el grupo de cabeza de los emergentes y adquirir una creciente autonomía de Washington es una firme opción estratégica o no pasa de ser una simple desavenencia coyuntural.

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