Editorial Internacional

Vuelve Donald Trump: sacudida mundial

Lo que Trump trae bajo el brazo es un proyecto a la ofensiva que supone profundos cambios en las relaciones internacionales, que busca remodelar la jerarquía de los aliados y vasallos de EEUU, en base a su grado de acatamiento a las directrices de Washington.

Si la actualidad internacional fuera una partida de ajedrez, veríamos como un nuevo jugador llega, dando un puñetazo encima de la mesa, tirando algunas piezas. Luego las colocaría donde más le conviene, haciendo descaradamente trampa, y nos miraría, desafiante: “¿qué pasa? ¡El juego es mío!”.

Ese jugador no es otro que Donald Trump. Cuatro años después de las sacudidas que marcaron los últimos días de su mandato -incluida la toma tumultuaria del Capitolio por sus seguidores- el republicano está de regreso a la presidencia de los EEUU, y el mundo se prepara, lleno de inquietud, hacia lo que está por llegar.

En realidad, el trumpismo lleva ya semanas y meses desplegándose, anunciando profundos virajes en la política exterior de EEUU o lanzando propuestas y amenazas -sobre Groenlandia, sobre Panamá, sobre Canadá- que han sacudido los cimientos de la arena internacional. Si los temblores de la víspera de su investidura ya se miden en la escala de Ritcher… ¿qué pasará cuando el magnate vuelva a tomar posesión del Despacho Oval?

No estamos ante un cambio de presidencia más, ante un simple traspaso de poderes entre un mandatario demócrata y otro republicano. Ni ante un mero cambio de proyecto en la cabeza de EEUU.

Lo que trae Trump bajo el brazo es un proyecto a la ofensiva que supone profundos cambios en las relaciones internacionales, que busca remover y remodelar el Orden Mundial, y para empezar la jerarquía de Occidente.

Trump puede lanzar esta gran ofensiva porque acumula un enorme poder político, mucho mayor que en 2020. Al contrario que en su primer mandato, los republicanos tienen el control del Congreso y del Senado, y cuentan con una supermayoría conservadora (seis de nueve jueces) en el Tribunal Supremo. En estas condiciones, el trumpismo 2.0. podrá desplegar sus políticas sin cortapisas a la vista.

Emad Hajjaj (Jordania)

Al mismo tiempo, buena parte de la clase dominante norteamericana ha hecho piña con su proyecto. Sea por conveniencia, sea por los gigantescos beneficios que les va a hacer ganar, incluso sectores y cabezas monopolistas que vienen de ser tradicionales donantes demócratas -cabezas de Silicon Valley como Jeff Bezos (Amazon) o Mark Zuckerberg (Meta) están reorientando sus lealtades hacia el nuevo inquilino de la Casa Blanca.

Hagamos un repaso de las primeras sacudidas que supone el retorno de Donald Trump a la presidencia de EEUU.

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Un nuevo impuesto de guerra: el 5%

Reforzar el instrumento fundamental de la supremacía norteamericana, la abrumadora superioridad militar del Pentágono, manteniendo una distancia sideral en alta tecnología bélica con cualquier otra potencia o grupo de potencias, es una meta central de cualquier gobierno de EEUU, pero para Trump es el alfa y el omega. Pero esto es carísimo, y el republicano ha decidido repartir el gasto entre los vasallos.

El Financial Times ha revelado que la nueva administración va pasar a exigir a los socios de la OTAN que dediquen hasta un 5% de sus PIB a gastos militares. El listón del 2% ya era un impuesto de guerra oneroso, pero ahora Trump ha decidido más que duplicar un tributo bélico que en el caso de España supondría más de 40.000 millones de euros anuales. Todo ello destinado a comprar armas y equipos made in USA, fabricados por el complejo militar-industrial.

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Aranceles, su palabra favorita

«¡Mirad al cielo, es Aranceles Man!». Viñeta de Beeler

«Arancel es mi palabra favorita en el diccionario», dijo hace semanas Donald Trump. También lo repitió durante la campaña electoral, asegurando que impondría tarifas aduaneras del 10% a todas las mercancías que EEUU importara del extranjero, y que serían de hasta el 60% con las procedentes de China.

Esta nueva declaración de guerra arancelaria tiene obviamente un objetivo principal que es China. Pero Trump no sólo busca desacoplar la economía norteamericana de la del gigante asiático, de donde importaron el año pasado 582.700 millones de dólares, sino que pretende que todo el bloque occidental -toda su órbita de dominio imperialista, incluída Europa- siga sus pasos. Algo difícil de asumir en una economía globalizada, y más para una UE que tiene en China su segundo mayor socio comercial.

