Selección de prensa nacional

Voz unitaria

Más que realidades, las valoraciones que la prensa española hace de la cumbre del UE de ayer son expresar deseos. «Unidad europea», «voz unitaria»,… son las expresiones más usadas. Pero esto en realidad no hace más que ocultar el polvo bajo la alfombra. Es cierto que se ha llegado a un relativo acuerdo, pero sólo para hacer un frente común ante EEUU en la próxima reunión del G-20.

Dirigidos or “la sensatez de Alemania” como dice ABC, los 27 desecharon ayer seguir el camino de Obama y proceder a nuevas inyecciones masivas de dinero público en nuevos planes de estímulo. La razón argüida tiene escasa consistencia. La idea de que hay que esperar unos meses a ver como funcionan los planes ya puestos en marcha recuerda demasiado a la imagen de la orquesta del Titanic, tocando sus melodías mientras el trasatlántico se hundía. Es cierto que EEUU dispara en todas direcciones sin saber muy bien cuál es la buena, pero al menos con ese movimiento tiene más esperanzas de que algunos de los disparos acierte en el blanco. Por contra, la posición de las viejas y retestinadas oligarquías financieras europeas, pendientes de sus ahorros mientras todo se derrumba a su alrededor es la pura imagen de su aguda decadencia. Y ello por no hablar de que son ellas precisamente quienes, ahora mismo, tienen al lobo más cerca de su puerta. La profundidad de la crisis que sacude a Europa central y oriental es de tal dimensión, que incluso en Washington se levantan ya voces pidiendo una intervención política y financiera norteamericana directa en Ucrania, un pivote geopolítico clave en sus relaciones con Rusia, ante el peligro de que la inacción europea lo conduzca nuevamente al regazo de la “gran madre Rusia”. Pero la resistencia alemana a soltar un euro de más –cuando tantos billones se ha llevado de la ampliación– para asistir a los países orientales posiblemente sea considerado por los historiadores en el futuro como uno de esos errores por omisión que tienen consecuencia trascendentales en e curso de la historia. Por último, cerrar filas ante la ofensiva de Washington por aprobar nuevos planes de estímulo no quiere decir, en absoluto, que la respuesta europea a la crisis esté guiada por la unanimidad, ni siquiera por la unidad. Una vez pasada la coyuntura del G-20, la política del “cada uno para él” encabezada por Berlín y eficazmente secundada por París volverá por sus fueros. Sino, al tiempo. Editorial. ABC UNIDAD EUROPEA FRENTE A LA CRISIS SIEMPRE se ha dicho que la Unión Europea era un gigante comercial, pero un enano diplomático y militar. Ha llegado el momento de demostrar que al menos la primera parte del axioma es verdadero y que la vieja Comunidad Económica Europea puede sobrevivir y salir reforzada de una crisis financiera como la que atravesamos. En el Consejo Europeo que terminó ayer los Veintisiete han logrado ponerse de acuerdo para expresar una posición conjunta en la reunión de G-20 en Londres, en la que se ha impuesto la sensatez de países como Alemania frente a la frivolidad de quienes llegaron a Bruselas con una apabullante batería de ideas, supuestamente preparadas para exponer en una cumbre sobre el empleo, que horas después se decidió que no era conveniente convocar. En efecto, la posición europea para la reunión del G-20 tiene por primera vez desde que estalló la crisis algunos elementos distintos a las inyecciones de dinero en todas las direcciones. Frente la presión por parte de Estados Unidos -que con el periodo de inactividad debido al cambio de Administración ha perdido el paso con el otro lado del Atlántico- la UE ha considerado que es mejor esperar al menos unos meses para evaluar los efectos de las decisiones que se han aplicado ya. Lo que hay que empezar a construir cuanto antes, y en eso no se puede seguir dando palos de ciego, son los mecanismos que impidan que se repitan las circunstancias que han llevado a la crisis, empezando por el control de ciertos aspectos de la gestión de los bancos y la desaparición paulatina de los llamados paraísos fiscales. Sobre esto, además, no puede haber excepciones, porque lo contrario solo serviría para perjudicar a aquellos que están dispuestos a cumplir las normas de la prudencia y la transparencia. En este sentido, la decisión de países como Luxemburgo, Austria, Suiza o incluso Andorra, de adoptar sus normas bancarias a las prácticas exigidas por la OCDE, debe ser bienvenida. En cuanto a los cinco mil millones de euros que la Comisión había propuesto, por fin se ha terminado la peripecia y ha aparecido la lista correspondiente de proyectos en los que se pretende aprovechar ese dinero para intervenir en la estimulación de la actividad económica. Con buen criterio, la canciller alemana, Angela Merkel, ha tenido que amenazar con no participar en la financiación de ningún plan que no se vaya a poner en práctica este año o el que viene. Cualquier otro criterio hubiera sido ilógico, sobre todo si se quisiera hacerlo pasar como una medida de estímulo urgente. Las tentaciones de acudir a medidas proteccionistas son muy fuertes y cada día se ven síntomas de que los Gobiernos tienen problemas para resistir al reflejo de resolver sus propios problemas sin tener en cuenta los efectos de sus decisiones sobre las economías de sus vecinos. Lo más importante es que la UE mantenga la unidad, pero una unidad anclada en los principios básicos que están en los principios fundacionales. Cada país tiene sus propios problemas, y España-pese a la pertinaz negativa del Gobierno a aceptar la evidencia- está afectada por los más graves. Pero por encima de situaciones particulares, no sirve de nada pensar en medidas que ignoren, de manera global, la