La subida masiva de aranceles no es un nuevo delirio de Trump. Forma parte de un plan para mantener la hegemonía norteamericana.
Tal y como hemos planteado en la página anterior, los aranceles son un arma política que “disparan” las clases dominantes a través de sus Estados. Entonces, ¿qué busca la superpotencia al desatar una guerra comercial?
Persigue un triple objetivo: detener el crecimiento de rivales que desafían su dominio, especialmente China; fortalecer la economía norteamericana; e imponer a los países que domina nuevos tributos.
Y para ello utiliza las formas clásicas de las potencias imperialistas. En 1903 el ministro británico de Asuntos Exteriores definió las subidas de aranceles como una forma de ganar las partidas en una sala de pistoleros, al apuntar con “un arma un poco más grande que la de los demás”. La necesidad de empuñar el “gran revólver”, para imponer los intereses del imperio, pasó a ser un eslogan de la política exterior británica.
Ahora EEUU, como única superpotencia, vuelve a poner encima de la mesa el “gran revólver”. Desata una ofensiva arancelaria bajo formas agresivas. Pero esa virulencia está determinada por la necesidad de revertir un rumbo económico donde ellos pierden y China, junto a muchos países del Tercer Mundo, ganan.
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Primero, contra China
“China, el motivo geopolítico de fondo de esta guerra comercial”. “Los aranceles de Trump son en esencia un intento de desafiar a China”. Así se expresan The New York Times y el Financial Times, dos de los grandes portavoces del capital norteamericano.

Y cuando el actual jefe de la política exterior norteamericana, Marco Rubio, habla de los aranceles recuerda que China es “el país más poderoso y peligroso al que se ha enfrentado EEUU”.
La burguesía norteamericana ha hecho un balance de la globalización, y el saldo no puede ser más negativo.
El vicepresidente de Trump, JD Vance, lo expresa al afirmar que “la idea de la globalización era que los países ricos ascendieran en la cadena de valor mientras los países pobres fabricaban las cosas más sencillas. Pero creo que nos equivocamos”.
La globalización ha supuesto para la burguesía norteamericana enormes ganancias, pero ha alimentado la emergencia global de China, que amenaza su hegemonía. Esto es lo que no pueden permitir.
Comparemos la evolución de China y EEUU en las últimas décadas.
Del año 2000 a la actualidad, EEUU ha pasado de controlar el 30% del PIB mundial al 25%, mientras que China ha pasado del 4% al 19%, multiplicándose por 5.
El campo imperialista norteamericano controlaba en 1978 el 57% del comercio mundial, y ahora solo domina el 33%. Mientras China se disparaba desde el 1% al 17%, convirtiéndose en el mayor exportador del planeta.
En lo que llevamos de siglo el déficit comercial norteamericano ha pasado de 27.000 millones a 1,2 billones… Se ha multiplicado por 44. Mientras el superávit comercial de China se ha disparado de 8.000 a más de 700.000 millones.
China es capaz de competir, o superar, a EEUU no solo en productos baratos sino también en sectores tecnológicos o de alto valor añadido, desde ordenadores y móviles al coche eléctrico o la IA.
Muchos países del Tercer Mundo también han ganado terreno en la economía global, gracias a su independencia o mayor autonomía. En lo que llevamos de siglo XXI su peso en el PIB mundial ha subido casi 30 puntos… quitándoselo al G-7, las principales potencias imperialistas. Y países del Tercer Mundo, desde México a India, han entrado en los primeros puestos del ranking del comercio global.
EEUU no puede permitir que quienes desafían su hegemonía -China y muchos países del Tercer Mundo que se zafan del dominio norteamericano- sean cada vez más fuertes. Por eso da un golpe en el tablero económico global. Y solo puede hacerlo a través de la fuerza… porque los “pobres” que despreciaba han demostrado ser más competitivos.
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Yo te hago daño, y tú lo pagas
Ser “aliado” de EEUU, es decir ser un país bajo dominio norteamericano, no ofrece seguridad alguna, más bien te pone en el centro de la diana, con altas probabilidad de sufrir lo que en círculos de la UE ya se califica como “política predatoria” por parte de la superpotencia.
La UE va a sufrir unos aranceles del 20%, que causarán graves daños económicos, especialmente en potencias exportadoras como Alemania. Y Japón, clave para formar un frente antichino en Asia, se hecha las manos a la cabeza cuando EEUU le impone aranceles del 26%.
EEUU te hace daño, y luego te exige que pagues tú los desperfectos. Así está expresado en la “Guía para la Reestructuración del Sistema de Comercio Mundial”, que en noviembre de 2024 anunció la subida de aranceles. Allí se exige que los “aliados” paguen el coste de mantener el dólar como moneda global. Reclamándoles que “compartan la carga económica y militar”. Yo te expolio al obligarte a comprar dólares… y luego te paso la factura.
Trump se muestra dispuesto a negociar si algún país le ofrece “algo fenomenal”. Y Elon Musk lo ha concretado, al plantear que si la UE reduce a cero los aranceles para EEUU, Washington podría hacer otro tanto. Es decir, EEUU exige carta blanca para que sus capitales arramblen con la economía europea.
Washington pretende negociar desde una posición de fuerza. Exigiendo contrapartidas económicas, políticas y militares. Desde facilidades para sus bancos y monopolios a un mayor gasto militar al servicio de la OTAN.
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Las fantasías norteamericanas

China ha reaccionado con contundencia a la agresión norteamericana. Aprobando aranceles del 34% a todas las importaciones estadounidenses, demandando a EEUU ante la OMC, y negándose a vender Tik Tok, como exige Trump.
Pero Pekín ha remarcado que la agresividad norteamericana no tendrá buen fin. Afirmando que “la fantasía de Washington sobre los aranceles muestra una sobreestimación de su poder”. Y recodando que EEUU representa solo el 15,9% de las importaciones mundiales.
Las reacciones a la ofensiva arancelaria de EEUU ya nos han deparado sorpresas… en la dirección contraria a lo que Washington pretende.
China, Japón y Corea del Sur acaban de reactivar un diálogo trilateral que llevaba cuatro años suspendido. Anunciando la voluntad de avanzar en importantes acuerdos económicos.
La UE ha planteado la necesidad de diversificar sus exportaciones, para no depender del mercado norteamericano. Explicitando su voluntad de incrementar las relaciones con China y el conjunto de Asia. Con el aval de Bruselas, Pedro Sánchez viaja a China y Vietnam para buscar nuevos mercados. Y en Bruselas se está planteando la posibilidad de imponer sanciones a las grandes tecnológicas norteamericanas.
En el mundo hispano México, Brasil, Colombia, Chile… presentan planes para fortalecer la economía nacional para defenderse de los ataques del vecino del norte.
EEUU dispone del “gran revólver”. Pero cuanto mayor sea su agresividad más fuerte será la repuesta que se levantará por parte del conjunto del planeta. Portavoces de la superpotencia ya advierten que esta puede que sea una jugada demasiado arriesgada, que acabe profundizando el declive norteamericano.