El Observatorio

Wagner y horchata

La noche prometí­a. Auspiciado por la Generalitat valenciana, y en el marco del Festival Viva Europa, se retransmití­a en vivo y en directo, con pantallas gigantes, a ocho ciudades europeas, desde El Palau de Les Arts Reina Sofí­a de Valencia (el impresionante «casco griego» de Calatrava), «La Valquiria», una de las cuatro óperas que componen la monumental tetralogí­a de Wagner sobre los mitos germánicos. Los estí­mulos no eran pocos. En el escenario, representando a Siegmund, estaba Plácido Domingo. Al frente de la orquesta, Zubin Metha. La coreografí­a, a cargo de La Fura del Baus. En el crucial papel de Brunilda, la voz incomparable de Jennifer Wilson. En el marco insólito de la Plaza de la Virgen de Valencia, uno podí­a degustar a Wagner y tomarse una horchata.

Y a fe que la combinación surimía notablemente el "pathos" que lleva incorporada la obra wagneriana, sin anular del todo su formidable contenido épico y trágico. Al abordar la mitología originaria teutónica, Wagner no se iba por las ramas; al contrario, tendía a condensar toda la tensión para fortalecer la densidad argumental del hilo dramático y así facilitar la superposición del torrente musical, que a veces es mucho más expresivo que todo lo demás. Y eso que el argumento no es minino: hay adulterio, incesto, venganzas, contradicciones entre los dioses, entre los dioses y sus hijos, entre lo divino y lo humano, sangre, muerte y desolación. Sólo Wagner era capaz de someter todo eso a la furia romántica de su genio musical, en busca de "la obra de arte total".Coger ese toro por los cuernos no es sencillo. Y no deja de ser un signo de los tiempos que eso lo lleve a cabo en Valencia un director como Zubin Metha, de origen judío. Como se recordará Wagner no se puede tocar todavía en Israel, por los especiales vínculos que el régimen nazi adquirió con la obra wagneriana. Hitler no se perdía un solo año los Festivales de Bayreuth, donde desde hace más de un siglo se representan, todos los veranos, las óperas de Wagner. Aunque Wagner no es responsable del uso que los nazis hicieran de su obra, sin embargo sí lo es del antisemitismo que compartió y defendió, sobre todo al final de su vida.Pero Zubin Metha es un genio y un hombre capaz de disociar valerosamente la música de Wagner de aquel horror y recrearla con una maestría impecable, dirigiendo además una orquesta creada íntegramente por él, la orquesta del Palau de Les Arts, que es ya, reconocidamente, una de las mejores de Europa. Lo reconozco: ver avanzar a Zubin Metha, subir al atril, tomar la batuta y sin la menor indecisión lanzarse a producir las casi cuatro horas de música de La Valquiria, me puso los pelos de punta.También era emocionante ver en escena a un Plácido Domingo que, con más de setenta años, se atreve aún a representar y cantar papeles de una enjundia como el de Siegmund, muy exigente musicalmente. Salió, como casi siempre, airoso, y reforzado por la compañia de unas voces wagnerianas de primer nivel.En cuanto a la coreografía de La Fura siempre me deja una duda, sobre todo por los artilugios mecánicos que pone en escena, que colaboran sin duda en dar a la ópera un aire de novedosa espectacularidad, pero no eliminan la presencia de un injerto algo artificioso. Aunque desde luego, impulsan la fuerza mediática del espectáculo y están en sintonía con las nuevas corrientes de la representación operística en Europa.¿Y la opera de Wagner en sí? Bueno, cada vez que me tropiezo a Wagner ya no siento "el impulso de invadir Polonia", sino que me resuena una célebre frase de Nietzsche: "Mas toda cultura, si le falta el mito, pierde su fuerza natural sana y creadora: sólo un horizonte rodeado de mitos otorga cerramiento y unidad a un movimiento cultural entero".

Deja una respuesta