realidad europea. ABC. 21-3-2009 Editorial. El Correo VOZ UNITARIA El acuerdo alcanzado por los líderes europeos reunidos en Bruselas tanto respecto a una regulación más estricta de los mercados financieros, como en relación a las aportaciones económicas a los países del Este por un lado y al FMI por otro, contrastaron ayer con la negativa a proseguir con medidas de estímulo fiscal en el seno de la UE y con la suspensión de la cumbre monográfica sobre empleo auspiciada, entre otros, por el Gobierno español. La exigente revisión planteada por el Consejo europeo de las normas que rigen sobre el sistema financiero (…) constituye un pequeño paso adelante respecto a las conclusiones de la reunión celebrada por el G-20 ampliado el pasado 15 de noviembre en Washington; al tiempo que permiten dotar a los socios europeos de voz unitaria ante la cita del próximo 2 de abril en Londres. Lo mismo cabe apreciar en cuanto al reforzamiento propuesto de prerrogativas y fondos para el FMI La reunión de Bruselas se abrió el jueves después de conocerse que la Reserva Federal había inyectado 820.000 millones de euros a la economía estadounidense. La apelación del Gobierno de EE UU para que la UE siguiera su camino, más que como condicionante sirvió de aglutinante de las posiciones comunitarias. Los principales países europeos se oponen a impulsar más estímulos fiscales. Los gobiernos nacionales y las instituciones de la Unión necesitan evaluar los efectos reales de las medidas adoptadas hasta la fecha antes de proceder a la aprobación de otras nuevas. La preocupación ante el incremento del déficit público y el deseo de volver cuanto antes a los parámetros definidos por el pacto de estabilidad explican las renuencias en el seno de la UE a la hora de aportar más dinero al mercado. Ahora bien, aunque los líderes europeos fijen su prioridad en la revisión y eventual incremento de las normas que regulan el sistema financiero para evitar colapsos y quiebras bancarias en el futuro inmediato, y aunque insistan en restar importancia a la diferencia de criterios que aflora respecto a EE UU, parece obvio que el esfuerzo de las arcas públicas norteamericanas repercutirá directa o indirectamente en el estado de la economía europea suscitando los consiguientes reproches de un lado a otro del Atlántico. El hecho de que el origen de la crisis esté localizado en Estados Unidos explica la inclinación norteamericana a procurar la recuperación a costa del déficit y la ausencia de complejos por parte europea al contemplar dicho empeño. Pero es imprescindible que ese diferencial de esfuerzos no comporte discrepancias de fondo que, en el corto plazo, pudieran afectar a los resultados de la reunión del G-20. EL CORREO. 21-3-2009 Opinión. La Vanguardia OTRO EQUILIBRIO DE PODER Xavier Batalla Desde la caída del imperio otomano, Oriente Medio ha sido una región en busca de autor. Gran Bretaña fue la primera en imponer su orden, pero las revueltas anticoloniales en Irak, Palestina y Egipto arruinaron sus planes. Estados Unidos, que tomó el relevo, quiso poner estabilidad en 1955 con el pacto de Bagdad (con Irak, Irán, Turquía, Pakistán y Gran Bretaña), pero la guerra fría echó por tierra la ilusión geopolítica. Gamal Abdel Naser, presidente de Egipto, diseñó después un mapa panárabe y laico, pero la victoria israelí en la guerra de 1967 fue su perdición. Y la revolución teocrática de Irán, país no árabe que fue aliado de Washington hasta 1979, insiste en que Estados Unidos admita que el golfo Pérsico es su zona de influencia. La última tentativa occidental de reorganizar el mapa de Oriente Medio comenzó con la ocupación estadounidense de Irak, que ahora cumple seis años. Pero la empresa ha sido un fracaso. Después del 11 de septiembre, la Administración Bush ambicionó la creación de otro Oriente Medio. Seis años después del derrocamiento de Sadam Husein, sin embargo, el nuevo Oriente Medio es todo lo contrario de lo pretendido. Irak ya no es un baluarte contra el posible expansionismo iraní, y las monarquías del Golfo y de Jordania se encuentran frente a una alianza, encabezada por Teherán, que se extiende por Iraq, Gaza (Hamas), Siria y el sur de Líbano (Hizbulah). Y el norte de Iraq, con un Kurdistán prácticamente independiente desde la guerra del Golfo (1990-91), es motivo de tensión con Turquía (…) La ilusión neoconservadora de George W. Bush fue democratizar las élites árabes que accedieron al poder después de la descolonización (…) Pero el Oriente Medio que ha recibido la Administración Obama no es mucho más estable que antes. En una región con más de 300 millones de árabes, las dos grandes potencias no son árabes: Israel e Irán. La primera es el gran aliado de Estados Unidos en la zona; la segunda se ha engrandecido bajo la bandera del antiamericanismo: primero, en la guerra de Irak; después, con el avance de los movimientos radicales que, como Hamas y Hizbulah, son apoyados por el régimen iraní. La Administración Bush anunció la democratización de Oriente Medio a partir de Irak, pero todo ha cambiado para peor, como dice Paul Salem, director del Carnegie Endowment for International Peace. Las autocracias egipcia y saudí, prooccidentales, se han hecho más duras, que no más fuertes; Irak aún es un caos; Turquía, con un primer ministro islamista, quiere recuperar el terreno perdido entre los árabes, e Irán, que Bush incluyó en el eje del mal, es una potencia emergente que pretende que se acepte su influencia regional y su controvertido programa nuclear. Al tender ahora la mano a Teherán, Obama asume la realidad de que, seis años después de la invasión de Irak, en Oriente Medio existe un nuevo equilibrio de poder.LA VANGUARDIA. 21-3-2009

Deja una respuesta