Arquitectura: 8 décadas del Pabellón Barcelona

Vuelven las catedrales góticas

El final del siglo XX estuvo caracterizado por la construcción de las mayores catedrales góticas de la historia. Han ocultado los arcos ojivales y la palabra «san» de sus nombres (Guggenheim, Ciudad de las Ciencias, Edificio Forum) pero siguen siendo el sí­mbolo de la institución que ostenta el poder en la sociedad.

El ochenta aniversario del Pabellón de Barcelona, aradigma arquitectónico de la exposición Internacional de Barcelona en 1929, es un buen momento para reclamar una actitud rebelde ante la arquitectura “gótica” de los grandes eventos actuales. El arquitecto Mies van der Rohe (Alemanía, 1886-1969) da una lección de cómo enfrentarse a tales situaciones y no ser arroyado por la historia. El pabellón tiene una actitud monumental que poco tiene que ver con las pirámides de Egipto o con las iglesias góticas. Es un Partenón del siglo XX. Una pequeña construcción de escala doméstica que irradia una belleza desarmante ante la opulencia de los inflados edificios representantes del resto de países. La rebelión de Mies fue olvidada y ocho décadas después la gigantomanía vuelve a poner de moda el gótico. Edificios de elevada altura y volumen exagerado presiden las ciudades europeas. Grandes desembolsos económicos y largos periodos de construcción. Monumentos que se convierten en lugares de peregrinaje, imagen de la ciudad que los contiene. Y sobre todo, imagen que el sector dirigente quiere proyectar sobre la sociedad actual y futura. Como explicaba Hitler: “Cada gran periodo, encuentra la manifestación final de sus valores en sus edificios. La arquitectura no sólo expresa el poder y la unidad de la nación, sino también ayuda a formarla.“ Echar la vista atrás da perspectiva histórica y permite encontrar semejanzas entre el presente y el pasado. Ayuda a descifrar el mensaje que la arquitectura actual da a la sociedad. Lo que la arquitectura de Hitler expresaba y ayudaba a formar. En consecuencia, ver que los emblemas de nuestras ciudades se parecen cada vez más a las catedrales góticas hace que la preocupación nos asalte. Por eso, hoy más que nunca, reclamar el pabellón de Barcelona es reclamar una bandera que guie nuestro futuro.

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