Por eso los aranceles para las mercancías para Europa pueden ser usados como un garrote, en base al grado de acatamiento de las directrices norteamericanas. «Si ustedes los europeos nos compran nuestro petróleo y nuestro gas (más caro), bien, si no, aranceles». «Si no aumentan los gastos militares hasta el 5% de sus PIB, aranceles». «Si siguen comprando a China, aranceles».

Pero no sólo son un garrote. Los aranceles son uno de tantos mecanismos de expolio imperial, una palanca para mantener una economía norteamericana hiper-endeudada con el resto del mundo.

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Degradación, desestabilización y control.

Junto al peligro de nuevas y devastadoras guerras comerciales contra enemigos y vasallos, está la amenaza de la degradación de sus aliados europeos, incluida la abierta desestabilización de las dos grandes cabezas de la UE, Alemania y Francia, que ya atraviesan sendas y largas crisis políticas, en ambos casos con las extremas derechas – Alternativa por Alemania y Marine Le Pen- en pleno crecimiento, asomando el hocico como principales opciones de la oposición.

“La señora Weidel se toma un baño caliente”. Viñeta de Burkhard Mohr (Alemania)

En concreto, en Berlín y en Bruselas ha causado estupor ver como el asesor de Trump, Elon Musk, se atreviera no ya a decir que la «alternativa para Alemania» son los neonazis pro-Putin de AfD, sino hasta hacer un directo a través de su red social X con su principal candidata, Alice Weidel, en plena precampaña electoral.

Pero no solo es Alemania. Musk -y detrás de él, Trump- está tratando de forzar un cambio de gobierno en Reino Unido, informa el Financial Times, maniobrando para provocar la caída del laborista Keir Starmer y lograr el retorno de los ‘tories’, mucho más en sintonía con la línea del republicano.

Con otros gobiernos no hay palo, sino zanahoria. Viajando por sorpresa a la mansión de Donald Trump en Mar-a-Lago (Florida), la primera ministra italiana, la ultraderechista Giorgia Meloni aseguró que está «lista para trabajar» con la nueva administración norteamericana.

Si unimos los puntos, detrás de todos estos movimientos e intervenciones descaradas en los asuntos internos de otros países, hay un agresivo proyecto que busca reorientar a los aliados y vasallos de EEUU, encuadrándolos en la política internacional que va a trazar la nueva Casa Blanca. Sea mediante la injerencia, la degradación, el chantaje o la desestabilización contra los renuentes; sea mediante la recategorización al alza de los más «fieles».

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Un peligro para la paz. Un peligro para la democracia

Esta agresividad tiene una razón de ser. EEUU está en su ocaso imperial, y necesita compensar la erosión de su hegemonía, con la explotación más intensa y concienzuda de su espacio de dominación. Especialmente en Europa.

Aunque están por ver sus primeros movimientos en política internacional, podemos preveer un aumento de las tensiones en escenarios como Asia-Pacífico, con el reforzamiento del cerco militar contra China, o como Oriente Medio, donde el republicano puede dar a Netanyahu nuevas energías para desplegar aún más brutales agresiones contra Palestina, Líbano, o incluso Irán.

Por tanto, la linea Trump supone nuevas y mayores amenazas a la paz mundial, pero también a las libertades y la democracia. Porque para que el capital monopolista norteamericano pueda explotar nuevos nichos de negocio y apropiarse de nuevas fuentes de riqueza, necesita promover un modelo social y político mucho más descarnado, con un poder político mucho más centralizado al que «le estorba la democracia».

Basta con ver su patrocinio de las extremas derechas mundiales -en Europa y en América Latina- para comprobar como el trumpismo 2.0 impulsa de forma activa la polarización y el enfrentamiento entre las clases populares, alimentando las más ultrareaccionarias y tóxicas ideas, incluido el racismo y la xenofobia para crear una subclase obrera a la que explotar mejor.

El trumpismo es un peligro para la paz mundial y la democracia, que sin embargo genera un sinfín de contradicciones y un enorme rechazo entre amplias capas de la población, dentro y sobre todo fuera de EEUU. Debemos aprovechar la enorme aversión que las ultrareaccionarias y agresivas políticas del trumpismo generan para construir un amplio frente de países y pueblos contra la hegemonía de la superpotencia norteamericana, antagónica a las más elementales aspiraciones de paz, libertad, democracia, progreso y bienestar del conjunto de la humanidad.

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